"¿Cómo voy a pagar mis deudas?"
Un trabajador moldavo lleva seis días en huelga de hambre en la puerta del Colegio Americano de Berango para protestar porque una contrata no le paga
Petru Cires lleva seis años viviendo en España, hasta hace poco tenía una cuadrilla de seis albañiles a su cargo y ayer cumplió seis días en huelga de hambre. Apostado junto a la entrada del Colegio Americano de Bilbao, en Berango, permanece a base de agua para protestar porque, según asegura, aún no ha cobrado un duro por los casi seis meses que él y sus trabajadores estuvieron trabajando en las obras de reforma que ejecutaron en esta escuela privada a lo largo de 2008, subcontratados por el constructor que contrató el colegio.
Cires estima en unos 70.000 euros lo que le debe esta empresa, Construcciones Sanabria. Toda su economía depende de esa cifra y se dice desesperado. "Sin dinero, ¿cómo voy a pagar a mis trabajadores? ¿Cómo voy a pagar mi hipoteca?", se queja.
Petru Cires asegura que la constructora Sanabria le debe unos 70.000 euros
De 44 años, Cires trabajaba en su Moldavia natal como ingeniero agrónomo. Pese a su titulación superior no dudó en venirse a España a trabajar como peón y luego como oficial de albañil. "Allí ganaba 200 euros al mes", recuerda. Durante cinco años no le fue nada mal y pudo establecerse como autónomo, pero todo se torció con la llegada de la crisis, que puso abrupto fin a la fiebre española del ladrillo. Petru lleva desde entonces intentando cobrar lo que le adeudan. Pero la empresa Sanabria, asegura, está desaparecida. "No hay nadie en sus oficinas y cuando llamo a los móviles nadie me responde".
Sin saber a quién recurrir, terminó decidiendo hacer huelga de hambre en la puerta del colegio, a la vista de todos los alumnos y de sus padres, intentando así provocar que la dirección de este centro privado se haga cargo de su situación. "El director me dijo buenas palabras el primer día, pero después no le he vuelto a ver". Nadie cogía el teléfono ayer, domingo, en el colegio para ofrecer el punto de vista del centro ante la situación del subcontratista.
Petru no sólo está desesperado, también está muy solo. Nadie le acompaña en su protesta. Su mujer, también moldava, está trabajando en Santander estos días -"me llama cada dos horas para preguntarme qué tal estoy"- y sus empleados, rumanos y moldavos, están cada uno en un lugar de España tratando de buscarse la vida.
Este trabajador aseguraba ayer que empezaba a sentir taquicardias y mareos por la falta de alimentos. "No sé cuánto más aguantaré". El sábado por la tarde decenas de padres y de alumnos pasaron delante de él, la mayoría en coche, de camino a la gran fiesta de Halloween que celebró el colegio. Petru pasó la noche solo.
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