'Apagón' industrial en el Baix Ebre
Roquetes teme un desplome en cadena de la actividad tras el cierre de Lear
El cartel que recibe a los visitantes de Roquetes (Baix Ebre) miente. "Ya nadie puede creérselo", comenta Manel Hernández, de 56 años, que lleva tres décadas empleado en una fábrica que es casi un fantasma. El zumbido de la planta de Lear dedicada a la fabricación de cables para automóviles se silenciará con su cierre y el despido de sus 520 trabajadores. El apuro se recuerda cada vez que uno sale del pueblo, cuando regresa a él y se cruza con el letrero dispuesto a modo de bienvenida: "Comercio de Roquetes, comercio de futuro". "Parece una burla", remata Hernández. El municipio, articulado desde la década de 1990 en torno a la fábrica, asume que el cierre provocará un desplome en cadena.
Los comercios de Tortosa y Roquetes se resienten ya del bajón de actividad
El Baix Ebre (75.000 habitantes) logró engancharse al tirón de la economía catalana gracias a dos sectores en lento declive: el químico, que mantiene unos 400 empleos afectados por expedientes de regulación de empleo, y el de la automoción, ahora en pleno reventón. El resultado es un páramo industrial en el que compañías multinacionales y minúsculos negocios familiares acotan la pinza según bajan la persiana.
En Tortosa y en Roquetes los comercios acumulan un año de cierres después de que Lear interrumpiera temporalmente la producción, redujera la plantilla y aplicara recortes salariales. Ahora el apagón será total y el tejido comercial del territorio sostiene la misma incertidumbre: "¿Quién vendrá a comer, quién se irá de compras si no hay empleo ni previsión de encontrarlo?", se interroga Pablo, dueño del restaurante en el que hace 10 meses era necesario reservar mesa a diario para tener mantel. "Cuando la planta funcionaba a todo trapo, esto era un no parar. Ya no lo veré más", asegura.
Este empresario cifra sus pérdidas por el cierre de Lear en unos 2.000 euros semanales. La cantidad resulta incalculable si se extrapola al resto del municipio: los afectados por el ERE consumirán menos, Pablo no podrá mantener en nómina a todos sus camareros, Pablo y sus camareros en paro reducirán, a su vez, sus gastos. "Iremos cerrando unos detrás de otros", anuncia el hostelero ante la espiral perniciosa que acecha al Baix Ebre. Y se lanza a despachar clientes que actualizan la lista de empresas recién cerradas: lencerías, tiendas de deporte, peluquerías. "Hasta nosotros tenemos miedo", asume el empleado de una entidad bancaria que de golpe dejará de manejar las nóminas de 520 empleados.El panorama es tan arrollador como previsible. Que Lear fuera la última planta de fabricación de cable para automóviles de toda España ya anunciaba un futuro poco prometedor. El aviso se produjo en 2002, cuando la multinacional estadounidense echó el cierre en Cervera (Segarra). Desde el último vecino de Roquetes hasta el primer mando de la Generalitat entendieron entonces que las industrias que actuaban como sostén de la comarca no eran rentables. Se sabía, pero llegado el peor de los escenarios el territorio sigue sin expectativas. La Generalitat lleva años negociando para que otras empresas se instalen en la zona y contraten a los trabajadores que se queden en la calle. Ha habido conversaciones con una siderúrgica, una compañía de energías renovables y otra multinacional química. No se ha concretado nada.
CiU acusó ayer a ERC de ser la principal responsable del cierre, tras recordar que el republicano Josep Huguet es quien dirige la consejería de Innovación, de la que depende Industria. El PSC trasladará al Gobierno catalán que tome "medidas específicas" para la reindustrialización de las Tierras del Ebro y que se dirija al Gobierno para que las incorpore dentro de las "zonas urgentes de industrialización".
Los trabajadores iniciaron ayer una semana de intensas movilizaciones en protesta por el cierre. "¿Dónde podemos buscar trabajo? Estoy dispuesta a mudarme, a dejar el pueblo, pero ¿adónde voy?", resume la angustia colectiva Glòria Fabregat, 53 años y 29 empleada en la planta de Lear. La trabajadora augura para sí un futuro plagado de cursos de formación para desempleados. También adivina entrevistas en las que pedirá un empleo para el que ella resulte demasiado mayor. No es la única: la plantilla de Lear, en la que constan más de 40 matrimonios abocados al paro, tiene una media de edad de unos 47 años. "En este momento de la vida", asume Fabregat, "que cierren la fábrica me deja completamente a oscuras". También al resto de la comarca.
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