Cuando el miércoles pasado, Bernard Kohl lloró ante la prensa, sus lágrimas, sus palabras de una ingenuidad increíble en los tiempos que corren -"cedí a la tentación", dijo, "me dopé"-, escondían en su simpleza tan fácil una realidad mucho más complicada.
La Iglesia católica ha sido la única en levantar la voz, y con llamativa dureza, contra el avance médico que permitirá a un bebé recién nacido en Sevilla donar su cordón umbilical y ayudar a curar a su hermano de una grave enfermedad. No se puede matar a una persona para curar a otra, dicen los obispos.
CARMEN MORÁN | Madrid
Regina Galán ganó la oposición convocada por AENA, pero sólo entraron hombres. Ahora su caso llega al Supremo