Esperando a Zapatero
Mañana es un día clave. El Gobierno aprobará la Ley para la Economía Sostenible (LES). La ciudadanía sabrá si el paquete de reformas traza un nuevo rumbo sensato de la política económica o debe persistir en su desconfiado desconcierto.
De lo sabido, lo mejor es que habrá dos papeles. Uno, la propia ley; otro, una estrategia global, con objetivos y planes de acción periodificados. Quizá eso contribuya a disipar las reticencias que suscitó su anuncio. Sobre todo, la sospecha de que se cocía un enfoque arbitrista para encarar el imprescindible cambio en el patrón de crecimiento, como si éste pudiese modificarse a golpe de decretos de efecto taumatúrgico y no de la movilización de todos los actores. Veremos.
La Ley para la Economía Sostenible será oportuna si no es arbitrista, pero llega con mucho retraso
Lo peor es que llega tarde. La prometió el presidente Zapatero en el debate sobre el estado de la nación el 12 de mayo, hace más de seis meses. La prometió para ya. "Para garantizar la eficacia inmediata de sus previsiones, se tramitará por el procedimiento de urgencia", anunció. La prometió como un conjunto de reformas estructurales y de medidas de choque coyunturales. Para salvar la crisis y modernizar a fondo la economía en un entorno exponencialmente competitivo.
En ese contexto, la velocidad no es asunto menor. Cierto que para la salida de la recesión es más decisivo el qué (qué estructura económica tendremos) y el cómo (a qué costes) que el cuándo. Pero quedarse atrás es peligroso. No vivimos en una campana neumática. Resulta clave cuál será la posición relativa de España en relación con los demás. La zona euro, aunque de forma renqueante, ya ha salido de la crisis. España (tampoco el Reino Unido), aún no. Parece que ha tocado fondo, pues el consumo, la inversión y las exportaciones exhibieron tasas positivas al cierre del tercer trimestre. Pero mucho menos que los socios europeos. El retraso relativo es una desventaja. Sembrada de amenazas.
Así, la reordenación financiera a través de las ayudas públicas del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) exigirá más forcejeo porque los grandes ya la han hecho (alguno, como el Reino Unido, incluso en avieso secreto anticompetitivo) y ahora Bruselas se la mira con más aguda lupa. El Banco Central Europeo ya otea subidas de tipos de interés a medio plazo, porque el inicio del crecimiento en los países clave augura el fantasma de la inflación y de otras burbujas. Será más restrictivo, en dar liquidez barata y en fijar su coste: lo que podría yugular el futuro crecimiento español, si coinciden ambos procesos en igual momento. Las reformas laborales, que parecen ahora despejarse importando buenas medidas alemanas (ninguna panacea) llegarán, como pronto, con medio año de retraso.
De modo que resulta no sólo oportuno sino indispensable decidir cómo debe ser la salida de la crisis, cuáles deberán ser los pilares de la economía peninsular.
El paquete de la LES y sus condimentos apunta en varias direcciones. Ojalá que dentro de una arquitectura armónica: hacia una economía más competitiva, menos volátil, más intensiva en tecnología; hacia una economía medioambientalmente más sostenible.
El desafío es formidable. Una economía más competitiva implica, como postula el secretario de Estado José Manuel Campa, "apoyarse en sectores más orientados a la demanda externa", dada también la flojera del consumo. Hay que reemplazar el vacío que deja la construcción residencial, un 9% del PIB. Ésta debe acoplarse a la demanda real, más o menos la mitad: un 4%. Pero ese frío 4% es una enormidad. Hay que inventarle un sustituto equivalente a ¡un tercio de la primera industria doméstica, el turismo! Y si es cierto que contamos con algunas docenas de empresas altamente exportadoras, también lo es que representan quizá un 1% del PIB, un tercio de la media europea. Más difícil, ¿cómo encaja en este impulso el descenso de la inversión pública, de un 10%; y de la inversión en I+D, de un 3%? ¿Acaso no habrá que contrariar el presupuesto para 2010?
Una economía también más verde. Habrá que huir de los inventos del profesor Franz de Copenhague. Habrá que repensarla en términos de precios. Ya es un clamor que la actual heterodoxa sobrefinanciación de las energías renovables es poco sostenible. Pero España puede copiar algunas enseñanzas de la Europa dinamizada en este aspecto por los escandinavos: incorporar el vector medioambiental como piedra de toque o condición transversal a todas las políticas, subvenciones, planes de urgencia o licitaciones públicas. Entre otras cosas.
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