Conspiración y paranoia literaria en torno a lady Diana Spencer
El escritor Julián Ríos convierte en novela la muerte de la princesa de Gales
De algún modo, el Mercedes W-140 con matrícula 688LTV75 sigue avanzando por el túnel, aunque ya ha chocado contra la fatídica columna número 13, ya ha rebotado como un pelele contra el otro lado, ya hay tres almas a punto de purgatorio bajo el Puente de Alma (una princesa, un magnate, un guardaespaldas), -¿accidente, conspiración?-, ya hay un icono, un mito en marcha, es infinita la capacidad de lo legendario.
Si por Julián Ríos fuera, Diana Spencer, Lady Di, princesa de Gales y de Corazones, seguiría cabalgando como objeto literario entre París y Londres, una y otra vez, en forma de notas, folios, ideas y apuntes infinitos: todos los que Julián Ríos (Vigo, 1941) tuvo que dejar finalmente fuera de Puente de Alma (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), novelón monumental sobre, de, hacia, en torno a la desaparición de Diana Spencer en un túnel de París el 31 de agosto de 1997.
"Con ella ha sido como la fascinación del astrónomo ante una nueva estrella"
"Hay que cabalgar dos caballos: narración y lenguaje. Si no, la cosa falla"
Si de Julián Ríos dependiera, la estela de la diosa del papel cuché continuaría viaje a bordo de ese barco de los muertos que se ha inventado, de esa Dianalandia por la que pululan, entre sombras, Braque, Picasso, Baudelaire, Isadora Duncan, Clint Eastwood, Louis-Ferdinand Céline, Schuman, Joseph Roth y hasta Julio Iglesias.
Pero más allá de las mitologías y las genealogías culturales, lo que llevó a Julián Ríos a sentarse a escribir sobre el personaje fue la barahúnda de carne y hueso organizada por la muerte de la princesa. "Para mí ha sido algo parecido a la fascinación de un astrónomo ante el nacimiento de una estrella", confiesa el escritor en su casa de Saint-Martin-la-Garenne, un idílico paraje rural frente al Sena que pintara Monet, a media hora en tren de París: "Recuerdo, en los días siguientes a la muerte de Lady Di, aquel gentío arremolinado ante la llama dorada del Puente de Alma donde se mató... La semilla de esta novela fue ver ese corro incesante junto a la llama dorada".
No parecía lógico, a priori, que el escritor de culto, el autor de brutales experimentalismos literarios del calibre de Larva o Poundemonium, el padre del estremecedor Cortejo de sombras, cayese rendido ante La Luminosa (como uno de los personajes del libro llama a Lady Di). Pero... "Empecé a interesarme por ella, algo que jamás hubiera podido pensar... Lo que de verdad me interesa de esta historia es toda la serie de variaciones que hay sobre temas como la conspiración, la paranoia o la obsesión que experimentan a menudo los seres corrientes por las figuras que están lejos de ellos, a las que ven como estrellas distantes... Algo que pueden entender bien los lectores de ¡Hola!, por ejemplo".
Cruce de caminos entre la tradicional investigación sobre el lenguaje marca de la casa Ríos y lo que sospechosamente se aproxima muy mucho a una valiente veleidad de sabueso periodista, Puente de Alma navega sin complejos entre las esferas del ocultismo, la reencarnación y los aparecidos y un tono mucho más lineal / narrativo de hechos y gentes, y entre esas gentes, el fascinante Henri Paul, el jefe de seguridad del hotel Ritz que conducía el Mercedes de la muerte, pianista, oscuro y borrachín reventado en el túnel.
La fórmula queda establecida así por el autor, que confía sobremanera en "el estado de ánima" descrito por Gauguin: "Los libros se escriben con el cuerpo pero si no se pone alma en ellos, se consigue poco. Tal y como yo lo veo, los libros requieren de tres cosas: la cabeza, el corazón y la mano. Si no van juntas no hay gran arte. Y yo siempre he creído que, en literatura, hay que cabalgar dos caballos a la vez: el de la narración y el del lenguaje. Si no se hace, la cosa falla".
Una colorista y melancólica turbamulta de artistas, escritores, agentes de seguridad, paparazzi, magnates, jetas profesionales de la vida, alcohólicos irredentos y dubitativos poseedores de sangre azul transita por ese puente en un loco ir y venir que podía extenderse hasta lo infinito. "El modelo de mi literatura es el movimiento de la espiral, y Puente de Alma tiene mucho de espiral: los temas y los personajes van, vienen, van, vuelven... La espiral está en mi obra desde mis inicios literarios", comenta Ríos recostado en un sofá de su casa, muy cerquita de una primera edición de Rayuela de Cortázar, varias pinturas de su amigo R. B. Kitaj y los efluvios de unos mareantes vinos de Alsacia y Borgoña.
Y en el centro de esa espiral que se abre y se cierra, como principio y fin, Diana Spencer. "Ella era un personaje con muchas máscaras; para unos era un ser compasivo, casi un ángel, y para otros era una mujer histérica y manipuladora, odiosa. No estamos, desde luego, ante un personaje plano, sino ante alguien lleno de aristas, y eso para un escritor es muy interesante: escribir sobre alguien que es como una anguila, alguien que se nos escapa de las manos", explica.
Le sirve la publicación de este nuevo libro a Julián Ríos no sólo para hablar de él, sino también para ejercer -una vez más- contra los fantasmas de lo que él llama "la desliteraturización". O lo que bien podría llamarse el noble arte del gato por liebre. Así lo ve: "Lo que amenaza hoy a la literatura no es la literatura comercial o de entretenimiento, que ha existido siempre, el honesto fabricante de productos de ocio; no. La amenaza es la falsa literatura, aquello que quiere hacerse pasar por ella cuando no lo es".
Acostumbrado al tradicional vapuleo de un amplio sector de la crítica literaria por sus aventuras y manipulaciones del lenguaje (incluidos sus infinitos y a veces quizá excesivos juegos de retruécano y calambur) y defendido a muerte por gente como Carlos Fuentes o Juan Goytisolo, Julián Ríos -electrón libre ajeno a camarillas- pronuncia su teoría de la pureza literaria y advierte: "En tiempos de prisa como éstos, en los que todos hacen blogs y todos quieren escribir y publicar rápido, el único refugio de la literatura de verdad es esa forma de escribir artesanal, con mimo, con tiempo de maduración como un buen alcohol, y que exige también que se sepa paladear".
Ríos establece un paralelismo entre goce literario y placer sexual: "Hay que defender esa forma de escritura como una parte sensual que se le ofrece al ser humano. Yo comparo la lectura de una buena novela con la degustación de un buen plato o con una buena experiencia erótica en la cama. Si se pierde ese lado de sensualidad, se habrá perdido una de las facultades de gozar del ser humano. Pero un día, los críticos literarios y los profesores de literatura entrarán en las librerías como si fueran arqueólogos".
Y como despedida, el vistazo lejano del eterno exiliado (Londres, Berlín, París) que escapó de la grima franquista y decidió no volver: "Todo lo que escribo es, en el fondo, muy español aunque no lo parezca. Pero mi español no es el carpetovetónico ni la falsa españolada de cármenes y flamencos. Ya lo dijo Borges: 'La prueba de la autenticidad del Corán es que no salen camellos'. Mis modelos de español son Picasso y Buñuel".
Biblioteca selecta Julián Ríos
- Larva. Babel de una noche de San Juan. Ed. Llibres del Mall, 1983.
- Poundemonium. Ed. Llibres del Mall, 1985.
- Sombreros para Alicia. Muchnik Editores, 1993.
- Amores que atan. Ediciones Siruela, 1995.
- Monstruario. Ediciones Seix Barral, 1999.
- Cortejo de sombras. Galaxia Gutenberg, 2008.
- Quijote e hijos. Galaxia Gutenberg, 2008.
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