Omar Sharif sólo salvaría media docena de sus películas
Hay tres leyendas que emanan de la aureola del actor egipcio Omar Sharif: su buena mano con las mujeres, sus cabreos homéricos y que sus días empiezan al mediodía. En el bar del Parador de Granada -donde asistió este fin de semana al Festival de Cines del Sur, su primera escala en España antes de tener un encuentro con el público hoy en el centro Niemeyer de Avilés- pide un café, y saben cómo le gusta: expreso sin azúcar. Pero antes de la charla, el periodista debe ponerse a la cola: el protagonista de Doctor Zhivago, Che, Funny girl, Orgullo de estirpe y de decenas de filmes egipcios, el hombre que surgía de la inmensidad del desierto en Lawrence de Arabia, aún mantiene su fama mundial a sus 77 años. Habrá que esperar a que un grupo de argentinos, un trío de franceses y un cuarteto de japoneses se fotografíen con él.
Sharif habla un español preciso: cuando ganó algo de dinero trajo a su familia a Madrid, y hasta la muerte de su madre, en 1998, el intérprete pasaba largas temporadas en España. "No he vuelto porque me duele mucho el recuerdo. Aunque tengo sobrinos y sobrinos nietos madrileños". El actor ha vivido siempre en hoteles, con pocas posesiones, y hasta hace poco, jugador apasionado, se movía de torneo en torneo de bridge. Hasta escribía de este juego de cartas en el Chicago Tribune. "Llegué a perder un millón de dólares en una noche. Lo dejé porque me he centrado en mis nietos. Mi hijo Tarek vive en El Cairo, y allí está con sus tres hijos". Aunque sigue trabajando -en España estrena el drama histórico ¡Disparadme! en julio-, es muy crítico con su pasado. "Doctor Zhivago era mediana, la segunda parte de El señor Ibrahim y las flores del Corán sobraba... Sólo salvaría algunas de mis primeras películas con Youssef Chahine y Lawrence de Arabia". Hace años que no ve cine. "Sólo me atraen en la tele los filmes mudos de Chaplin".
Nacido cristiano -se convirtió al islam para casarse-, ahora a Sharif le interesa filmar películas que ayuden al entendimiento entre religiones. El egipcio habla mucho sobre ello -se define ateo, "aunque soy bondadoso y cuando las cosas me iban mal Dios me ponía películas para que volviera a ganar dinero"- pero prefiere que no se refleje: "En España no me entenderían, y en Egipto me matarían".
"De mi galanura", asegura, "ya no queda nada. Hace cinco años que no tengo chica. Bueno, ahora tengo dos de 35 años, una en El Cairo y otra en París, pero quedamos para cenar de vez en cuando,al acabar nos damos dos besos en la mejilla y cada uno a su casa".
Babelia
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