Pocos restos del culto a la personalidad del dictador
Los vestigios de la figura de Francisco Franco Bahamonde son ya escasos en Madrid. El más visible es la placa que figura en la fachada principal del hoy Cuartel General del Aire, en Moncloa.
El principal residuo del culto a la personalidad desplegado en torno al dictador que aún pervive en la capital es el llamado Arco de la Victoria, erigido en su honor en 1956 y que iba a albergar en su remate la estatua ecuestre de Franco, que cinceló y fundió en bronce José Capuz. La estatua fue definitivamente instalada en un acceso al Ministerio de la Vivienda, en Nuevos Ministerios, en 1964 y retirada en marzo de 2005. Hoy se halla en un almacén del Ministerio de Fomento, cerca de Arturo Soria. Una de las dos cartelas del arco menciona la palabra duce, en latín caudillo, referencia a quien se hacía llamar Generalísimo, nombre que el poeta comunista Rafael Alberti, trocaba por "Funeralísimo".
El anagrama Víctor, tallado en piedra, jalona aún viviendas modestas edificadas bajo el franquismo en barrios obreros por la denominada Obra Sindical del Hogar. Se trata de una insignia de inspiración romana. Durante su estadía en Salamanca y Burgos al comienzo de la Guerra Civil, el círculo más allegado a Franco, le sugirió que adoptara este emblema triunfal.
De las efigies de Franco, la más duradera ha sido una en el zaguán del Casino Militar de la calle de Alcalá. La representación de mayores dimensiones es un óleo de unos siete por tres metros en el que Franco galopa a modo de Santiago matamoros: lleva espada, capa blanca y cruz estampada. El cuadro estuvo décadas en el Servicio Histórico del Ejército, en la calle de Mártires de Alcalá esquina a la de Santa Cruz de Marcenado.
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