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AL CIERRE
Columna
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'Segadors'

El Departamento de Interior prohibió el día 4 cualquier actividad de la maquinaria agrícola desde las 14.00 hasta las 17.00 horas en siete comarcas después que el día anterior una cosechadora provocara un incendio. La Administración se justificó con el argumento de que la tierra quemada desde junio superaba con mucho el total del año pasado y el origen del fuego estaba en las chispas de las recolectoras y empacadoras de cereales. Una solución tan estupenda desde el punto de vista de la Dirección General de Prevención y Extinción de Incendios, que amenazó con repetirla, como nociva para las aspiraciones de los payeses, que al fin y al cabo son los que guardan y cultivan el campo y saben que no hay mejor momento para la siega que a primera hora de la tarde, cuando más pica el sol, el ambiente es menos húmedo y se aprovecha mejor el grano.

Así ha sido siempre desde que se segaba a mano y se trillaba en la era con los animales, también en los años en que la cosecha se organizaba alrededor de una máquina que requería la atención de un batallón y ahora, cuando las recolectoras llevan aire acondicionado y radio en sus cabinas. Si no vols pols, no vagis a l'era. A más calor, más sudor y más polvo, signo de bonanza y de gran campaña porque en juego está un año entero. Hubo un tiempo en que ni siquiera se paraba a comer, sino que la gente se daba un respiro durante la beguda (merienda), pasadas las cinco de la tarde, después de cortar el centeno, la cebada y finalmente el trigo. Acabada la jornada, los payeses miraban al cielo y suspiraban por que al día siguiente se presentara una tarde radiante, sin lluvia ni pedrisco, con el grano seco a salvo. Las condiciones de la siega siempre las marcó el tiempo, con y sin máquinas, nunca la Generalitat.

No extraña, pues, la queja de los payeses, que suelen pagar los platos rotos, acusados de vivir de la cultura de la subvención en un país que, puestos a recuperar el tiempo, también se saltó la reforma agraria. Una cosa es pedir caridad o ser un estorbo para los ciudadanos que ya no precisan trigo para comer pan y para la aristocarnia que concibe el campo como un estercolero, y otra distinta que no sólo se niegue el oficio, sino que se imponga el horario laboral en el campo con la vieja acusación de que los agricultores son unos pirómanos y no los primeros bomberos como acostumbra a pasar muchas veces. Llegados a tal extremo, ya no basta con escuchar a Serrat cantar Pare ni alcanza con pedir "torna, torna, Serrallonga", sino que con ironía payesa se impone pedir el cambio del himno de Cataluña: Els segadors ya no tienen ningún sentido.

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