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CON GUANTES
Columna
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Veloces

Lo más sorprendente de la velocidad es la paciencia que requiere. Desconcierta ver a Fernando Alonso doblándole los alerones a un coche de un trillón de dólares para ganarle unas décimas. Teniendo en cuenta que cada equipo cuenta con bien pagados ingenieros, probadores, relaciones públicas, servicio de catering, mecánicos, calentadores de neumáticos y hasta unas chicas muy monas que sujetan paraguas, Dios sabe para qué, no deja de ser asombroso que quien más quien menos de entre nosotros le vaya sacando el cuello al agua en solitario. No dudo del talento y la capacidad del tal Alonso, ni del talento o la capacidad de cada uno de sus compañeros y enemigos de casco, pero caminando en solitario por esta primavera de nuestro desconcierto, me temo que lo que tanto nos impresionaba de los grandes deportistas (son capaces de aguantar la presión), cada vez nos va a ir impresionando menos. Hay quien se hunde y hay quien nada sin sponsor, y sin ruido, y hasta sin hacer burbujas sobre la superficie del lago.

Si acelerar una máquina supersónica requiere del cénit del talento, el esfuerzo denodado, la fe y el espíritu de sacrificio de miles de trabajadores altamente cualificados, habría que guardar al menos un segundo de silencio, en señal de admiración, por los que sin ser nada del otro mundo aún no han muerto, pero puede que mueran tratando precisamente de no morir.

En la fórmula uno se contentan con rasparle dos décimas de segundo a una máquina del futuro; en la vida normal se nos va el tiempo tapando agujeros sin que nadie aplauda. Somos unos pilotos asombrosos de la nada. Y lo cierto es que a la nada le vamos raspando lo poco que se deja. Sin alerones.

Si la política, a pesar de sus trajes de alpaca, no es más que la gestión de lo común, eso a lo que llamamos el día a día, como quien no dice nada, sería entonces la gestión del daño que lo común hace en lo propio.

Entre los grandes planes para un futuro mejor, y aparte de cambiar las patrias de sitio, o el corazón de la patria de casa, o lo que sea que estemos haciendo con los corazones y las patrias, he escuchado una idea muy bonita que al parecer este Gobierno piensa poner en práctica en cuanto tenga los recursos necesarios (o desviando los recursos necesarios, o reinventando los recursos necesarios), me refiero al I+D, la apuesta por el desarrollo de nuevas tecnologías y la completa revisión de nuestro sistema de producción. Es decir, la alteración profunda de las bases mismas de nuestra economía.

Teniendo en cuenta que no hemos avanzado mucho en este país en materia de dejar de pegarnos con una garrota, apostarlo todo ahora a doble o nada a la mecánica cuántica no sé si es una temeridad o la primera idea sensata desde la reforma agraria.

No seré yo quien frene el entusiasmo de los marineros del nuevo mundo, pero me temo que o empezamos ya mismo a investigar las razones que nos han llevado a investigar tan poco, a educar tan mal, a refugiarnos en la casita de ladrillo del cerdito más listo, o nos van a dar las uvas dándole cuerda al carillón digital del mañana.

En esto de afinar la puesta a punto, nos lleva Alonso mucha ventaja. Al menos él hace tiempo que maneja un coche de última generación. Nosotros tendremos que empezar casi de cero. Pero mejor tarde que nunca. La otra opción sería ir para atrás y convertirnos definitivamente en un parque temático del pasado ruinoso, a la manera del England, England, de Julian Barnes. Un lugar donde el atraso pueda ser disfrutado previo pago de una entrada, con sus banderas, sus odios, sus dioses y sus arcaicas tradiciones pretecnológicas intactas.

Según Obama, el futuro ya está aquí y es verde, solar y diferente, y el que se quede quieto no sale en el Facebook.

Al ritmo que van las cosas en nuestros palacios, en las próximas elecciones, por si acaso, pienso votar a Jovellanos.

Para ir avanzando.

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