"Los filólogos somos poca cosa al lado de los escritores"
Ha pasado de ser una anónima catedrática universitaria de Lengua Española a convertirse en una de las mujeres de moda. Desde que una terna de miembros de la Real Academia Española (RAE), compuesta por Margarita Salas, Álvaro Pombo y José Antonio Pascual, la propusiera para ocupar el sillón vacante del desaparecido poeta Ángel González, la vida de la filóloga y lingüista Inés Fernández-Ordoñez (Madrid, 1961) ha cambiado por completo y ella se pregunta si alguna vez volverá a ser como antes. Hija del que fuera presidente del Patronato del Museo del Prado, el fallecido José Antonio Fernández-Ordoñez, la nueva académica, elegida ayer en la tercera ronda de votaciones, se define como una "persona joven con interés por cosas antiguas". "Mis investigaciones apuntan a campos científicos de otra época, aunque enfocadas con una perspectiva moderna". Formada en la Universidad Autónoma de Madrid, esta profesora de hablar pausado y ademanes suaves tiene auténtica pasión por la historia del castellano, por los dialectos del español que se hablan en la Península y por el estudio del laísmo, el leísmo y el loísmo. "Hace años me encargaron dar clases de dialectología y me aficioné a esta disciplina porque pensaba que el español se trataba como un conjunto muy cerrado y monolítico. En realidad se nos ha presentado una visión poco compleja del español y yo respeto todas las formas de hablar el idioma. Por supuesto, no creo que unos dialectos sean mejores o peores que otros".
Tiene aspecto de ser tenaz y tal vez por eso logró que la Autónoma dedicara un presupuesto fijo para viajes de prácticas en dialectología. Fruto también de esa constancia y de esa laboriosidad al viejo estilo, a imitación de la escuela de Ramón Menéndez Pidal y Diego Catalán de la que se reconoce heredera, la nueva académica ha visitado 721 enclaves rurales de España para configurar, con la ayuda de varias generaciones de alumnos, el Corpus oral y sonoro del español rural (Coser). "El español rural se está perdiendo en muchos aspectos", confiesa la filóloga, "aunque en algunas facetas penetra en el lenguaje de los núcleos urbanos. Es un fenómeno imparable y, por ello, buena parte de las investigaciones sobre el español rural o se abordan pronto o ya no se podrán hacer". De todos modos, Inés Fernández-Ordoñez comenta esta pérdida sin falsa nostalgia, con un realismo que explica así: "Fijamos nuestros modelos lingüísticos entre la infancia y la primera juventud. Por esa razón, al tiempo que envejecemos, soportamos menos las innovaciones en la lengua. Se trata de una resistencia puramente generacional".
Todavía está aturdida por el cambio de vida que le supondrá pasar a ser la cuarta mujer que ocupa un sillón en la RAE, en su caso, la P, junto con la escritora Ana María Matute, la historiadora Carmen Iglesias o la científica Margarita Salas. Sus amigos y familiares la han animado a aceptar este reto, a sus 47 años, que la convierte en un cargo vitalicio, pero ella está más emocionada por conocer de cerca a escritores que admira como Mario Vargas Llosa. "La verdad es que, al lado de los creadores y de los escritores, los filólogos somos poca cosa. Nuestra función consiste en investigar y ofrecer a la sociedad recursos lingüísticos y literarios". Anuncia que luchará para que otras mujeres entren en la Academia y señala: "No soy partidaria de las cuotas. Pero, desde luego, estoy a favor de que la presencia femenina en la RAE refleje una proporción acorde con el peso de las mujeres en la vida cultural y universitaria"."Hay que investigar el español rural antes de que se pierda del todo" "La Academia debe reflejar el peso de las mujeres en la vida cultural"
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