Sobre las becas
Hace un mes se presentó en el Ministerio de Ciencia e Innovación el informe Datos y Cifras del Sistema Universitario 2008/2009, documento que anualmente muestra una instantánea de la Universidad española y algunos datos de su evolución. También permite comparar la Universidad española con la de otros países.
Sin duda es positivo ver que la educación superior española alcanza a amplias capas de la población, pero esto se ve empañado por la escasa financiación pública por estudiante, inferior a la de la media de la OCDE y muy por debajo de la que tienen los países europeos de referencia.
Aunque no se derive del documento, lo peor de la Universidad española son el largo tiempo de permanencia de los estudiantes en la Universidad y su abandono. Estos datos sugieren que si los recursos dedicados a la Universidad -aunque sólo sea el insuficiente 0,90% del PIB- se aplicaran a un sistema eficaz, el gasto por estudiante crecería notablemente, con lo cual los recursos que se malgastan por el bajo rendimiento y el abandono de los estudiantes permitirían que los estudiantes se graduasen con mejor formación.
Obviando los problemas internos de funcionamiento de la Universidad, que los hay, debemos preguntarnos la razón de este bajo rendimiento. Una de las explicaciones, en lo que se refiere a los estudiantes, se halla en el binomio coste de la matrícula-ayudas y becas combinado con las normas de permanencia de los estudiantes en la Universidad.
España está entre los países de la OCDE que tienen las matrículas a un precio relativamente bajo y un sistema de becas y ayudas poco desarrollado. Aunque, en teoría, el bajo coste de la matrícula podría no ser una barrera para acceder al estudio, la poca cantidad de becas, muchas de ellas destinadas sólo a pagar la matrícula, y su importe escaso hacen que el estudiante que necesite dinero para mantenerse o aportarlos a su familia no pueda estudiar o dedicarse plenamente a ello.
Entre los candidatos a entrar en la Universidad están aquellas personas con recursos suficientes para costearse la matrícula sin necesidad de trabajar, los que tienen dificultades para sufragar la matrícula y precisan algún dinero para sus gastos diarios, y los que deben recibir un salario, aunque sea modesto, para el sostenimiento familiar. En el segundo caso, la matrícula puede ser una dificultad y las becas actuales, para los que las logren, pueden ser una ayuda, pero la situación más grave se da en el tercer caso. El problema para ellos no es sólo la matrícula sino el no disponer de recursos para subsistir. En estas circunstancias están los estudiantes que compaginan algún tipo de trabajo con el estudio y que difícilmente podrán tener buen rendimiento académico, graduarse en el tiempo previsto o, incluso, acabar su carrera.
El sistema español es socialmente injusto al no garantizar ni la igualdad de oportunidades ni la equidad. Éstas se dan cuando cualquier estudiante que lo requiriera tiene una beca suficiente para sufragar la matrícula -cualquiera que sea su importe-, mantenerse y contribuir, si fuera necesario, a los ingresos familiares. Es natural que un sistema de estas características deba tener en cuenta el rendimiento académico. Así, los estudiantes que no superen los créditos matriculados deben ver reducida o no renovada la beca y, al mismo tiempo, las normas de permanencia deben evitar que los que no aprueben se vayan perpetuando en las universidades y que abandonen tras múltiples repeticiones de las asignaturas con la consiguiente pérdida de tiempo y uso ineficaz de los recursos públicos.
El problema se agrava con la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior. El modelo adoptado demanda más recursos y una dedicación al estudio mayor, a tiempo completo, y esto, salvo que se pretenda que los estudiantes con menores posibilidades económicas no estudien o tarden más del doble de tiempo en graduarse, debe resolverse mediante un sistema de becas justo y suficiente, pero también con rigor por parte de las universidades para evitar que los recursos públicos se malgasten con personas que van a la Universidad a pasar el día. Una mejora en el sistema de becas permitiría liberar recursos humanos y materiales que podrían dedicarse a mejorar la aplicación del Plan Bolonia y la formación de los estudiantes.
España, según datos de la OCDE referidos al 2005, sólo dedicaba el 0,08% del PIB a becas y ayudas al estudio universitario, la media de la OCDE era del 0,25%. Es evidente que el Gobierno debe hacer un esfuerzo económico para crear en pocos años un sistema de becas y ayudas al menos equivalente en recursos a la media de la OCDE y que alcance a los estudiantes de grado y para aquellos para los que el máster sea imprescindible para ejercer la profesión o para realizar su tesis doctoral.
Debe hacerse sin pérdida de tiempo. El Gobierno debe poner los medios económicos necesarios. Ya ha dado un paso, deben seguir otros. El futuro y la equidad del sistema social del Estado están en juego.
Enric I. Canela es catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de Barcelona
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