Entrando en dificultades
1 - Para Cioran, "la invención supone menos la vivacidad del espíritu que la perseverancia, la capacidad de ahondar, de rebuscar, de empeñarse en lograr algo... La chispa surge de la obstinación". Siento fervor por la tendencia a concentrarse en algo y terminar hundiéndose en el conocimiento tan exhaustivo como peligroso del tema. Cuando nos adentramos en un mapa de preguntas y dificultades, el acto mismo de la atención que le dedicamos al nuevo tema puede hacer que quedemos atrapados en un remolino sin retorno que nos lleve lejos, incluso a modificar la realidad. Son las felices consecuencias de ciertas indagaciones o concentraciones mentales que a veces, además, nos llevan a notables sorpresas. Me ocurrió, sin ir más lejos, hace unos años, merodeando por la Rue Vaneau de París, después de haber escrito ya sobre ella. Fui demasiado lejos en mi obstinación por los misterios de la calle, y finalmente el terror y el instinto de conservación me empujaron a no seguir adelante.
Tiene, con todo, muchas compensaciones ese invisible trabajo obstinado cuando, por ejemplo, uno observa que, tras el ahondamiento y la concentración, llega la feliz hora del lector, el momento en que éste se encuentra con la brillante aproximación inesperada y la feliz ocurrencia, generalmente nada espontáneas. A veces, ese lector incluso ignora que, detrás de la chispa ingeniosa, está el trabajo de días y noches sin dormir; la perseverancia, la insistencia en ahondar, en rebuscar, en empeñarse en lograr algo; la inmersión del autor en un paisaje interior de enmarañada complejidad y en aquello que para Italo Calvino era la multiplicidad, una de sus seis propuestas estilísticas para este milenio.
Una complejidad a la que no parecen ajenos los intereses de la universidad británica de Warwick, donde acaban de fundar un sorprendente premio, bien remunerado, que recompensa la presencia del elemento complejidad en las novelas publicadas este año en el país. Hay ya 10 finalistas y una complejísima expectación. ¿Qué sucedería si entre nosotros pasara también a considerarse la complejidad como una cualidad que no estorba precisamente en la narrativa? Tal vez asistiríamos al descenso de una peste nacional: la novela castiza y plana, orgullosa de ser tan simple como naturalista.
2 - Uno siempre se arriesga cuando le pide algo a un lector porque nunca sabe en qué manos caerá su libro, y éstos son los riesgos que corres" (William Gaddis, al agradecer el National Book Award).
3. - Para Calvinomucho antes de que la ciencia reconociera oficialmente el principio de que la obstinación en un tema interviene modificando de algún modo el fenómeno observado, Carlo Emilio Gadda -uno de los ejemplos de escritor de la multiplicidad que nos propuso Calvino- ya sabía que "conocer es insertar algo en lo real, y por lo tanto deformar lo real". Aunque el famoso mercado del libro está bien surtido de ellas, ya no es de recibo una novela moderna que renuncie al conocimiento que trae consigo la complejidad. A diferencia de la literatura de otro tiempo, que tendía a la integración del saber humano y a la cohesión, los libros modernos que más amamos nacen de la confluencia y el choque de una compleja multiplicidad de métodos interpretativos, modos de pensar, estilos de expresión. Seguramente, Moby Dick abrió el fuego. Un sucesor de Melville, el también norteamericano William Gaddis, debería haber sido inscrito por Calvino entre los practicantes de la complejidad, de lo que vulgarmente llamamos "lo difícil" y que a veces deviene incluso en "lo ilegible". El caso de Gaddis es muy peculiar porque parece situar la complejidad directamente, sin el menor rodeo, en un primerísimo plano de su escritura, y dejar que chispa y obstinación bailen ahí unidas. Una ilustración perfecta de este procedimiento es Ágape se paga, su extraña novela, libro que de entrada juzgamos ilegible para poco después cambiar de opinión cuando nos lanzamos a leerlo -Rick Moody aconseja hacerlo rápido y sin detenerse a pensar demasiado en lo que no dice- y vamos celebrando la evidencia de que, sin este tipo de escritores de la complejidad, la literatura no habría salido nunca del naturalismo primitivo de nuestros antepasados simios. Todo el mundo habla de la crisis, pero hay otras dificultades de las que también se puede hablar, algunas incluso amenas, lo que es de agradecer. Hay crisis que, como la que provoca la lectura de Gaddis, comportan una imprevista riqueza y un gran estímulo porque nos dejan una valiosa experiencia de dificultad que tal vez teníamos ya muy olvidada. Rodrigo Fresán, en el orientador prólogo a Ágape se paga, cita un breve pero revelador fragmento de una entrevista con Gaddis, este genio incomprendido en su momento, maestro de Pynchon y DeLillo, novelista genial de la complejidad. Me parece que ese fragmento lo resume todo, incluida -es sólo una idea- la necesidad de que haya movimientos ciudadanos que hagan regresar la multiplicidad a nuestras vidas y a las novelas. Le preguntan ahí a Gaddis si escribe de esa forma complicada porque ésa es la manera más fácil para él de hacerlo, o es que obras tan difíciles de leer son igualmente difíciles de crear. Y Gaddis, sin inmutarse, en su permanente crisis divertida, contesta: "Bueno, como he intentado dejar claro, si el trabajo no me resultara difícil lo cierto es que moriría de aburrimiento".
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