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Crisis financiera mundial | La respuesta de las autoridades

Los bancos centrales elevan la dosis de liquidez para calmar los mercados

La Reserva Federal mantiene los tipos de interés en el 2% pese a la crisis

Los bancos centrales de las principales economías inyectaron ayer dosis masivas de liquidez al sistema financiero para intentar calmar a unos mercados sacudidos por la quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman, la mayor de la historia. En Fráncfort, Washington, Tokio, Zúrich y Londres, las autoridades monetarias elevaron las inyecciones de dinero de la víspera para satisfacer a unos bancos sedientos de liquidez. La Reserva Federal de Estados Unidos participó en esas inyecciones con 50.000 millones de dólares (unos 35.000 millones de euros) además de la operación de rescate de AIG, pero prefirió mantener los tipos de interés en el 2% en su reunión de ayer.

La acción de los bancos centrales logró contener los tipos en los mercados monetarios. El tipo interbancario a un día se había duplicado en Estados Unidos por la ansiedad de los bancos por disponer de liquidez y el temor a prestar a entidades amenazadas. En Europa, el Eonia, el interbancario a un día, se disparó el lunes al 4,465%, cerca de sus niveles más altos en siete años, pues la inyección de 30.000 millones por parte del Banco Central Europeo resultó insuficiente. Ayer, el BCE elevó significativamente la dosis de fondos de emergencia hasta 70.000 millones, mientras que el Banco de Inglaterra prestó a los bancos 20.000 millones de libras (unos 25.000 millones de euros), cuatro veces más que el día anterior. También el Banco de Japón, cerrado el lunes por festivo, proporcionó ayer fondos por 2,5 billones de yenes (unos 17.000 millones de euros).

El BCE inyectó 70.000 millones de euros, más del doble que el lunes
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El dinero inyectado por los bancos centrales relajó los tipos interbancarios a corto plazo. El Eonia se situó en el 4,216%. La menor tensión en los mercados monetarios restó algo de presión a las Bolsas, pero no impidió un castigo generalizado a los títulos bancarios, que llegaron a vivir momentos de caída dramática aunque luego recuperaron parte del terreno perdido.

Cuando la Bolsa de Nueva York abrió, los índices europeos de renta variable fueron oscilando al ritmo que marcaba el índice Dow Jones. Éste, a su vez, bailaba al son de las noticias que llegaban sobre AIG, la mayor aseguradora del mundo. Sus acciones abrieron con una caída superior al 60%, pero luego, entre continuas y bruscas variaciones, fueron aminorando las pérdidas.

Las bolsas europeas -con la excepción del pequeño repunte de la española- cerraron con caídas en el entorno del 2%. El Dow Jones se movía con ligeras variaciones a la espera de que la Reserva Federal anunciase si mantenía los tipos de interés oficiales o los rebajaba. Su presidente, Ben Bernanke, no quiso quemar munición antes de tiempo y optó por dejar los tipos en el 2%, pese a que Wall Street, sumida en una profunda crisis de confianza tras el derrumbe de Lehman, la venta forzada de Merrill Lynch y los problemas de solvencia de AIG, clamaba a voces por una rebaja urgente del precio del dinero.

La posibilidad del recorte de tipos era algo que no estaba en los planes de la Fed la semana pasada. Y hasta el domingo se pensaba que los riesgos para el crecimiento y la inflación estaban equilibrados, lo que le daba margen para dejar las cosas como estaban hasta pasadas las elecciones presidenciales, el próximo 4 de noviembre.

El lunes todo cambió. La crisis financiera que estalló hace un año con el colapso de las subprime se ha llevado por delante a tres de los cinco grandes bancos de inversión (Bear Stearns, Lehman Brothers y Merrill Lynch) y a la mayor hipotecaria independiente (Countrywide), y los dos gigantes hipotecarios semipúblicos (Fannie Mae y Freddie Mac) están bajo tutela del Washington.

Bernanke se encontraba así ante una difícil tesitura, porque antes de mover ficha necesita saber cómo el último terremoto financiero va a afectar a la economía real. Y también debe estar seguro de que la inflación esté contenida. Los precios cayeron una décima en agosto por el fuerte abaratamiento del petróleo, y dejan la tasa anual en el 5,4%, frente al 5,6% de julio.

Al final optó por mantener el curso, aunque utilizó un lenguaje en su comunicado en el que muestra claramente dónde están los puntos de incertidumbre: la presión en los mercados financieros ha crecido significativamente, el mercado laboral se ha debilitado, el crecimiento parece haberse desacelerado y las condiciones de crédito endurecido.

Wall Street daba ocho posibilidades sobre diez a favor de la bajada de tipos, para que así las entidades financieras en dificultad puedan acceder a sus préstamos a un coste más bajo. Por eso, la Bolsa reaccionó inicialmente a la baja. Luego se impuso la interpretación optimista (si la Fed no ha bajado los tipos es que la situación no es tan desesperada), al tiempo que se extendía la impresión de que el salvamento de AIG era probable y se anunciaba el acuerdo de venta de activos de Lehman a Barclays. Todo ello contribuyó a que la Bolsa acabase subiendo más del 1%.

La Fed optó esta vez por inyectar 50.000 millones de dólares de liquidez al sistema y mitigar los riesgos potenciales de un bloqueo total del sistema financiero, en lugar de limitarse a recortar tipos. Además, se reserva la posibilidad de poner más dinero en circulación si necesario. "Con el paso del tiempo, la sustancial relajación de la política monetaria, combinada con las medidas para inyectar liquidez en el mercado, deberían ayudar a promover un crecimiento moderado", remacha la Fed.

Bernanke preserva así munición en el arsenal, por si la situación empeora, y deja la puerta abierta a un recorte de tipos en el futuro para limitar los daños mayores en la economía. La próxima reunión de la Fed está prevista para el 31 de octubre, muy cerca de la cita con las urnas de la que saldrá el próximo presidente de EE UU, por lo que no se descarta que la acción pueda adelantarse.

Operadores de la Bolsa de Nueva York, en la sesión de ayer.
Operadores de la Bolsa de Nueva York, en la sesión de ayer.AP

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