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Nadal pide que nadie espere "milagros" con el traspaso de Cercanías

El silencio sindical en Renfe supone un aval a la transferencia ferroviaria

Las Cercanías pasarán a manos de la Generalitat el año que viene, pero que nadie espere que los retrasos, las averías y los problemas con las catenarias terminen de un día para otro. Éste es el mensaje que se ha afanado en lanzar el Gobierno catalán y en especial su consejero de Política Territorial, Joaquim Nadal, tras el anuncio del inminente traspaso. Los trenes no cambiarán en cuatro días y las infraestructuras no mejorarán hasta que avance el plan de Cercanías, como pronto a finales de este año. "Que nadie espere milagros", reclamó ayer Joaquim Nadal intentando rebajar la euforia de algunos.

Dentro del Gobierno catalán continuaron ayer las celebraciones, discretas, por el acuerdo de traspaso. El "cuando se quiere, se puede" que el presidente Montilla pronunció ante el ministro de Fomento, José Blanco, ha dado ánimos al tripartito y al PSC. La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, recogió ayer el guante. Dijo que "ojalá" pudiera desbloquearse la financiación autonómica como se ha hecho con las Cercanías.

Tanto en la Generalitat como el Gobierno central destacan que lo verdaderamente importante del acuerdo ferroviario es que ha enterrado las malas relaciones entre el Ministerio de Fomento y el Gobierno catalán.

Joaquim Nadal y José Blanco han hablado hasta cinco veces desde que el último accediera al ministerio. Charlas con contenido, más allá de la felicitación protocolaria al producirse el nombramiento. Sólo eso es ya un síntoma de los cambios de relación entre ambas administraciones. El resultado es el acuerdo de Cercanías. Más allá de las desconfianzas que puedan expresar otros partidos, lo cierto es que el pacto anunciado por Blanco y Montilla recoge una de las condiciones formuladas por Nadal a la anterior ministra, Magdalena Álvarez, y que se había constituido en uno de los principales escollos: quién decidía después del contrato programa, el 31 de diciembre de 2010.

La financiación actual del servicio no constituye un problema porque está garantizada por el contrato programa vigente. El asunto es lo que ocurra a partir de ese momento. El pacto alcanzado da la capacidad de decisión al Gobierno catalán, exactamente lo contrario de lo que ocurre con el sistema de financiación autonómica. En este caso, a falta de acuerdo, el Gobierno central es el que tiene el dinero; en lo relativo a Cercanías, si no hay acuerdo sobre la financiación futura, la Generalitat tiene la llave porque automáticamente pasa a hacerse cargo de la titularidad de Renfe en Cataluña, es decir, del personal y del material móvil. Y, además, puede decidir quién presta el servicio a partir de ese momento.

Los sindicatos expresaron el mismo día, y ayer lo reiteraron, su falta de discrepancia, lo que no es un asunto menor, porque saben que la fórmula garantiza los puestos de trabajo y en las mismas condiciones. Es decir, la Generalitat puede decidir que el servicio de Cercanías lo preste cualquier empresa, pero ésta tendría que subrogarse la plantilla de Renfe y respetar las condiciones laborales. El pacto salva, pues, dos obstáculos: otorga la capacidad de decidir a la Generalitat y garantiza los derechos de los trabajadores de Renfe.

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Otra cosa serán los "milagros" de los que habló Nadal. No los habrá, pero una vez terminen los trabajos de cambio de catenarias, por ejemplo en los túneles que cruzan Barcelona, las averías deben reducirse, y con ello se ganará en puntualidad.

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