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Reportaje:

Cuatro derrotas a la vez

Josep Benet publica la primera parte de sus memorias, que abarca hasta 1939

Enric Company

Josep Benet (Cervera, 1920), uno de los más singulares políticos catalanes, ha escrito la primera parte de sus memorias. Detractor y rival encarnizado de Josep Tarradellas, fue en 1980 candidato a la presidencia de la Generalitat como independiente en la lista del PSUC y presentó en 1983 la primera y única moción de censura contra Jordi Pujol en el Parlament.

Pero el libro no versa sobre esta etapa. Como indica el subtítulo De l'esperança a la desfeta, (1920-1939), la obra, publicada por Edicions 62, abarca sólo los primeros, y decisivos, 19 años de esta trayectoria. La esperanza es la autonomía de la Cataluña republicana, y el desastre, la guerra, de la que fue perdedor como demócrata, como catalanista, como socialcristiano y como soldado de la quinta del biberón. Salió de estas derrotas decidido a superarlas, aunque ése será, si acaso, el relato de la segunda entrega.

La obra muestra la visión de la minoría catalanista y católica leal a la República

La obra tiene todos los elementos propios de un libro de memoria personal, pero es también la exposición de una tesis política y una visión histórica crítica sobre el período de la Segunda República y la Guerra Civil en Cataluña. Está escrita desde el interesante punto de vista de la minoría católica y catalanista que se mantuvo fiel a las instituciones republicanas, aunque desde la oposición a los consejos revolucionarios que tomaron el poder el 19 de julio de 1936 y al Gobierno de izquierdas formado en la Generalitat desde mayo de 1937 hasta el final de la guerra.

Con abundante aportación de datos y detalles, entrelazados con sus vicisitudes personales, Benet explica a lo largo de casi 500 páginas que la sublevación militar de 1936 y el consiguiente estallido revolucionario en Barcelona y otras localidades catalanas llegaron cuando el presidente Lluís Companys y el líder de la Lliga Catalana, Francesc Cambó, se disponían a poner fin a la etapa de agudo enfrentamiento entre derecha e izquierda de los primeros años de la autonomía de Cataluña. Y dio al traste con un intento que habría abierto positivas expectativas para la sociedad catalana.

Benet sostiene que Companys "había aprendido la dura lección" del 6 de octubre de 1934, cuando se había dejado arrastrar "por personajes de izquierda y socialistas de Madrid y Barcelona", dice. Y que Cambó era consciente de que la tensa situación política española podía acabar con la todavía débil autonomía catalana y arrasar la relativa calma social y política que entre febrero y julio de aquel año se conoció como el "oasis catalán".

Los partidos de Companys y Cambó estaban negociando desde el mes de mayo un acuerdo para elaborar una ley electoral proporcional, convocar elecciones al Parlament en noviembre y constituir después un Gobierno de unidad, una nueva Solidaridad Catalana a la que podrían incorporarse los partidos demócratas y catalanistas. Simpatizante de uno de ellos, Unió Democràtica de Catalunya, era el propio Benet.

La nueva militarada puso fin a la breve etapa del "oasis catalán" y dio paso a unos largos meses de caos, desmanes y persecución religiosa, a los que Benet niega el calificativo de revolución, cuyos responsables fueron los "anarcobolcheviques" de la FAI, que se impusieron en la CNT, y el POUM de Andreu Nin.

Asesinatos de políticos de las derechas, de propietarios y religiosos; incautaciones de empresas y bienes; colectivizaciones absurdas, y quema de iglesias y conventos crearon una situación que, con la guerra de fondo, era particularmente execrable para un joven católico de familia humilde, educado durante siete años en la Escolanía del Monasterio de Montserrat y que estudiaba en los jesuitas en condición de fámulo, es decir, a cambio de servir como camarero y criado.

Ahí nació su animadversión hacia Tarradellas, a quien recrimina haberse mantenido sobre aquel caos político y social sin capacidad alguna para frenarlo. Tal situación se cebaba en los miembros de la Lliga y los medios católicos como la Federació de Joves Cristians de Catalunya, a la que Benet pertenecía. Perseguidos a muerte, mucho de ellos tuvieron que sumarse al bando de los sublevados a pesar de estar convencidos de que éstos eran profundamente anticatalanistas. La situación de este sector político era terrible. En la zona republicana se les perseguía por católicos y en la franquista por catalanistas, hasta el extremo de que en 1938 Franco hizo fusilar en Burgos a su figura principal, Manuel Carrasco i Formiguera.

Benet describe su labor como miembro de la Iglesia clandestina y perseguida, y su rechazo a seguir el camino de quienes escogieron huir al extranjero o al bando franquista, convencido de que los adversarios de la República lo eran también de Cataluña. Al revés, aceptó la orden de movilización y en abril de 1938 se incorporó al ejército republicano nada más cumplir los 18 años. Pero su unidad estaba controlada por comisarios políticos comunistas, que pronto sospecharon de él y decidieron liquidarle por su condición de católico, que no ocultó, y por su rechazo a ingresar en el PSUC. "Poco podían pensar aquellos estúpidos activistas sectarios que habían condenado a muerte y pensaban asesinar", escribe Benet, a la persona que más adelante, en 1980, "encabezaría precisamente como independiente la candidatura del PSUC por Barcelona en las primeras elecciones democráticas al Parlamento catalán y sería su candidato a la presidencia de la Generalitat".

Contra el Memorial Democrático

En el prólogo de la primera parte de sus memorias, Josep Benet abomina del concepto memoria histórica democrática utilizado por el actual Gobierno catalán.

Así, acusa a la Dirección General de la Memoria Democrática, creada por el consejero de Interior de la Generalitat, Joan Saura, de ser "una suerte de organismo orwelliano, totalitario, pero de estar por casa, como no hay ningún otro en los países democráticos". De entre las muchas memorias existentes sobre un hecho, ¿cuál es la democrática?, se pregunta inquisitivamente.

En la Guerra Civil, recuerda Benet, se cometieron crímenes en ambos bandos y no son los gobiernos los que deben decidir sobre su memoria y, mucho menos, ponerle el calificativo de democrática. El proyecto del Memorial Democrático es, afirma, "un auténtico escándalo, silenciado, pero escándalo", al que compara con el Valle de los Caídos creado por Franco.

En cambio, Benet reitera su propuesta de 2005 para que una comisión de juristas e historiadores de prestigio reconocido elaboren un informe sobre la represión de la posguerra, obra exclusiva de Franco, en la que se cometieron "miles de crímenes contra la humanidad".

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