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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Uncle Walt

Entre los grandes de aquella televisión (no confundir con la chamarilería ambulante y mercachifle que ahora nos gastamos), él fue siempre el más grande entre los grandes y el mejor de los mejores. Es lo que se dice cuando la gente se muere, ¿no? Pero de Walter Cronkite se ha dicho siempre en vida y en retiro. ¿Y qué tenía Walter Cronkite para que así y tanto lo celebrasen? Decía la verdad, sólo la verdad, nada más que la verdad y todos sabían que la estaba diciendo y, además, que siempre la diría. Era el hombre con más credibilidad de EE UU, eso según las encuestas. Pero las encuestas eran, sólo, un pálido reflejo informático de lo que sucedía en realidad. Una vez Cronkite publicó un anuncio en los periódicos: "Nunca me presentaré a la elección para un cargo político porque entonces tendría que mentir". Cronkite era la imagen querida, admirada y respetada de alguien de quien te fías y a quien acudes en tiempos de mudanza y confusión: ese tío sabio y honesto de la familia que nunca te va a engañar. Uncle Walt para varias generaciones que crecieron, maduraron e incluso murieron viendo su telediario noche tras noche tras noche. Y así hasta el final.

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La muerte de un periodismo

Una vez se fue a Vietnam para averiguar lo que verdaderamente allí pasaba. Cuando volvió dijo a sus millones de espectadores: "El presidente nos ha engañado". Y Johnson tiró la toalla y no se presentó a la reelección: "Puedo luchar contra todos", escribió en sus memorias, "pero no contra Walter Cronkite". Cuando cumplió 65 años, la CBS lo echó al limbo de una absurda jubilación. Los mandatarios de la televisión, a veces, se superan a sí mismos en su afán por ser tan estúpidos como ignorantes. Cuando mataron a Kennedy, Walter Cronkite salió disparado hacia el estudio para dar la noticia tal como le pilló: en mangas de camisa. Luego, una señora encopetada llamó a la cadena de televisión para protestar: "Digan a Cronkite que es un maleducado y ha faltado el respeto al presidente". Él mismo, que había cogido el teléfono, contestó: "Yo soy Cronkite, señora, y usted es una imbécil". Sería lo que seguramente habría dicho ahora a más de un chamarilero ambulante y mercachifle muñidor de la televisión que tenemos.

Le apasionaba el espacio y siempre quiso ir a la Luna pero la noche en que Armstrong puso su pie y dio su paso en ella Walter Cronkite sólo pudo decir: "Oh, boy…". Es lo que siempre esperamos que nos diga ese tío sabio y honesto al que tanto queremos.

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