Fuertes pérdidas en el mercado de la ciencia
La obsesión por el terrorismo ha expulsado a investigadores de EE UU mientras Asia los atrae - La era de Obama despierta expectativas y hace prever una dura competición
Los atentados de 2001 y la llamada guerra contra el terrorismo causaron el mayor cierre de fronteras en la historia de Estados Unidos, forzando un éxodo de profesores, científicos e investigadores atraídos por las oportunidades que ofrecen nuevas potencias como India o China. Ciencia es desarrollo, una lección bien aprendida y ejecutada por Asia. La era de Obama, sin embargo, abre nuevas expectativas y augura un futuro más competitivo para Estados Unidos, siempre y cuando pueda sortear los graves problemas sociales derivados de la actual crisis económica.
El gigante norteamericano atrae cada año a menos estudiantes extranjeros, según el Consejo de Escuelas de Posgrado de EE UU. Las solicitudes que más han descendido han sido las de India, que son un 9% menos que en 2008. Las de Corea del Sur han bajado un 7%. Las de China, aunque han crecido un 16%, lo hacen a un ritmo mucho menor que hace un lustro. Y, aunque muchos estudiantes chinos se formen en universidades americanas, la tendencia creciente es regresar a su país para aprovechar el boom de la economía local. El número de estudiantes que regresó a China en 2008 es de 69.300, superior en un 56% al de 2007, según datos de la agencia estatal Xinhua. En 30 años, casi un millón y medio de chinos han buscado completar su formación fuera. Casi 400.000 han regresado, muchos atraídos por los programas creados por el Ministerio de Educación chino.
Los visados no garantizan que se pueda entrar en el país
"Se trata de una cuestión racial", afirma el director de un 'think tank'
Las solicitudes de trabajadores de India han caído un 9%
Los que regresan a sus países encuentran mejores empleos
"Las pérdidas de América son una ganancia para el resto del mundo", proclama un reciente estudio de las universidades de Duke, Berkeley, Harvard y Nueva York. Sus autores entrevistaron a 1.300 estudiantes chinos e indios que habían regresado a sus países tras pasar por EE UU. Los licenciados que han vuelto a sus países han obtenido mejores puestos de trabajo. Entre los indios, un 10% trabajaba como directivo en Estados Unidos. Al regresar a su país, esta cifra creció hasta el 44%. Entre los chinos, pasó del 9% al 36%.
"Los inmigrantes de China e India que regresan a sus países lo hacen porque perciben mejores oportunidades económicas y profesionales. Informan de un avance laboral significativo y puestos de trabajo de mayor responsabilidad", dice el informe. "Dificultades laborales provocadas por una política de concesión de visados restrictiva pueden estar jugando un importante papel en este éxodo", añade.
Los miles de inmigrantes que dependen del visado saben el formidable laberinto al que se enfrentan. Los problemas comenzaron en 2001. En la que George Bush bautizó como "guerra contra el terrorismo", EE UU se convirtió en una fortaleza. Los 19 terroristas que perpetraron los ataques habían obtenido permisos de entrada con relativa facilidad en Arabia Saudí, Alemania y los Emiratos Árabes Unidos. En 2004, la comisión de investigación de los atentados emitió una recomendación que se ha cobrado un ingente número de víctimas colaterales: "Concentrarse en la capacidad de viajar de los terroristas es un arma tan importante como concentrarse en su financiación".
Desde entonces, conseguir un visado se convirtió en algo, para algunos, muy complicado. Las dificultades empiezan en los consulados y llegan hasta la aduana. Como se suele decir en las embajadas, un visado le permite a una persona viajar a EE UU, pero no garantiza la entrada al país.
Rashid Bukhari lo sabe muy bien. Este empleado del think tank Search for Common Ground llegó al aeropuerto de Dulles (Washington) el 26 de enero. Venía de Islamabad. Disponía de un visado en regla por viaje de negocios que expiraba en 2012. También tenía un billete de regreso para Pakistán el 4 de febrero. Y, con todo, tuvo que pasar el trago de un registro de su equipaje y una entrevista a fondo con un agente de inmigración. "Pensé que me habían elegido para un análisis aleatorio y decidí cooperar", explica. "Nunca se me ocurrió que me cancelarían el visado y que me mandarían de regreso a casa".
Los agentes lo retuvieron durante 15 horas, sin permitirle hacer ninguna llamada. Tomaron su teléfono y su ordenador portátil. Le interrogaron sobre sus intenciones al visitar EE UU, y a tenor del acta, sospecharon que su visita podría esconder otros propósitos más allá que trabajar para su think tank, en el que coordina proyectos para avanzar en el entendimiento entre el islam y Occidente.
-¿Ha pertenecido o pertenece a alguna organización que busque dañar los intereses de EE UU aquí o en el extranjero?
-No.
-¿Conoce o tiene amigos que quisieran la destrucción de EE UU o de sus intereses aquí o en el extranjero?
-No tengo ese tipo de amigos. No me agradaría que EE UU fuera la víctima de nada porque me gusta este país.
-Parece que usted quiere ser un inmigrante sin estar en posesión de un visado de inmigrante, y por lo tanto no se le puede admitir en EE UU. Su visa le será cancelada y se le devolverá a su país. Debe obtener un nuevo visado antes de cualquier nuevo intento de entrada en EE UU.
A Bukhari le ofrecieron un pacto que no consta en las actas. El agente le dijo que si no trataba de apelar a oficiales de más alto rango, se le permitiría regresar a Pakistán y solicitar un nuevo visado. Pero si decidía indagar más, se enfrentaba a una suspensión de cinco años.
"No me queda duda de que se trata de una cuestión racial", dice John Marks, presidente y fundador de Search for Common Ground y, por tanto, jefe de Bukhari. "No creo que quepa duda de que se trató a Bukhari de forma diferente porque es musulmán. Me resulta difícil imaginar a un europeo caucásico enfrentándose a las mismas trabas. Es un asunto que se ha visto agravado tras los atentados de 2001".
El caso de Bukhari ilustra un problema mucho mayor y que está provocando la sangría migratoria que vive la comunidad científica de EE UU. Cuando no se encuentran con un rechazo directo en la frontera, se enfrentan a dilatadísimos retrasos en la tramitación de sus visados.
The New York Times informaba recientemente del caso de Alena Shkumatava, investigadora bielorrusa que ha decidido abandonar sus estudios en EE UU porque el año pasado la embajada en Minsk tardó tres meses en tramitar un visado que, finalmente, tuvo que conseguir en Moscú. Shkumatava estudia genética en el Massachusetts Institute of Technology. En su tortuoso viaje a Europa, el año pasado, vio con terror cómo sus investigaciones se veían congeladas por tres meses. "Estoy harta de que se me trate con esta hostilidad en el país en el que vivo", dice.
Fuentes del Departamento de Estado aseguran que los retrasos en la tramitación de los visados se deben, simplemente, a un problema de personal. Pero, según los expertos, el Departamento de Estado, encargado de los consulados norteamericanos, no es el único que tiene responsabilidad.
El informe Más allá de la fortaleza americana, publicado por la Academia Nacional de Ciencias, apunta que "aunque EE UU sigue siendo un líder mundial en ciencia avanzada y tecnología, ya no domina este ámbito; es sólo uno más entre los demás líderes". "Somos cada vez más interdependientes del resto del mundo. Nuestros controles de visados han hecho cada vez más difícil para profesionales extranjeros con talento el poder venir y aprender lo excelente que tiene este país, o quedarse y hacer crecer la economía".
"Casos como éstos son una poderosa arma de disuasión", asegura Albert Teich, de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. "Esto, sin embargo, no es un problema que recaiga exclusivamente sobre el Departamento de Estado. Hay otras agencias de seguridad que tienen poder de decisión. Muchas veces son ellas las que ralentizan el proceso. El presidente Obama tiene ante sí una oportunidad única para acometer una reforma racional del sistema".
En el programa electoral de Obama figuran puntos como "reducir los retrasos de tramitación para que inmigrantes altamente cualificados se conviertan en residentes permanentes", "crear una vía rápida para que los estudiantes extranjeros que reciban un título universitario avanzado en ciencias puedan recibir un visado de trabajo sin tener que regresar a su país" o "luchar contra la imagen de que estudiantes internacionales, investigadores, científicos e ingenieros no son bienvenidos en EE UU".
"Éste es un buen momento para efectuar un cambio", opina Teich, quien, junto con otros representantes de la comunidad científica, ha preparado una declaración sobre este asunto que le hará llegar a Obama. "Si el presidente ya ha aportado cambio en asuntos como el de la investigación con células madre o el calentamiento, ¿por qué no en los visados para estudiantes e investigadores? Al fin y al cabo, en su plan de estímulo económico ya ha destinado 20.000 millones de dólares (15.000 millones de euros) para la investigación científica".
Aparte de las aulas y los laboratorios, también las empresas punteras de EE UU se nutren de mano de obra extranjera altamente cualificada. Se calcula que hay unos 500.000 trabajadores extranjeros en EE UU acogidos al programa de visados H-1B, unos permisos de residencia y trabajo temporales diseñados para que las industrias puedan retener a personal extranjero. Las firmas que más visados de este tipo tramitan son las que forjaron la revolución informática de finales del siglo XX: Microsoft, IBM, Oracle, Cisco, Intel y Google, por ejemplo.
Hace un año, Obama dijo que apoyaría "un aumento del programa de visados H-1B como una medida temporal hasta que se pueda reformar el sistema migratorio de forma razonable". Sin embargo, un desempleo que roza el 8% y dos millones de empleos perdidos este año hacen peligrar la concesión de visados H-1B. El pasado 23 de marzo, el Gobierno anunció que las empresas que reciban ayudas públicas en época de crisis deberán dar prioridad a la contratación de estadounidenses antes que a extranjeros.
Diversas organizaciones laborales y jurídicas se han opuesto a la medida. "El paquete de estímulo económico puede ser de ayuda, pero puede ser contraproducente si restringe el acceso a talentos globales de altos vuelos que pueden ayudar a crear puestos para trabajadores norteamericanos", según Charles H. Kuck, presidente de la Asociación Americana de Abogados de Inmigración. "En muchos sentidos, esta decisión es contraria al llamamiento del presidente Obama de que los valores que secundan el paquete de estímulo económico deberían sustentarse no sobre factores ideológicos, sino por su efectividad".
Aunque Obama haya manifestado su voluntad de ampliar las ofertas a trabajadores extranjeros, su gran problema puede estar en el mismo Capitolio. Los congresistas, que se deben a los votantes, ven el aperturismo como un riesgo difícil de amortizar. Los senadores Chuck Grassley y Dick Durbin presentaron en 2007 una ley que obligaría a las empresas a dar prioridad a los trabajadores norteamericanos. Ambos opinan que esta crisis es la prueba ideal de que se debe llegar a tal extremo. La ley tiene más opciones de prosperar que nunca. "Los visados H-1B fueron ideados para utilizarlos como una medida temporal cuando no había trabajadores americanos cualificados para cubrir puestos altamente especializados".
"En esta materia, las cosas no se pueden analizar en el corto plazo", dice James Sherk, experto en política laboral en la Heritage Foundation, un prestigioso centro de análisis político de ideología conservadora. "Que Estados Unidos contrate a 40.000 trabajadores extranjeros no significa que 40.000 norteamericanos perderán una oportunidad de empleo. Lo que importa es la destreza y la preparación. Estos trabajadores extranjeros, con su formación de alto nivel, pueden ser de mucho valor para dinamizar el sector y crear más puestos de trabajo en el futuro".
En sus primeros días en la Casa Blanca, Obama se ha comprometido a acometer una reforma del sistema migratorio, que lleva años en el limbo de los asuntos políticamente delicados. De él depende que EE UU vuelva a convertirse en el refugio dorado de los científicos e investigadores del mundo.
Con información de Jose Reinoso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.