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Símbolo de rebelión y esperanza

Javier Rodríguez Marcos

En su retrato del presidente Lula, Juan Luis Cebrián recordó los años de obrero metalúrgico del mandatario brasileño. Duros como el hierro, flexible como el acero, testarudos como el plomo y brillantes si les da el sol. Así son, dijo el periodista y académico, los trabajadores de la industria pesada, como si yunques, tornos y fresadoras fueran símbolo de rebelión y esperanza. Cebrián repasó la biografía de un chaval que maduró su proyecto político empezando a trabajar a los 12 años, levantándose contra la dictadura y dando con sus huesos en la cárcel hasta convertirse en "hombre de Estado y referencia moral". Una vida que tal vez espera un Carlos Fuentes que la escriba.

Basta ver a Lula enumerar de cerca sus propósitos para el porvenir para darse cuenta de que le falta el meñique de la mano izquierda. Se lo llevó una máquina en sus años de obrero. Sabe, pues, de qué habla. "Por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida", decía Cervantes. Aventurar un dedo puede parecer poca cosa al que los tienen todos. Vista la energía y la llaneza con la que habla, al presidente brasileño parecen sobrarle para señalar el futuro.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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