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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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El viajero retraído

Manuel Rodríguez Rivero

La foto fue tomada en la plaza de Tiananmen un soleado atardecer de abril de 1974, y en ella figuran, además de dos guías vestidos de riguroso negro, François Wahl -el gran editor de Seuil-, Philippe Sollers, Marcelin Pleynet -animadores de la entonces promaoísta Tel Quel-, y Roland Barthes, que es el único que lleva corbata y posa ligeramente retraído. Los cuatro intelectuales, junto con Julia Kristeva -que, además de prominente miembro de la redacción de la célebre revista literaria, fue la autora de la instantánea- habían sido invitados oficialmente a visitar una China todavía inmersa en las oscuras luchas de poder desencadenadas por la Gran Revolución Cultural Proletaria. Aquella primavera la retórica revolucionaria se concentraba precisamente en la campaña Pi-Lin pi-Kong, en la que la crítica conjunta a Confucio y Lin Piao servía para atacar crípticamente a Chu En Lai, quien no agradaba a la izquierda como posible sucesor del Gran Timonel.

La publicación de los 'Carnets du voyage en Chine' nos muestra crudamente el profundo malestar que sintió Barthes en aquel viaje

Aquél fue uno de los últimos ejemplos notables de la larga serie de periplos ideológicos de intelectuales occidentales por los países comunistas, iniciada en octubre de 1917: una variedad muy siglo XX de la moda del Grand Tour dieciochesco mediante el que los jóvenes pudientes completaban su educación antes de adquirir el estatuto de adultez. Como ocurría entonces, el viaje de "descubrimiento" solía completarse con el rito del relato del regreso, en el que los viajeros publicaban -a menudo con exageraciones suscitadas por el entusiasmo- sus impresiones ante todo cuanto de nuevo, extraño o admirable habían encontrado. Ahora ya sabemos que, en no pocos casos, la mirada implícita en las narraciones de los intelectuales europeos que contaron su experiencia en los países del "socialismo real" estuvo seriamente afectada por lo que alguien ha llamado "retinosis pigmentaria", una especie de ceguera ante todo lo que pudiera estropear un cuadro ya muy esbozado antes de emprender el viaje.

Barthes, que nunca participó del todo de los entusiasmos prochinescos de Sollers y sus amigos, escribió puntualmente a su vuelta un artículo para Le Monde en el que, con inteligencia, pero con excesiva timidez, dejaba entrever sus reticencias. Ahora, tras la polémica publicación (por Christian Bourgois) de sus tres Carnets du voyage en Chine, el profundo malestar que experimentó en aquel viaje se nos muestra crudamente. Y no tanto porque en esas notas, espontáneas y a menudo triviales de puro enunciativas, se viertan críticas acerbas a aquella realidad con la que los guías -o los responsables políticos- se esforzaban por obviar la otra más real que se desplegaba al otro lado de la retórica, sino porque Barthes, igual que en la foto, se nos muestra retraído. Está presente -y mira-, pero también está ausente: participando de la misma actitud "neutra" característica del grado cero de la escritura. Mientras sus (entonces) entusiastas compañeros, recibidos con pancartas que daban la "Bienvenida a Tel Quel" (¡!), se concentran en cifras y logros, Barthes, incorregiblemente proustiano, se fija en formas, detalles y matices -una máquina de coser, el atractivo esquivo de un joven camarero, las tonalidades del trigo verde- mientras se protege de la logorrea propagandística y trata de conjurar su muy sintomática jaqueca nocturna. Sus fragmentarias notas son reveladoras de cómo, a medida que transcurre el viaje -en el que, por cierto, releyó Bouvard et Pécuchet, cuyos protagonistas confunden la realidad y sus signos- el semiólogo se va retrayendo de lo que le muestran y se refugia en la acumulación impresionista de lo que ve, quizás para mitigar los efectos de la intensiva inmersión oficial. Por eso, a pesar de que en el balance de aplicado "compañero de viaje" apunte admiraciones y resistencias, el lector de estas notas no puede por menos de encontrar revelador ese OUF! final en mayúsculas con el que Barthes expresa, incontenible, el alivio del regreso.

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