Honorable imputado
Lo conseguimos. Queríamos situar a Valencia en el mapa del mundo y en el atlas del universo y ya hace rato que abrimos portadas y telediarios (los serios, no los de Canal 9). Imputados pero honorables. Si Dios quiere se verá que somos inocentes. Y cuando se cumpla esta condición de voluntariedad divina ya podremos proclamar con la cara bien alta que a los valencianos y valencianas nos gobierna gente inteligente y honrada, amén de trajeada y pinturera. Sin cargos. Aunque hayamos tenido que mentir amén de recurrir al sistema, algo antiguo eso sí, de dejar el ejercicio de la Justicia al albur de lo que al Altísimo le dé la real (de rey de reyes) gana. Ganas locas de aclarar. Nada de nada. Tranquilo, feliz y contento.
No me dirán que tan rancias expresiones no conservan un inconfundible aroma de colegio de monjas. Como esa otra tan querida por Camps y su valedor Rajoy: "qué bonito" en sus múltiples aplicaciones; "este acto tan bonito", "es muy bonito que me apoyéis" o "lo nuestro es muy bonito"... Va a ser que a fuerza de genuflexión la cursilería se ha vuelto estructural y la desfachatez pandemia.
También confiando en la divina providencia las jovencitas no se quedarán embarazadas sin querer. Y acabaremos con la transmisión del sida sin necesidad de condón, esa fuente de vicio. Desde que anteayer se inaugurara en Valencia el Congreso Nacional sobre esta enfermedad hasta ahora mismo, el virus engañoso y esquivo se ha apoderado de más de 22.000 personas en todo el mundo. Por cada una que accede a los tratamientos cinco contraen la infección: escasos indultos todavía para tanta condena no sólo a muerte, sino a una ínfima calidad de vida mientras ésta dura. A este ritmo nunca se alcanzará el acceso universal ni mucho menos se acabará con la pandemia que ya ha sido calificada por el responsable de la ONU Peter Piot como un problema específico al mismo nivel que el cambio climático. Incluso aquí, donde se dispone de atención y terapias altamente eficaces, la enfermedad y sus estigmas siguen machacando a sus víctimas. Según los estudios que acaban de ser presentados, el índice de paro se triplica entre los infectados y el rechazo social es muy grande aún si tienes una dolencia maldita que quizá ya no te mate (en los países ricos), pero que te pone la vida bastante difícil. Ante la epidemia silente en algo estamos fallando, se lamentan los especialistas.
Me consta que a la mayoría de los profesionales y voluntarios que han participado en este encuentro les gustaría quedarse sin trabajo, sin este trabajo. Porque visto lo que cada día ven (y principalmente en el caso del VIH) son lógicos los radicales pronunciamientos a favor de los preservativos, que constituyen hoy por hoy la única vacuna posible y también el método preventivo más accesible y barato. Eficaz al 95%, que ya lo quisieran la mayor parte de los medicamentos. Pero aquí, Sancho, hemos topado con el hisopo que prohíbe y con un puñado de chamanes que proclaman que esto se cura violando niñas vírgenes. Para el caso es lo mismo: atavismos y supersticiones, sabotaje. La Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida es tajante: enfrentarse a enfermedades bajo perspectivas ideológicas o religiosas y no con argumentos científicos, conduce al fracaso. "Millones de personas de todo el mundo deben su vida al preservativo", afirma su presidente, Daniel Zulaika. Algún día lo entenderemos. Y será bonito. Si Dios quiere y la burra no se muere.
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