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Reportaje:

Ni él es el príncipe ni ella su madre

La momia del príncipe de Viana fue falsificada con huesos de tres individuos. Los restos de su progenitora, Blanca de Navarra, tampoco son auténticos

Un meticuloso estudio antropológico y genético llevado a cabo por las universidades autónomas de Barcelona y de Granada, a lo largo de los 10 últimos años, ha concluido que los restos mortales atribuidos hasta ahora a don Carlos de Navarra y Aragón, príncipe de Viana (1421-1461), que se encuentran en una tumba del monasterio de Poblet (Tarragona), no son los del noble, "icono del nacionalismo catalán", según lo definió ayer Miguel C. Botella, uno de los investigadores. En realidad, pertenecen a tres individuos distintos. Para más inri, uno de ellos es una mujer.

La momia es una falsificación hecha por un ilustre intelectual catalán, Eduard Toda. Este diplomático, egiptólogo y escritor, hizo un puzzle con huesos que seleccionó al azar de entre el montón que el cura de L'Espluga de Francolí (municipio vecino de Poblet) había recogido del suelo del monasterio, donde permanecieron esparcidos durante años. Estos restos estaban mezclados y hasta "pateados", según Botella, tras la revuelta de 1837 y la profanación de las tumbas del monasterio.

Dos universidades han estudiado durante diez años los despojos reales

Eduard Toda construyó una momia seleccionando los huesos grandes, del tamaño que él calculó que tendrían los del príncipe navarro, que murió a los 40 años, y colocó cada uno en su sitio. Cuando ya tenía montada la momia, la cubrió con una capucha y la colocó en un sarcófago moderno, según relató ayer divertido Botella, que presentó la investigación junto a su directora, Mariona Ibars y la investigadora Assumpció Malgosa.

Eduard Toda no hizo del todo mal la falsificación. Las manos de la momia tienen las uñas cuidadas, detalle propio de un noble. Sin embargo, no debió encontrar entre el montón de huesos ninguna columna vertebral apropiada y serró y unió la de varios individuos. Lo hizo sin pensar que alguien, en algún momento, no se limitaría a echar un vistazo al conjunto, sino que estudiaría esa columna vertebral con lupa y descubriría que tiene ocho vértebras lumbares, cuando ninguna, ni siquiera la del mismísimo príncipe de Viana, puede tener más de cinco.

"Parece ser que la momia se construyó entre 1932 y 1935", dijo Botella. "Era necesario un icono y se creó", añadió con ironía. "La columna vertebral está cortada intencionadamente con una sierra". Hasta el color de la sierra ha desvelado la historia a través de la concienzuda investigación: azul.

Una vez descubierto que la momia del príncipe había sido manipulada, quedaba la esperanza de que los huesos de alguno de aquellos tres individuos sí le correspondieran. Los investigadores (cuyo proceso puede seguirse en la web: www.poblet-pviana.com) realizaron un estudio genético extrayendo ADN de las distintas partes de la momia del príncipe. Y lo compararon con el de su madre, la reina Blanca I de Navarra, y con otros procedentes de nobles europeos de origen indudable; en concreto con el de la descendencia de la reina Ana de Jagellón-Foix, tataranieta materna de Blanca I de Navarra y sobrina en cuarto grado del príncipe. El método utilizado fue el análisis del ADN mitocondrial, que sólo puede transmitir la madre.

El resultado fue desolador: ninguna de las tres partes de la momia pertenecía en realidad al príncipe. No sólo eso: los restos de la reina, su supuesta madre, hallados en 1994 y enterrados en el monasterio de Santa María de Nieva (Segovia) tampoco son los de Blanca I de Navarra.

Mariona Ibars recomienda que en Segovia, en donde la tumba de la reina se puede visitar, se cambie al menos la placa que la identifica. Respecto al enterramiento del supuesto príncipe, no es accesible por lo que los monjes de Poblet no prevén hacer nada.

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De izquierda a derecha, Assumpció Malgosa, Mariona Ibars y Miguel C. Botella, en la presentación ayer de la investigación.
De izquierda a derecha, Assumpció Malgosa, Mariona Ibars y Miguel C. Botella, en la presentación ayer de la investigación.J. L. SELLART
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