La hora de Cuba
Obama hace un gesto hacia La Habana en vísperas de la cumbre de las Américas
El cambio de rumbo de la política exterior norteamericana va en serio, y así ha querido demostrarlo Obama con respecto a Cuba tras los recientes mensajes a Irán y su decisiva gira europea.
Poco a poco, el nuevo mapa internacional de Washington va tomando forma de acuerdo con la apuesta por la diplomacia de la Administración demócrata. Y el momento elegido para revisar algunas de las medidas adoptadas en el pasado contra el régimen de La Habana no puede ser más oportuno. No sólo porque Cuba se enfrenta a una transición que únicamente la tutela de Fidel Castro sigue retrasando, sino también porque el próximo viernes tendrá lugar el primer cara a cara de Obama con los líderes latinoamericanos durante la V Cumbre de las Américas, que se celebra en Trinidad. Al levantar las restricciones sobre las remesas y los viajes a la isla, Obama ha colocado a Cuba y a los países hasta ahora más hostiles a Estados Unidos en la necesidad de responder con un gesto que también contribuya a la distensión.
Aunque el embargo sigue vigente, la decisión de Washington apunta la posibilidad de levantarlo y, por tanto, contribuye a adelantar la hora de la verdad para el régimen cubano. Si el Gobierno de La Habana se inclina por iniciar la normalización de las relaciones a la que invita este primer gesto de Obama, tarde o temprano se verá obligado a desmontar la retórica tras la que ha eludido sus responsabilidades de medio siglo en la situación económica y social de la isla. El embargo ha penalizado a la población y ha resultado ineficaz para promover la apertura política del régimen, pero no es la única ni siquiera la principal causa de las muchas carencias que padecen los cubanos. El régimen de Castro no ha representado una excepción al fracaso de la economía planificada para cubrir las necesidades sociales básicas.
Es probable que la diplomacia estadounidense haya adoptado las decisiones anunciadas ayer pensando en Cuba y, además, en los Gobiernos de la izquierda populista que han intentado recuperar la revolución castrista como referente político. También para ellos podría estar aproximándose la hora de la verdad, en la medida en que los movimientos diplomáticos de Obama limitan la eficacia de la retórica antiimperialista. Y todo ello en un momento en que la crisis internacional ha comenzado a azotarlos, sobre todo a países que, como Venezuela, dependen de las exportaciones energéticas para desarrollar su peculiar política tanto interna como exterior.
Es seguro que levantando las restricciones a las remesas y los viajes, Washington ha alterado el signo de la cumbre de las Américas. Falta por comprobar si las reacciones de sus interlocutores permitirán avanzar en la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos, y en el retroceso de las pulsiones autoritarias que proliferaron a la sombra de la anterior Administración.
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