El (antiguo) imperio contraataca
Tras el desconcierto inicial y algunas dudas sobre las verdaderas intenciones de Rusia, Estados Unidos ha llegado a la conclusión de que se enfrenta en Georgia a un desafío mayúsculo de cuyo desenlace puede depender la independencia y la democracia de media Europa.
La invasión rusa de Georgia "es un mensaje a todos los antiguos países del imperio soviético contra cualquier intento de profundizar su vinculación a Occidente", dijo ayer el secretario norteamericano de Defensa, Robert Gates.
Ante semejante desafío, Washington no cree tener otra alternativa que la de permanecer al lado del Gobierno de Georgia -al que Rusia se refiere despectivamente como "el proyecto de Estados Unidos"- hasta el límite mismo de la ruptura con Moscú, y quién sabe si no más allá.
Estados Unidos se tomó su tiempo en llevar las cosas hasta el punto de enviar tropas -en principio, en misión humanitaria- a Georgia. Nadie puede acusar a George Bush de haber actuado con precipitación. Al contrario, un editorial del diario conservador The Wall Street Journal criticaba el martes al presidente por haber estado "perdido en acción" en esta crisis y exigía medidas urgentes contra Rusia. También el diario liberal The New York Times opinaba ayer que "Europa y Estados Unidos deben dejar claro a Dmitri Medvédev -y al poder real, el primer ministro Vladímir Putin- que no van a tolerar más agresiones y mentiras".
La Administración norteamericana está alentada para obligar a Rusia a salir de Georgia y cuenta para ello con un fuerte respaldo en este país. Los dos candidatos presidenciales han pedido, en mayor o menor grado, medidas enérgicas contra Moscú. "Aunque reaccionó tarde, la decisión de enviar ayuda es correcta y en estos momentos el Gobierno está haciendo un buen trabajo. La presencia de fuerzas militares sobre el terreno puede servir de disuasión a las tropas rusas", afirma Jeffrey Mankoff, experto en Rusia del Council of Foreign Relations.
Aunque se ha dicho hasta la saciedad, este consenso en la necesidad de firmeza frente a Rusia es el último signo de que Estados Unidos revive las peores pesadillas de la Guerra Fría. La distribución de alimentos y medicinas en Georgia se han comparado con el lanzamiento de ayuda sobre Berlín en 1948, y el duelo diplomático actual, con la crisis de los misiles en Cuba.
Nadie ve todavía, en realidad, señales de alarma de semejantes dimensiones, pero el riesgo de la marginación de Rusia de la comunidad de naciones democráticas y su voluntad de llevarse en ese viaje a sus antiguos satélites es suficientemente grave de por sí.
"Rusia está poniendo en peligro todos los esfuerzos hechos estos años para integrarse en las estructuras diplomáticas, económicas, políticas y de seguridad del siglo XXI", dijo el miércoles George Bush. Ese mismo día, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, advirtió de que Estados Unidos no va a permitir un regreso de Rusia a las antiguas prácticas soviéticas. "Esto no es 1968 y la invasión de Checoslovaquia, cuando Rusia podía amenazar a un vecino, ocupar su capital, derrocar su Gobierno y no pasaba nada. Las cosas han cambiado ahora", declaró Rice.
Rusia no cree que exista ninguna comparación con Checoslovaquia ni ha manifestado deseos de quedarse en Georgia. Pero Washington sospecha que esas son sus verdaderas intenciones y que lo que está ocurriendo es un guión escrito de antemano.
"Los rusos estaban listos para aprovechar cualquier oportunidad y actuar con agresividad. Estaban preparados para atacar y lo hicieron inmediatamente", declaró ayer Robert Gates sobre el calendario de los acontecimientos. De acuerdo con la versión norteamericana, cada verano se producen similares situaciones de crisis relación con el territorio Osetia del Sur; la diferencia esta vez fue que Rusia utilizó esas circunstancias para dar un puñetazo sobre la mesa y reclamar la atención mundial.
Estados Unidos se encuentra, además, ante una situación no buscada. Durante meses, la Administración había transmitido un mensaje de contención a sus aliados en Georgia, que éstos desatendieron. Washington está con todos sus sentidos puestos en Irak y en la guerra contra el terrorismo. Ahora se ve obligado a diversificar recursos y desempolvar los viejos manuales antisoviéticos.
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