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Columna
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Amistades peligrosas

Una propensión irrefrenable de los políticos es la de confundir sus intereses particulares con los de la sociedad. Así, se inventan amistades y enemistades que los sufridos pueblos ni se habrían imaginado. En la época de la segunda guerra mundial resulta que éramos amigos entrañables de Italia y Alemania, pero enemigos de Francia, Gran Bretaña y Rusia, cuando lo que todos sabían es que en España había un régimen fascista, amigo de sus conmilitones y enemigo de las democracias y del comunismo. No debe creerse que este descaro de las afiliaciones interesadas es exclusivo de las dictaduras. EE UU se ha pasado el siglo XX apoyando en América Latina a los regímenes despóticos de derechas, nuestros amigos, y boicoteando a los regímenes -a veces también despóticos- de izquierdas, los enemigos de la libertad.

Por eso me preocupa la noticia de que el Gobierno valenciano se propone rebajar el presupuesto de las universidades hasta en un 25%. ¿Qué se esconde detrás de esta intención? No creo pecar de desconfiado si la relaciono con una reciente foto de Francisco Camps y Esperanza Aguirre junto con la declaración de que la Comunidad Valenciana y la Comunidad de Madrid tienen intereses comunes. Como en este caso no ha lugar a sabrosos cotilleos -estilo Sarkozy y Merkel-, habrá que tomárselo en serio. Y uno se pregunta: ¿por qué este repentino acercamiento a Madrid? Es obvio que son dos comunidades gobernadas por el mismo partido. También es evidente que, como su líder nacional no acaba de consolidarse, pudiera llegarse a una alternativa pilotada por la lideresa madrileña, así que los nuestros están colocándose por si acaso. En términos partidistas es una estrategia explicable, pero en términos del interés de los valencianos lo veo más difícil. No digo que Valencia y Madrid carezcan de intereses comunes. Nos hemos pasado casi un cuarto de siglo temiendo ser invadidos por Cataluña y el cambio de pareja de baile vino a coincidir con el cambio de inquilino en el Palau de la calle de Cavallers. Lógico. Además, mientras que las economías de Cataluña y de la Comunidad Valenciana son bastante coincidentes -y, por lo tanto, compiten entre sí-, con Madrid hay complementariedad. La Marina y La Safor son las playas de los madrileños, nuestros puertos son la salida natural de las mercancías del centro y así sucesivamente. Pero esto es una cosa, y otra, suponer que debemos clonar sus recetas en todo.

Voy a lo del recorte presupuestario. Agotado el ciclo del ladrillo y hundida la industria de productos baratos por la competencia asiática, a la Comunidad Valenciana no le queda otra opción que innovar o morir. O sea I+D. Pero, en Europa, I+D significa universidades: yugular su presupuesto es rebañar el gaznate de la sociedad y condenarla a la pobreza y al paro. Ya sé, ya. Que en Madrid quieren recortar el 30% también. Pero es que Madrid es además la capital del Estado y apenas necesita el I+D de sus universidades. Tiene el CSIC, tiene numerosos organismos estatales y tiene la baza de que casi todas las multinacionales que operan en España instalan su sede allí, a menudo con laboratorios adjuntos. No se engañen, por mucho que se quejen de la capitalidad porque las manifestaciones colapsan la Castellana (¡!), en Madrid no tienen ninguna intención de soltar el chollo. Saben que ahora que la cosa va mal, por lo menos les irá mejor que a nosotros. O sea que si se confirma la noticia, esa medida sería algo más que una desafortunada decisión de gobierno: sería algo profundamente antipatriótico. Iría contra esa patria valenciana de la que dicen que quiere ofrenar noves glòries a Espanya.

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