El vuelo del italiano
La Italia que trajo aquí, a Guadalajara, donde es invitada especial, poesía, cine, novela, ensayo, café y espagueti, estaba ayer avergonzada de lo que hizo el ministro volador, Franco Frattini, que llegó, pronunció un discurso repleto de lugares comunes y se fue como había venido. Los editores italianos, que se han tomado tan en serio esta feria, a la que antes sólo ha sido invitada España como país europeo, se apresuraron a pedir disculpas. ¿Qué pasó? Nada, al ministro le entró la prisa. Llegó tarde, con un séquito inmenso, incluida una decena de periodistas, irrumpió desconsideradamente en el Presídium (aquí lo llaman así, como en la URSS), reacomodó sillas para sentarse en la presidencia, y en cuanto dijo sus palabras llamó a uno de sus edecanes, le dio una nota, lo llamó de nuevo, le hizo hablar por teléfono y antes de que Lobo Antunes contara por qué escribe, los altoparlantes despidieron a Frattini.
La historia ya se sabe, pero aquí ha tenido tanta repercusión que se ha llegado a decir que porque venía el ministro no venía García Márquez, ni Carlos Fuentes. Probablemente las especulaciones se parecen a las fábulas que hay en FILniños (la joya de esta feria), pero responden a la verdad. Se dijo que Fuentes no vino porque estaba lejos, y que Gabo quería ir a bailar y a beber a Tequila. Lo hizo. Lo cierto es que no suele fallar; llega, se sienta, escucha e imparte un sabio silencio; y aplaude. No vio al italiano, no tendría ganas de aplaudirle.
Una vez vino Borges a México y se encontró con Juan José Arreola, el gran escritor tapatío, famoso por su verborrea, igual que Rulfo fue famoso por su mudez. Qué tal le fue el encuentro, maestro. "Muy bien, pude introducir unos sabios silencios", respondió. Sobre el ministro italiano aquí cayó el silencio de Borges (y el de Gabo), aunque lo que él dijo no le llegara ni a la suela de los zapatos a la gracia de Arreola.
Babelia
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