Sumo sacerdote Helmut Newton
Una escena digna de ser retratada: el editor Benedikt Taschen baja a todo correr las escaleras señoriales de la Fundación Helmut Newton en Berlín. Y durante un segundo, su imagen queda ahí, congelada: su cuerpo, bajo los cuerpos de cinco modelos en cueros allá en lo alto... Un hombre famoso, mujeres poderosas, provocación y ambiente palaciego... No hay duda, aquí se respira el espíritu exquisito de Helmut Newton. Ésta es su casa. Desde las salas se oyen los altavoces de la estación Zoologischer Garten anunciando los trenes que vienen y van. "Bajen, por favor; suban, por favor...". Fue el eco de este ajetreo —el mismo que el fotógrafo berlinés oyó el día de 1938 que abandonó su ciudad natal entonces nazificada— lo que le decidió a elegir como sede de su archivo este edificio construido en 1909 por el rey de Prusia para sus oficiales. El mismo Newton lo recuerda en su Autobiografía: "El interior... está casi en perfectas condiciones, como si me esperara... Desde las ventanas se ve... el muelle desde el que me despedí de mis padres hace 64 años al partir rumbo al ancho y vasto mundo. No soy un sentimental, pero no pude reprimir cierto escalofrío al revivir aquel día".
"Movía mucho a sus personajes, y luego sólo disparaba dos, tres veces... Y ya",dice Harder, comisario de la Fundación
Y no era todo: ahí, en las escaleras de este palacio, antaño casino militar, colgaban originalmente imágenes avejentadas de cinco militares prusianos con el tradicional empaque... Newton, pura imaginación como era, lo visualizó a la primera: aquél era el sitio. Aquellos cuerpos uniformados del pasado eran ideales para ser sustituidos por las féminas desnudas, glamourosas, frías, altivas, inasibles, que había retratado en serie (Big nudes) desde los años ochenta... Quedaba descrita, así, en esa pared-mural su propia vida: del ejército a la moda; de Berlín a Berlín; del inicio al fin. Pero Benedikt ahora no lo piensa... sólo se apresura para supervisar la que será la próxima exposición: la del décimo aniversario de Sumo, ese libro-icono (que lleva, además, en portada a una de estas mujeres, ver abajo) que fotógrafo y editor montaron en 1999 mano a mano.
Sí, en este palacio se guardaría y mostraría su colección, su memoria... Era 2002. El centro se inauguró en 2004. Pero Newton no lo vio. El creador del porno chic, el mirón elegante, el dandi de la fotografía, se estrelló con su coche al salir del hotel Chateau Marmont de Los Ángeles en enero de 2004. "Quizá otra vez el corazón le jugó una mala pasada; mira, éstas son las esquelas, las condolencias, las reacciones...", dice el comisario Matthias Harder enseñando su museo. La obra ingente y el itinerario personal y profesional de Newton son reflejo de un siglo: de la vida burguesa y judía de su niñez, los primeros amores y las revistas ilustradas berlinesas que luego él reinventaría como Newton's Illustrated, al horror de Hitler, los bienes familiares que se esfuman, el padre al que ya nunca volverá a ver... Y en su huida, Singapur, el sexo, Australia, el Ejército... Y June, alias Alice Springs, la actriz que apareció un día de 1946 y con la que estaría casado más de medio siglo. "Todas las otras chicas, en realidad, eran para follar. Con ella había otras dimensiones", escribió Newton definiendo a su modo el amor. Poco a poco, se hace un hueco en las revistas; crece su fama y se habla de su mirada artística: bohemio, pero elegante; distante, pero estimulante; sofisticado, pero humano.
Trabajo, trabajo, trabajo... Aquí se ve a Newton en acción, en los vídeos Helmut at work con el making of de sus sesiones con Jeanne Moreau, Armani, Vanessa Redgrave... "Movía mucho a sus personajes, y luego sólo disparaba dos, tres veces... y ya", dice Harder.
Hay fotos familiares, portadas (Vogue, Elle, Nova...), sesiones de moda (de los sesenta y setenta, reunidas en la muestra Fired!, que es como ir a beber de las fuentes), pósters, calendarios "alimenticios"..., libros (siempre Isherwood y las Berliner Illustrated) y hasta su despacho último o su todoterreno hortera, azul y cromo. "Todo está aquí gracias al afán de June, que, a sus 86 años, aún tiene esa fuerza tan especial; ella lo mantiene vivo". Tanto, que han batido un récord de visitantes: más de 600.000 en un lustro.
Otra escena fotográfica. Otra vez gente que corre. Sucedió hace una década. Lo cuenta June: "Un día de 1997, Helmut recibió una llamada del editor alemán; le dijo que estaba en Los Ángeles y tenía algo que enseñarle. Fue, y al poco me llamó él a mí diciéndome que dejara todo y corriera a verle... Aquello fue el principio de lo que sería una magnífica pieza de trabajo...". El producto del encuentro y el diálogo entre fotógrafo y editor se llamó Sumo. Una obra de arte en sí, exclusiva, expuesta en museos, muy querida por los coleccionistas. Y otro de los retos asumidos (y conseguidos) por Newton: casi 400 fotografías, la mayoría inéditas, en 35,5 kilos de libro; un festín de retratos y cuerpos, de erotismo y moda... "La pretensión era mostrarle como en uno de esos compendios del XIX, ver a las modelos casi vivas, tangibles", dirá Benedikt. Convertir una obra gráfica fundamental en una suerte de exhibición privada. El fotógrafo, dice, lo entendió enseguida.
Y ahora, 10 años después, el editor alemán que nunca para -salvo para mirar fotos o layouts- se reencuentra de nuevo con la obra del maestro Newton, aventurero, provocador y puntilloso como él. "Cruzarnos en nuestro camino fue fundamental para mí y la editorial", dice. Sobre todo, le agradece el riesgo que asumió ("Era mayor para él que para mí; él era famoso, si el libro no era perfecto, podía sufrir las consecuencias. Pero ni lo dudó") y la enorme sabiduría que le aportó durante el proceso de elaboración: "La manera de mirar, de seleccionar... Aprendí cómo piensa y trabaja un artista, cómo se comunica y siente... Y me hizo conocer a mucha gente. Me encantó que funcionara. Lo merecía". Sumo fue un éxito y la base del valor de la editorial Taschen, asegura. "Hay dos libros muy importantes para nosotros: el primero que editamos, en 1985, y éste". Gracias a ellos pudieron producir otros y seguir arriesgándose tras la obra perfecta. ¿Y por qué pensó en Newton para su libro mayor? "Fue automático. El Sumo era él".
'Sumo', Editorial Taschen; 100 euros. La exposición, hasta enero en la Fundación Helmut Newton de Berlín.
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