Cuotas: ahora que cumplimos, ya no valen
Europa se encuentra sin excedentes agrarios en plena crisis alimentaria mundial - Bruselas plantea tomar medidas para aumentar la producción, pero -de nuevo- llegará tarde
La crisis del precio de los alimentos ha puesto a la agricultura europea frente al espejo. La imagen reflejada dista bastante de la idealizada figura que auguraron los padres de la política agraria comunitaria allá por los años 60. Tras décadas de medidas para frenar la producción mediante cuotas o barbechos obligatorios, la Unión Europea se enfrenta a esta crisis desprovista de reservas de grano o capacidad para producir la leche que demanda el mercado internacional.
Los ganaderos ven la muerte del sector en el fin de límites a la producción
"Las agroindustrias compran productos y los retienen hasta que sube el precio"
La FAO advierte de que el almacenaje de los cereales está bajo mínimos
Sin excedentes que inyectar en los mercados internacionales con los que contribuir a la bajada de los precios, organismos internacionales como el Banco Mundial advierten que la crisis va para largo; por lo menos hasta 2015. Su presidente, Robert Zoellick, ha pedido esta semana profundos cambios en las políticas de producción alimentaria para garantizar el suministro de granos básicos a la población. ¿Será capaz la pesada maquinaria de la PAC (Política Agraria Común) de adaptarse al empinado tobogán de precios internacionales que marcan las potencias emergentes con su demanda de energía y alimentos? ¿Tuvo sentido la política de cuotas?
Esta semana, la Comisión Europea ha anunciado que tomará medidas para potenciar la producción de alimentos. Entre ellas la abolición de los vestigios de la política de cuotas. Son medidas que figuraban desde hace tiempo en la agenda y con las que Bruselas quiere que los agricultores europeos no tengan las manos atadas para producir más cuando los mercados internacionales lo pidan a gritos, como en el caso actual. Hace tiempo que la comisaria europea de Agricultura, Marian Fischer Boel, se ha propuesto desmantelar una PAC obsoleta. Y ahora espera que la actual crisis sirva para que los Veintisiete respalden sus planes.
El problema es que, por un lado, en los despachos de la Comisión Europea, casi cualquier medida se planifica a lustros vista -el fin de la cuota lechera está prevista para 2015-; un ritmo que no casa con la velocidad de la era de la globalización, en la que la vorágine de los mercados no espera a que entren en vigor las detalladas directivas de la Unión. Y por otro lado, la Comisión se topa con la negativa de agricultores y ganaderos, -incluidos los españoles- que ven en el fin de las cuotas lácteas la muerte del sector. Quieren apoyo del Estado a cualquier precio y se niegan a que Bruselas tire del manto proteccionista y les deje a merced de las inclemencias del mercado.
Cuentan los detractores de las políticas liberalizadoras de la Comisión con el apoyo de Francia, el gran receptor de fondos agrícolas comunitarios y el país que presidirá el próximo semestre la UE. Su ministro de Agricultura, Michel Barnier, escandalizó hace pocos días a las filas de la corrección política liberal en una entrevista con el rotativo británico Financial Times. "Lo que estamos presenciando en el mundo es una consecuencia de demasiado liberalismo mercantil", dijo. "No podemos dejar la tarea de alimentar a la población en manos del mercado. Necesitamos políticas públicas, medidas de intervención y estabilización", defendió.
¿Más Estado o más mercado para regular la agricultura?. Bruselas ha pasado de un extremo al otro y por el camino se ha visto obligada a tirar de medidas correctoras como las cuotas, que ahora planea erradicar. Pero, ¿fueron efectivas? ¿Deberían mantenerse a pesar de que millones de bocas y bolsillos asiáticos demanden a los mercados más comida? Respuestas hay para todos los gustos.
Hace más de dos décadas que la Unión desplegó normas con el objetivo de reducir la producción ante los lagos de leche y montañas de cereales que generaron las ayudas a la producción y que los hogares europeos eran incapaces de consumir. Los excedentes fueron a parar con frecuencia a países en desarrollo en forma de exportaciones ultrasubsidiadas o incluso fletados como ayuda humanitaria, desmantelando mercados locales. Para acabar con los excedentes la Comisión ideó el sistema de cuotas por el que limitaba a cada país de la UE la producción de leche, tabaco, algodón o lo que fuera.
La consigna era limitar la producción a toda costa y para ello también se impuso el barbecho obligatorio en cierta superficie de las fincas y se dejaron de dar ayudas en función del volumen de producción. Con los años, Bruselas ha puesto en marcha planes de abandono con los que compensar e incentivar el cierre de explotaciones que considera poco competitivas. "Ahora ya no hace falta controlar la producción a través de cuotas, porque la demanda internacional de productos agrícolas es enorme y no queremos perdernos estas oportunidades de mercado, por eso hay que deshacerse de las cuotas y el resto de medidas", explica Michael Mann, portavoz de la comisaria Fischer Boel.
En la misma frecuencia de onda se mueve Indhira Santos, investigadora en Bruegel, uno de los think-tanks más influyentes de Bruselas. Santos considera de cajón acabar con las restricciones europeas a la producción, porque "no hacen más que presionar al alza los precios internacionales". Dice además que en un contexto de precios disparados, los agricultores tienen más incentivos que nunca para producir más, pero no pueden porque Bruselas no les deja; no pueden reaccionar a la oferta.
Algo parecido piensa el investigador Jorge Nuñez, del Centro de Estudios políticos con sede en Bruselas. Cree que hay que deshacerse cuanto antes de las cuotas, pero cree que la medida llega tarde. "El problema de la PAC es que cuando se adopta una decisión y pasa por fin el Consejo ya es un decisión caduca". Nuñez critica con fuerza el sistema de ayudas porque considera que "no ayuda como pretende al pequeño agricultor para que no abandone el campo, sino al gran terrateniente", pero piensa que el gran pecado de la UE en esta crisis no es tanto la gestión de las cuotas como las ingentes ayudas al cultivo de biocombustibles dentro y fuera de la Unión.
Frente a los defensores de la lógica mercantil, están los agricultores y sus representantes, que critican la deriva liberalizadora de Bruselas y que están dispuestos a pelear por las cuotas hasta el final. "Durante años, todos los esfuerzos han estado concentrados en reducir la producción. A nadie le preocupaba la seguridad alimentaria, y ahora estamos ante una situación nueva en la que no hay abundancia y por eso es importante contar con stocks, porque la prioridad debe ser estar abastecido por si vienen crisis como la actual", explica Shelby Matthews, directora de mercancías y comercio de COPA-COGECA, el gran lobby que representa a los agricultores europeos en Bruselas.
"La seguridad alimentaria ya no es estratégica. No importa que no haya reservas, se ha dejado en manos de la oferta y la demanda", se queja David Erice, técnico de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). Para ellos, parte del problema del desabastecimiento actual, por ejemplo en caso de los cereales, -la FAO ha advertido que el almacenaje mundial se encuentra a su nivel más bajo de los últimos 30 años- tiene que ver con la privatización de las reservas, antes a cargo del Estado. "Las agroindustrias compran grandes cantidades de cereales o piensos y los retienen hasta que suben los precios", denuncia, sentado en el camión y móvil en mano, Rafael Hernández, responsable de relaciones internacionales de COAG, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos.
No está de acuerdo tampoco Hernández en que Bruselas ayude a los agricultores, produzcan o no. Cree que "ahora estamos sufriendo las consecuencias de haber desvinculado las ayudas de la producción". Y como otras organizaciones agrarias, pone el grito en el cielo ante el fin de las cuotas, como ya hicieron a finales de los ochenta a golpe de tractorada, cuando se implantaron. Explica que España ha criticado las cuotas porque Bruselas siempre adjudicó a los españoles una capacidad de producción menor que la real. En el caso de la leche, las organizaciones agrarias calculan que frente a los 6,1 millones de toneladas asignadas por Bruselas, la demanda interna asciende a nueve millones de toneladas, lo que obliga a España a importar leche, de Francia por ejemplo. "El tener menos cuotas de las necesarias ha expulsado a muchos agricultores del mercado", dice Hernández, cuya organización calcula que 1.800 explotaciones ganaderas españolas se acogieron el año pasado a las medidas de abandono que ofrece Bruselas a los que quieran dejar la producción.
Pero pese a las deficiencias del sistema, los agricultores se resisten a que Bruselas retire unas cuotas que vienen acompañadas de los precios que la UE fija para determinados productos -en el caso de la leche, tres veces superior al precio de mercado- que blindan a los agricultores ante los vaivenes de la oferta y la demanda. Creen que si se liberaliza el sector y cada uno puede producir lo que quiera los grandes productores se comerán a los pequeños.
Pero el viento no sopla a su favor. La Comisión cree que el abandono de los productores menos competitivos es un mal necesario en la carrera de adaptación a los mercados. Y que los agricultores europeos deben concentrarse en producir aquello en lo que puedan aportar un valor añadido en el mercado mundial como por ejemplo el aceite de oliva o los vinos de calidad.
El próximo día 20, la Comisión presentará en Estrasburgo una batería de propuestas legislativas para "permitir a los agricultores responder a las señales del mercado", según reza el texto. La reducción de las ayudas relacionadas con la producción, el fin del barbecho obligatorio y la transición hacia el fin de las cuotas lácteas en 2015, son los principales cambios. Los Veintisiete deberán dar el visto bueno al texto el próximo noviembre, para que entre en vigor en 2009. ¿Llegarán a tiempo para frenar la escalada sin fin de los precios de los alimentos?
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