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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El huevo del fuero

El Concierto Económico no ha estado nunca amenazado en la Unión Europea. Quizá sea oportuno aclarar esta obviedad cuando nuestros responsables han podido soltarse el cuello de la camisa tras el informe de la abogada general del Tribunal de Justicia Europeo, que parece anticipar una resolución satisfactoria del caso planteado. Lo que se está sustanciando en Luxemburgo únicamente afecta, pese al coro general de inquietud, a una parte de una parte del sistema de Concierto. Y no la más sustancial. El examen se centra en la capacidad de las haciendas forales de dar a las empresas radicadas en Euskadi un trato fiscal en el Impuesto de Sociedades más favorable que el que tiene el resto de empresas españolas. Y tampoco es que una oscura instancia europea esté poniendo en tela de juicio esa facultad; la consulta a la Corte de Luxemburgo la elevó en 2007 el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco para zanjar la sucesión inacabable de litigios suscitada por una poco atinada sentencia del Tribunal Supremo de tres años antes, que cerraba a su vez la cadena de reacciones adversas que suscitó en las comunidades limítrofes las abultadas ventajas fiscales incorporadas en el Impuesto de Sociedades vasco de 1996.

Entre tanto ruido se ha producido una suerte de jibarización del Concierto Quince comunidades autónomas miran con ojos golosos ahora hacia Euskadi

Sin embargo, la Comisión Europea sí había puesto la proa a algunos de esos incentivos que incorporaban cuantiosos beneficios para las empresas nuevas o las que realizaran un determinado volumen de inversiones. Pero no por una hostilidad congénita hacia Concierto Económico, sino por considerar que esa ingeniería tributaria perturbaba la libre competencia empresarial en el espacio de la Unión. Resulta oportuno recordar que fue una empresa con label vasco la que puso en conocimiento de Bruselas las ventajas más escandalosas -la devolución tributaria del 45% de la inversión realizada (crédito fiscal) y una fuerte exención de impuestos durante cuatro años (las llamadas minivacaciones fiscales)-. Aunque dichas medidas tuvieron que ser anuladas a principios de esta década para intentar frenar los expedientes abiertos, los rescoldos del experimento todavía humean en Bruselas y Luxemburgo, y han estampado una etiqueta de recelo a cualquier normativa fiscal que Euskadi genera para las empresas. Porque la singularidad del Concierto Económico no justifica cualquier cosa que se haga con los resortes que ofrece a las haciendas forales.

Se ha producido, entre tanto ruido, una suerte de jibarización del propio Concierto. Para determinados discursos, ha dejado de ser el instrumento que define para el País Vasco un marco especial de relaciones financieras con el resto del Estado y se ha reducido a la capacidad de fijar graciosamente en el Impuesto de Sociedades un tipo inferior en dos o cuatro puntos al vigente fuera de Euskadi. Como cabe imaginar, el lobby empresarial ha sido el más interesado en estimular tal interpretación y uso del Concierto, y también, uno de los más activos en abonar el terreno del victimismo y la incomprensión en el que tan cómodos nos movemos.

En la exagerada inquietud ante el veredicto del Tribunal de Justicia Europeo Luxemburgo hay mucho de impostación, de presentar como decisivo algo que se sabe accesorio. No deja de ser llamativo que, mientras las instituciones vascas dirigen la vista a Luxemburgo, quince comunidades autónomas miran con ojos golosos a Euskadi ahora que vuelve a ponerse sobre la mesa la revisión del sistema de financiación. Y lo que envidian no es la facultad normativa de jugar con los tipos de un impuesto (el de Sociedades) que aportó en 2007 el 14,7% de los 13.772 millones de euros recaudados por impuestos concertados, no. Lo que desean, con Cataluña a la cabeza, son los rendimientos de un sistema que, con el procedimiento de cálculo del Cupo, aporta al País Vasco alrededor de un 62% más de financiación per cápita para costear sus servicios públicos.

Es una cuestión de fuero (de principios), se ha dicho respecto a la causa de Luxemburgo. Pero después de tener el huevo (los recursos) a buen recaudo. Sin embargo, muy probablemente, las preocupaciones futuras no van a provenir de la impugnación que puedan hacerse en los tribunales internos (con o sin blindaje) de la capacidad de jugar con la fiscalidad de las empresas, sino del cuestionamiento por el resto de las autonomías de los envidiados resultados del Cupo. Entonces no se estará hablando de defender el fuero, sino de conservar la pasta. Y costará un huevo.

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