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Reportaje:

Obama, presidente del mundo

El mandatario dirigirá la reunión de la ONU contra la proliferación nuclear

Antonio Caño

Después de un duro verano de pelea en el pantanoso terreno de la política doméstica, Barack Obama acude la próxima semana a un escenario mucho más amistoso: la ONU. Obama será el primer presidente norteamericano de la historia que presida una reunión del Consejo de Seguridad, que se reúne a nivel de jefes de Estado y de Gobierno sólo por quinta vez durante toda su existencia, para discutir una declaración contra la proliferación nuclear.

Ése será el momento estrella de una intensa semana de actividad diplomática durante la que Obama presidirá una cumbre sobre el clima, se dirigirá por primera vez durante su mandato a la Asamblea General, participará en una reunión de presidentes africanos y en otra con los principales contribuyentes a las misiones de paz, procurará un encuentro entre los líderes israelí y palestino -Benjamin Netanyahu y Mahmud Abbas coincidirán aquí durante varios días- y negociará una posición común de las potencias sobre Irán. Particular atención recibirá, después de la cancelación del escudo antimisiles en Europa, su entrevista con el presidente ruso, Dmitri Medvédev.

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Como todo en Nueva York, la política y el espectáculo convivirán durante estos días en la primera gran recepción que la popular pareja -los Obama siguen disfrutando de niveles de apoyo en torno al 70% en la mayoría de los países del mundo- ofrecerá a la larga lista de personalidades presentes en la Gran Manzana. El líder libio, Muammar el Gaddafi, y el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, aunque participan en la Asamblea, no han sido, por ahora, invitados a esta gala.

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Al tratarse de la ONU -una organización que para el conservadurismo es la morada del diablo-, esta agenda adquiere un gran significado político, con resonancia en la política interior. Durante los últimos ocho años lo que ha hecho EE UU en la ONU ha sido, básicamente, ignorarla, cuando no socavar sus esfuerzos. Uno de los más célebres embajadores de George Bush en Naciones Unidas fue John Bolton, el más feroz enemigo del multilateralismo entre los neocon. La última vez que Estados Unidos destacó por su presencia en el Consejo de Seguridad fue en aquella parodia en la que Colin Powell trató de demostrar con argumentos pueriles -¡cómo olvidar aquel tubito!- la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.

Intentando reparar algo ese desaguisado, Obama nombró como embajadora a una de sus personas de confianza, la profesora Susan Rice, que había sido su asesora sobre asuntos internacionales durante la campaña electoral. En estos meses, Rice ha ido trabajando discretamente para devolver a su Gobierno credibilidad y margen de maniobra dentro de una organización con la que Washington quiere volver a contar.

"EE UU ha cambiado completamente el tono, la sustancia y la práctica de nuestra diplomacia en Naciones Unidas y la relación con la ONU como institución, así como nuestra relación con el multilateralismo en general", asegura la embajadora. "Este cambio es necesario", añade, "porque nos enfrentamos a desafíos de carácter global -como la falta de control sobre los recursos nucleares, el terrorismo de Al Qaeda y sus afiliados, la amenaza que representan Irán y Corea del Norte, el genocidio y las atrocidades en masa, los ataques sobre nuestra infraestructura digital, las pandemias, el cambio climático, la red de organizaciones criminales- que no pueden ser abordados sin la cooperación con otras naciones".

La primera visita de Obama a la ONU servirá para comprobar hasta qué punto este organismo puede ayudar a resolver esos problemas. La experiencia dice que el presidente norteamericano no debería albergar excesivas esperanzas. "Obama puede aprender en seguida que lo mejor que se puede hacer en la ONU es sonreír, estrechar manos y esquivarlas", advierte el profesor de American University, David Bosco.

La ONU, que fue un instrumento importante para mantener el equilibrio durante la guerra fría, se ha mostrado después ineficaz (incluso un obstáculo) al tratar de solucionar crisis puntuales como las de los Balcanes, Irak o Darfur. El último inquilino de la Casa Blanca que se esforzó en contar con la ONU, Bill Clinton, sufrió una tremenda decepción por la falta de colaboración en Somalia.

Por su carácter de órgano donde 192 naciones están representadas en un plano de igualdad, la Asamblea General, que se inaugura el miércoles, es frecuentemente un foro socavado por la demagogia y el exhibicionismo cuya eficacia queda reducida a la de servir de altavoz de algunas de las causas olvidadas. Por su parte, el Consejo de Seguridad se ve lastrado por la regla del veto por parte de cinco países, que ya no constituyen un reflejo realista de la situación del mundo actual.

En ese escenario, Obama intentará hacer avanzar algunas de las prioridades de su política exterior. La más inmediata y factible es la de una posición común sobre la proliferación nuclear. Continuando con el mensaje de su discurso de la pasada primavera en Praga, donde abogó por un mundo sin armas nucleares, el presidente de EE UU propondrá la aprobación por el Consejo de Seguridad, el próximo jueves, de una resolución que sirva como impulso en esa dirección.

"Obama busca algunas garantías que nunca intentó Bush", explica Daryl Kimball, director de la Asociación para el Control de Armas. "Entre ellas", afirma, "el apoyo al tratado para la prohibición de pruebas nucleares y garantías por parte de los Estados con armas nucleares de que no atacarán a los que no las tienen".

Esa iniciativa está, en buena parte, vinculada a los esfuerzos para evitar que Irán -y, en menor escala, Corea del Norte- construya armas atómicas. En esa misión, esta semana puede aclararle a Obama algunas dudas. Sus entrevistas con Medvédev y el presidente de China, Hu Jintao, servirán para comprobar las posibilidades de que esos dos países con derecho de veto respalden nuevas resoluciones con sanciones a los dos regímenes con ambiciones nucleares.

La ONU ofrece también el marco, pero no los medios, para que el presidente norteamericano consiga estos días el reinicio de conversaciones entre Netanyahu y Abbas, que llegan a Nueva York con muy pocas ganas de verse por culpa de la insistencia israelí de construir nuevos asentamientos. Ambos, probablemente, posarán juntos, aunque sólo sea para no decepcionar al bien intencionado anfitrión.

Tampoco será fácil progresar el martes en la cumbre del clima, que trata de despejar el camino para la asamblea de Copenhague, en diciembre. El cambio de posición estadounidense en esta materia -Obama es hoy un motor de medidas para limitar la emisión de gases- difícilmente tendrá consecuencias en Copenhague a menos que el presidente consiga sumar a la causa a China, el otro gran contaminador mundial, y al Congreso de Estados Unidos, donde está atascada la reforma energética que la Casa Blanca defiende. El jueves por la noche, algunos de los mismos actores de Nueva York, con Obama a la cabeza, se trasladarán a Pittsburgh para participar en la cumbre del G-20.

SCIAMMARELLA

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