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Obama apela al apoyo popular para salvar la reforma sanitaria

El presidente advierte que el modelo actual conduce a la catástrofe

Antonio Caño

Atacado por la oposición y discutido en su propio partido, Barack Obama acude a los ciudadanos con la esperanza de que éstos comprendan y salven su plan de reforma sanitaria, que, a estas alturas, es tanto como salvar su presidencia. Ése fue el objetivo de su conferencia de prensa del miércoles, en la que advirtió de que el modelo de sanidad actual es insostenible económica y socialmente. Y ése es el objetivo del debate que ayer mantuvo con los habitantes de Cleveland, en Ohio. "Si no reformamos el sistema sanitario, sus costes serán inalcanzables para la economía", dijo.

Cleveland es un buen lugar en el que sintetizar la polémica en torno a la reforma sanitaria en Estados Unidos y su enorme trascendencia política. En Cleveland está uno de los mejores hospitales del país, la Clínica Cleveland, que Obama visitó ayer, un centro que está en la vanguardia mundial en varias especialidades y que, junto a la Clínica Mayo, el Hospital John Hopkins o el Centro Anderson de la Universidad de Tejas, entre otros, integra la lista de joyas que, por la calidad de sus profesionales y el desarrollo de sus investigaciones, enorgullecen al sistema sanitario norteamericano.

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Pero, al mismo tiempo, cerca del 14% de la población de Ohio no tiene un seguro médico. Al ser uno de los Estados en los que más empresas han cerrado como consecuencia de la crisis económica, ese porcentaje, además, crece aceleradamente. En la mayoría de los casos, cuando un norteamericano pierde su trabajo, pierde también el seguro que, de forma voluntaria, le costeaba su empleador. Un desempleado es incapaz de afrontar las tarifas que imponen unilateralmente las aseguradoras. Obama ha denunciado esa realidad y, en su conferencia de prensa, advirtió que 14.000 personas cada día pierden su seguro de salud.

Visto así, Obama debería ser considerado un héroe en Ohio. Sin embargo, el respaldo al presidente ha bajado del 60% al 47% en ese Estado, principalmente por las dudas que el debate sobre la reforma sanitaria está despertando.

Muchos norteamericanos están aterrados ante el riesgo que este paso representa, y no sólo por las dudas sobre su financiación. "Comprendo la ansiedad y la incertidumbre de la gente sobre este asunto", admitió el presidente. Por un lado, son conscientes de las carencias de su sistema porque las sufren constantemente. Pero, por otro, no están convencidos de que otros modelos, como los de Europa y otros países desarrollados -lo que los conservadores llaman despectivamente "la medicina socializada"-, sean mejores. Y lo cierto es que lo que pretende Obama se aproxima a lo segundo.

Esa resistencia tiene que ver, en parte, con valores profundos de la sociedad norteamericana: su rechazo al intervencionismo del Estado y su defensa del derecho a elegir. Es un hecho que una parte considerable de los 46 millones de personas sin seguro son jóvenes que no creen que lo necesiten, o adultos que, simplemente, eligen gastar el dinero en otra cosa.

Por otra parte, los que quieren y pueden pagarse un buen seguro temen que la reforma de Obama les prive de sus ventajas actuales (rapidez, abundancia de medios) y les condene a algunos de los inconvenientes del modelo europeo (listas de espera, masificación, etcétera). Están, por último, los oficialmente pobres, a los que cubre un plan público, y los jubilados, que también están protegidos por el Estado y que sospechan que cualquier reforma deje menos recursos para ellos.

El problema es que una parte importante de la población, especialmente entre la clase media, no tiene un buen seguro o carece de él por completo porque no puede pagarlo. Esto, aparte de representar una amenaza para la salud general -la esperanza de vida en Estados Unidos es dos años inferior a la de España-, constituye un drama individual para miles de personas que, literalmente, tienen que dejar morir a sus familiares porque no tienen cómo pagar un hospital.

Ahí entra la obcecación de Obama por sacar esta reforma adelante contra viento y marea. "No soy yo el que insiste en aprobar esto antes de agosto. Esto no es un asunto personal. Yo tengo un buen seguro de salud, como tienen todos los congresistas. Las prisas son de la gente de la que recibo cartas a diario pidiéndonos hacer algo", manifestó.

El plazo de agosto va a ser difícil de cumplir. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dice que ya tiene los votos para aprobar la reforma, pero no ha convocado aún la votación. Más de 60 demócratas de la Cámara podrían votar contra el presidente en este momento. En el Senado, las posibilidades de una votación inmediata son aún menores. Obama, en todo caso, insiste en que su compromiso con los ciudadanos es el de aprobar la reforma este año.

En la negociación entre la Casa Blanca y el Congreso se ha avanzado ya en cosas que podrían empezar a aumentar el respaldo popular a la reforma: se mantendrá la libertad de elegir seguro, los que estén satisfechos con su plan actual podrán conservarlo, las empresas están obligadas a proveer un seguro a sus empleados, el aumento de los impuestos sólo afectará a los hogares que ingresen más de un millón de dólares al año y no va a haber aumento del déficit nacional.

Barack Obama se dirige a la Sala Este de la Casa Blanca para comparecer ante los medios de comunicación.
Barack Obama se dirige a la Sala Este de la Casa Blanca para comparecer ante los medios de comunicación.REUTERS

Claves para entender el sistema de salud estadounidense

- ¿Cuál es la estructura del sistema sanitario? Estados Unidos carece de un sistema de cobertura universal. Los empresarios garantizan la cobertura de la mayoría de los estadounidenses mientras que otra parte de la población elige aseguradoras privadas. Los términos de casi todos los planes incluyen el pago periódico de cuotas, pero a veces se exige el adelanto de cierta cantidad del coste del tratamiento, cuyo importe depende

del tipo de plan concertado.

- ¿Ofrece el Gobierno cobertura sanitaria para todos? Sí. A partir de los 65 años, los ciudadanos pueden acceder al programa Medicare, gestionado por el Estado. De la misma manera, Medicaid se hace cargo de familias con sueldos modestos, niños, mujeres embarazadas y personas con discapacidades.

- ¿Cuáles son las desventajas? Los costes de sanidad para el individuo están subiendo de modo dramático. Las cuotas para los sistemas basados en el pago parcial del empresario han crecido cuatro veces más deprisa que los sueldos de los empleados, de manera que su coste se ha duplicado con respecto a hace nueve años. En 2007, el país gastó 1,5 billones de euros en sanidad. Esta cantidad equivale a un 16,2% del PIB, lo cual constituye casi el doble de la media de otros países de la OCDE.

- ¿Cuáles son los efectos del aumento de los costes? Se cree que alrededor de 46 millones de habitantes no están asegurados, y que 25 millones reciben una cobertura insuficiente para sus necesidades. Cuando alguien sin seguro alguno se pone enfermo está obligado a pagar los costes médicos de su propio bolsillo. La mitad de todas las bancarrotas privadas en EE UU se debe en parte a los gastos médicos. Su explosión obliga al Gobierno a inyectar cada vez más dinero en Medicare y Medicaid. Se espera que los gastos en ambos programas suban de un 4% del PIB en 2007 a un 19% en 2082, convirtiendo así los costes de sanidad en el factor más decisivo para el crecimiento vertiginoso del déficit presupuestario.

- ¿Qué quiere cambiar Obama?

Los detalles de la reforma del sistema de sanidad serán debatidos en el Congreso. Pero el presidente ha formulado tres principios que cualquier borrador debe cumplir para poder contar con su apoyo: la reducción de los costes, la garantía de que todos los estadounidenses podrán escoger su propio plan de sanidad, incluido un plan público, y la calidad y la accesibilidad del sistema. Desde las distintas comisiones en el Senado y en la Cámara de Representantes ya han salido propuestas. La primera se decanta por un sistema de seguro obligatorio en el cual el Estado apoyaría con subvenciones a las personas necesitadas. La sanidad pública sólo estaría abierta a los que no tienen cobertura a través de un empleador. Otras dos rechazan la opción pública y prefieren una solución mixta de aseguradoras privadas y cooperativas médicas sin ánimo de lucro.

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