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Entrevista:Àngels Barceló | ENTREVISTA

"Las primicias me ponen como una moto"

Luz Sánchez-Mellado

Esta noche hay fútbol y el programa dura la mitad. Si no, ya estaría en la radio. Horario de 12 a 12, sesión continua, la información diaria es lo que tiene. Pero hoy hay partido de Copa y Àngels Barceló está lo suficientemente tranquila a media mañana de un miércoles como para someterse a los pinceles del maquillador, la cámara del fotógrafo y el cuestionario de una colega. A lo primero y lo segundo está acostumbrada. Ha pasado 20 de sus 23 años de carrera profesional ante los focos de la televisión. A lo tercero, no tanto. Siempre ha sido ella, entonces en la tele y ahora en la radio, la que pregunta. Pero la flamante directora de Hora 25, el informativo de la noche en la cadena SER, no se inhibe. Entra a todos los trapos. Le sobran tablas. Se le escapa cuando se le pide una foto de juventud. "Yo nunca he tenido 18 años. Estaba trabajando".

El programa es de ocho a doce. ¿Cuándo cena? No ceno, es la dieta Hora 25. Tengo muchas esperanzas depositadas en ella.

¿Con qué noticia le gustaría abrir esta noche? (Lo piensa). Me gustaría poder decir que en Gaza las cosas se están arreglando, porque es de esas noticias que a los periodistas nos da pereza contar. Llevamos tantos años informando de Gaza, que ni nosotros mismos sabemos valorar cuándo están mal o cuándo están peor.

A veces, temas recurrentes, como Gaza, se escapan de la escaleta. Esto pasa cuando las noticias son un goteo. Estamos tan acostumbrados a tantas cosas. Llevo 23 años informando de lo mismo. Los muertos de tráfico, los inmigrantes ahogados, las bombas en Irak. Hay un peligro de que nos hastiemos y que cuando el redactor de turno diga: ha llegado otro cayuco, pensemos ¿otro?, ya vale ¿no? La información va tan rápido y pasan tantas cosas que lo damos por supuesto. Intento luchar contra eso. El otro día lo decía acerca del maltrato. Me niego a no hablar de ello cada vez que hay una mujer asesinada.

Ha vuelto a la noche tras dos años en un programa de fin de semana. ¿Es la adrenalina lo que le ha quitado el hambre? Sí, me ha costado un dolor de estómago. Cuando haces información diaria, trabajas todo el día, desde que te levantas. Llevaba 23 años así. Pero cuando empecé en el fin de semana, descubrí que había vida aparte de la información, que se puede gestionar tu tiempo de otra forma, y fui feliz dos años y medio. Pensé que añoraría el ritmo diario, pero no. Ahora he vuelto al día a día. No se me ha olvidado, pero como he probado lo otro, cuesta.

Pero usted es la jefa, podría llegar a las cinco de la tarde. Sí, pero soy muy sufridora y quiero controlarlo todo.

¿Es obsesiva en el trabajo? Sí. Lo único que me da seguridad delante de una cámara o un micrófono es saberlo todo. Entonces, quiero saber en todo momento cómo van las gestiones, qué ha pasado, qué problemas hay. Para eso tienes que echarle muchas horas. Es algo que no se me ha curado con la edad. Por egoísmo, ¿eh?, porque me da seguridad. Si delante del micro sé de todo lo que voy a hablar y todo lo que va a pasar, siento una tranquilidad espectacular. No hay nada peor que no saber por dónde te vienen, que te pillen in albis. No quiero pasar por eso.

¿Le cuesta delegar? Delego, pero mi equipo tiene mi ojo en el hombro. He aprendido con los años que no puedo hacerlo todo, pero soy de las que empieza: ¿has llamado?, a los diez minutos de haber encargado algo. No quiero que me oculten los problemas, es lo primero que dije al llegar a la radio. No hay nada peor que me digan: menos mal que ha llegado el invitado, hace un minuto no estaba. Entonces, la monto, porque si sé que no está, preparo un plan B. Necesito un plan B para todo en la vida.

Tiene fama de exigente. Creo que las broncas Barceló son legendarias. Me he suavizado, ¿eh? Deberías hablar con mis equipos de antes y los de ahora. Mis miradas dicen que son legendarias. Recuerdo un día en la tregua de ETA: teníamos a Bernardo Atxaga en Radio Vitoria y no llegaba el técnico. Yo no podía entenderlo, estaba histérica: ¿por qué no llega?, ¡Vitoria no es Manhattan, coño! Soy exigente, pero porque lo soy conmigo misma. Disculpo los errores, yo también los cometo. Pero no la negligencia ni la desidia. Cuando algo sale mal porque alguien no ha hecho bien su trabajo, me cabreo muchísimo y quiero saber de quién es la culpa para ver si se puede solucionar.

Lo de que se ha relajado lo confirman sus próximos. Ha cambiado hasta su forma de vestir, dicen. ¿Está mejor que nunca? Siempre he sido como ahora, pero la tele te marca. Al verme, muchos me dicen que parezco más joven. Es verdad que la tele te da una imagen de seriedad, y yo la he fomentado. Cuando me dicen que en Telecinco estaba muy seria, digo, perdona, es que estaba informando de cosas muy serias. Luego he podido hacer un programa de radio en el que hablaba de otras cosas: literatura, música, cine… Eso requiere rigurosidad, pero puedes hacerlo relajada, sonriente. Y me ha servido personalmente. Estaba convencida de que sólo tenía un registro en la vida, la información pura y dura, pero A vivir que son dos días me permitió descubrir que podía desdramatizar, reírme de mí misma.

¿Con 'A vivir que son dos días' empezó a quitarse el corsé? Sí, no sé si hubiera sido capaz de retransmitir el Mundial de fútbol o los Oscar si hubiera venido directamente de un informativo diario. Creo que no lo hubiera hecho igual. El A vivir… me ha dado la vuelta al cerebro. Cuando he vuelto a la información diaria, he visto que todo es muy serio y que la gente está muy solemne, y, a lo mejor, mi paso por A vivir… me ha hecho desdramatizar todo un poco. Incluso en Hora 25 hay espacio para quitarle hierro a ciertos asuntos. El otro día acabamos la tertulia muertos de la risa con Eduardo Sotillos, un señor al que admiraba y que ha sido mi gran descubrimiento personal de esta etapa, a propósito de Bruni y Sarkozy, mientras el técnico pinchaba canciones de ella. También se puede hacer eso en un programa político y serio sin perder rigurosidad.

Decía antes que nunca tuvo 18 años. Explíquese. (Ríe). Es que empecé a trabajar muy pronto, a los 19. Estaba en cuarto de Periodismo cuando abrió la radio y la televisión catalana. Fui un día a Catalunya Radio a la una de la tarde y a las tres ya estaba trabajando. Tuve suerte, aunque tengo que decir que me lo he currado muchísimo. Desde ahí siempre me han salido cosas sin tener que buscar ni sufrir.

¿Nunca ha tenido que pedir trabajo? Bueno, hice casting para TV3. Un profesor me animó. Yo no quería, estaba feliz en la radio, pero mi familia me presionó y fui.

¿No le atraía el 'glamour' de la tele? A mí no, y creo que a mi familia tampoco, en eso mi padre es muy pragmático, piensa más en que nunca nos falte el trabajo.

El famoso 'seny' catalán. Sí, el trabajo es sagrado. Cuando me fui a TV3, o a Telecinco, o a la SER, mi padre siempre preguntaba: "¿Es bueno para ti? Si lo es, adelante". Así fue como acabé presentando informativos en TV3, algo que nunca imaginé, nada más lejos de mis pretensiones.

Así que empezó con una responsabilidad considerable. Enorme, una locura. Si tuviera que hacerlo ahora… No lo recomiendo a nadie. Cuando veo a gente joven que al día siguiente quiere presentar el programa me parece una insensatez.

Pero usted lo hizo. Ahora me parece un error por parte de la cadena que me contrató, y por mi parte haber aceptado.

Está bien decirlo a toro pasado. ¿Qué preparación podía tener con 20 años para llevar un informativo ante la cámara? Lo que pasa es que nunca me ha acomplejado preguntar para aprender, nunca he creído que lo sé todo, y con 20 años menos. He preguntado mucho, cuando he tenido una duda, lo he buscado donde sea. Ayer mismo, con el caso ANV, cogí al de tribunales y le dije, cuéntamelo, a ver si lo entiendo. No se me caen los anillos.

Hablaba de lo sobrados que vienen los jóvenes. ¿En este oficio, la veteranía es un grado? Se ha frivolizado tanto la profesión, que la gente cree que ser periodista es muy fácil. Incluso los que estudian Periodismo. Viene gente de prácticas que no tiene el hábito de leer periódicos, ni oír la radio, ni ver la tele, y creen que el periodismo de verdad es ese otro al que yo llamo de otra forma. O que ser periodista es presentar. A mí me preguntan becarios qué hay que hacer para ser presentador, y les digo: en este país hay 15 presentadores de informativos. Hay otros trabajos para un periodista, pero les cuesta entenderlo.

Una encuesta del CIS certificaba que el de periodista era de los oficios menos valorados. Se ha devaluado. Como todo el mundo se autodenomina periodista, entiendo que la gente se confunda y nos ponga a todos en el mismo saco. Los que invaden a la gente con un micrófono, los que gritan en un plató, los que mienten, los que difaman y los que llamándose periodistas atacan como atacan. Deberíamos hacer autocrítica, poner todos el pie en el freno, sentarnos y decir: ¿hacia dónde va esta profesión? Porque me apasiona y me sabe mal que esté como está.

Rosa María Mateo dice que, al no tener referentes, inventó el suyo propio. ¿Tuvo usted un modelo? Nunca he querido ser lo que no soy, pero Mateo sí fue un referente. Se lo dije a ella. Para mí, la base de un comunicador con credibilidad es el trabajo. Intento saber de qué hablo, y eso me da tanta seguridad que traspasa la pantalla. Hay que trabajar, trabajar y trabajar, y no pensar nunca que lo sabes todo. Yo hubiera podido pensar que después de presentar el informativo de la noche en Telecinco había llegado arriba y no estaba para según qué cosas. Hubo compañeros que me dijeron que por qué me fui a la radio, al fin de semana. Porque es algo que no he hecho, que puedo aprender. Para tocar otra tecla en la profesión.

Quizá lo decían porque la radio no es tan masiva como la tele. El A vivir… llegó a tener dos millones de oyentes. Pero yo no lo mido así. Hago algo diferente, aprendo y he descubierto que tengo otro registro, que soy capaz de ponerme delante de 200.000 locos por el fútbol a hacer tele y pasarlo bomba. Esto no tiene precio.

Cuando vino a Madrid desde TV3 hubo quien no se lo perdonó. Serían años duros. Sí. Yo crecí en TV3. Empecé siendo una niña y estuve 13 años en antena, la gente vio en directo cómo me hacía mayor.

De hecho era una especie de 'sex-symbol' local. Sí, bueno, (se ríe). Más que sex-symbol, era la pubilla, como la representación de la mujer en Cataluña.

¿Algo así como la Marianne francesa? Como la Montse, más bien, como la Moreneta. Yo tenía 19 años, la gente vio mi evolución, crecí y aprendí a ser periodista de cara al público. Entonces no entendieron que me fuera, y menos, que cambiara de idioma para irme a España, entre comillas. Pero en eso soy muy profesional. Me encanta mi trabajo y, sin renegar de mi pasado, no dejé pasar el tren. Aún hay quien me lo echa en cara.

También se le reprochó que se alejara de su hija para progresar. También hubo algo de eso. Mi hija Clara tenía tres años. Cuando me llamó Telecinco, hablé con mi marido, y él, que también es periodista, me dijo: "Si la oferta me la hubieran hecho a mí, no tendríamos esta conversación", y pasamos a hablar de cómo nos podíamos organizar. Hablé con mis padres, era importante tenerlos al lado para la infraestructura que necesitamos montar las madres. Y ellos me hicieron la pregunta de rigor, ¿eso es bueno para ti? Pues si lo es, aquí nos tienes. Clara se ha criado con la misma canguro desde los seis meses. Nunca la hemos movido de su entorno, y tengo una hija completamente normal, sin traumas, que nunca me ha echado en cara nada. Se puede llevar con mucha ayuda, sola no puedes.

¿Y con dolor en el corazón? Mucho, lloras mucho. Hay días que estás especialmente jodida, cuando te vas de casa un lunes y dejas a tu hija con un brazo que se ha roto el domingo. Lo que pasa es que lloras un rato, porque a ella se le pasa y a ti también. El día a día, aunque estés en casa, en esta profesión que a mí me gusta tanto, es igual de duro. Ahora, cuando he vuelto a Madrid, se lo dije a mi hija y me preguntó, ¿si Hora 25 lo hicieras en Barcelona, cuánto te vería? Pues un ratito por la mañana. Me contestó que casi prefería recuperarme los fines de semana.

¿Pasando 12 horas en la redacción, no corre el peligro de aislarse? ¿Cuál el su observatorio de la realidad? Todo. Tengo los mismos amigos de siempre. Procuro reunirme con gente que no tenga nada que ver con esto, de esa que si le cuentas un cotilleo de algún político, te dice, ¿y ése quién es? Eso me encanta. Si se me fuera la cabeza hacia arriba, tengo a mis amigos y a mi familia para decirme, pero ¿tú qué te crees? Ésos son mis observatorios, y el mercado, y acompañar a mi hija al voley, y los padres de sus compañeros de colegio. La propia realidad.

Falta una semana para que comience la campaña electoral. ¿Cómo, aún no ha empezado? No me había dado cuenta.

Ahora está en primera línea, ¿le intimida o le motiva? Me da una marcha que me muero. Mira, nosotros dimos la primicia del fichaje de Pizarro en Hora 25. Y al día siguiente, la exclusión de Gallardón. A mí eso me pone como una moto, te lo juro. Esta profesión, lo bueno que tiene es que siempre hay algo que te sorprende. Ahora muchos dicen que sabían lo de Gallardón. Pues mira, yo no, y me puse frenética.

La noche de Pizarro sacó usted a Juan Costa de una cena para que entrara en directo y él le pidió ir al programa. ¿Qué tal se lleva con la oposición? A pesar de que me ponen muchas etiquetas y ahora que estoy en la SER es más fácil ponérmelas, tengo muy buena relación con todos los políticos. Incluso me llevé bien en su momento con el presidente Aznar.

¿No ha notado reticencias desde que presentó la biografía de Zapatero escrita por Suso de Toro? Para nada. Yo, como periodista, no quiero renunciar a esto. En cualquier país, que un periodista presente un libro de un escritor reconocido, y amigo, sobre el presidente del Gobierno tendría que ser normal. Yo no voy a alabar al presidente, ése es un problema de quien ha escrito el libro. Pero, ¿voy a dejar la oportunidad de tener al presidente al lado y poder hacerle preguntas? ¡Vamos!

Creo que usted jugaba al fútbol. Sí, al fútbol sala, con compañeras de facultad. Empecé la carrera para ser periodista deportiva, porque no tenía vocación de periodista, eso me vino trabajando. Luego no lo hice, pero me encanta, soy una gran consumidora de deporte en la tele.

Hoy hay muchas periodistas deportivas, pero entonces había equipos que las vetaban. En la facultad, al hablar de fútbol con los tíos, me miraban como diciendo: y ¿ésta? Y aun cuando me ofrecieron el Mundial en 2006, tuve que dar alguna explicación al colectivo del periodismo deportivo (solemne), formado por esos hombres y su testosterona. Me decían: ¿estás segura? Y yo: me gusta el fútbol, algo entiendo, pero esto es como cuando hago las elecciones americanas, lo que no sé me lo estudio, no es tan difícil, creo yo.

El domingo presenta los Oscar en Canal+. ¿Qué tal esa dosis de 'glamour'? Es el tercer año. Eso también me pone, porque me gusta el cine, el glamour y el petardeo, ¿a quién no? Quien diga que no, miente. Además, así me quito el mono de la tele.

La televisión es ingrata. Su último programa en TV3, '180º', se levantó por baja audiencia. Ya no hay espacio en las teles para estos productos que intentan darle una vuelta a la información. Lo siento, pero es que es lo único que sé hacer. Por eso colaboro con Canal+, que no está presionada por la audiencia. Ahora mismo son los únicos proyectos que me interesan. Yo ya he pasado por eso, sé lo que es levantarse cada mañana sufriendo a ver qué he hecho ayer. Yo he llegado a dudar de mi propio criterio periodístico por culpa de la audiencia, y no quiero volver a pasar por eso, para eso sí estoy mayor.

¿Eso llega a desestabilizar? Sí. Los programadores te espetan: ¿cómo es que anoche hiciste un 15?; y tú: y yo qué sé. Y siguen: pero es que ayer dimos un 20; y tú: ya, pero las noticias eran otras. Esto te hace cuestionarte, empiezas a plantearte, bueno, voy a abrir con esto, no sea que demos mal de audiencia. Ahí fue cuando dije, no, esta forma de trabajar ni me gusta ni me interesa. Seguiré en esta profesión mientras pueda hacer lo que sé y disfruto haciendo. Tengo 44 años y a lo mejor peco de inmodesta, pero lo he hecho prácticamente todo, y si tengo que dejarlo porque veo que esta profesión va hacia un sitio donde yo no, podré irme tranquila. He hecho radio, tele, he retransmitido los acontecimientos más brutales del último medio siglo, y ya me puedo dedicar a otra cosa.

Decía Rosa María Calaf que le preocupa la deriva del periodismo hacia el espectáculo. Es lo que te decía sobre los proyectos que pinchan. Ves que la radio y los periódicos son un reducto, pero en la tele no puedes hacer nada, porque incluso los informativos se convierten en programas de sucesos, sociedad y moda. Lo peligroso es verte haciendo la escaleta pensando en la audiencia. Dices, a ver, la noticia del día es que las bolsas se han desplomado, no nos volvamos locos. Eso pasará el día que en la radio se controle la audiencia al minuto. Cuando quiera traer al Nobel de Literatura y me digan: uf, eso no da audiencia. Ese día a lo mejor digo que no.

Hay pocas comunicadoras de su edad en televisión. Hay algo que me molesta y preocupa muchísimo. Hubo un momento en el que las teles consiguieron que las periodistas dejásemos de ser floreros. Pero no sé qué pasa que todas las teles, insisto, todas, han vuelto a ese papel. El presentador importante es el hombre, luego sí, tenemos una chica al lado, mona, claro. Pero el peso lo lleva él. Considero que se ha dado un paso atrás terrible. Lo que conseguimos una generación de mujeres se ha vuelto atrás, y aquí los presentadores importantes son hombres, cuando una tía de 45 años puede estar sola al frente de un informativo como un tío de 64 y, además, comerse la cámara.

Ahí ha estado contundente. Hay comunicadores célebres por las 'homilías' que le endosan a la audiencia. ¿Cómo editorializa usted? Preguntando. Siempre digo que no tengo criterio de todo. Entonces, para formarme uno necesito información y saber qué piensa una serie de gente de la que me fío. Evidentemente, tengo un criterio muy marcado en ciertas cosas, ciertas injusticias, pero hay cosas en las que no. A veces me preguntan, tú qué opinas de tal cosa, y digo: es que no tengo un criterio muy definido sobre esto ahora mismo, no sé si estoy a favor o en contra. Yo, el momento análisis me lo hago escuchando a gente que sé que tiene criterio sobre ciertas cosas. A partir de eso, hago mi propio análisis.

O sea, que no pontifica. Me gusta que se note la ideología del programa, más que por lo que yo cuento, por lo que hago contar a los demás. Ni pontifico, ni siento cátedra, salvo en algunas cosas, como los malos tratos, o lo de Gaza que hablábamos. Lo que sí intento es que a través de lo que pasa en el programa, al terminar, el oyente tenga más o menos clara nuestra postura en determinados temas.

Sus colegas en las otras emisoras son hombres. ¿Los conoce? No, he escuchado a uno, el que más me preocupa y que dicen que está bien. En efecto, está bien (ríe).

En más agresivo, ¿no? Sí, pero yo no quiero caer en eso. Me parece absurdo. El público es mucho mas inteligente, no hay que darle su opinión hecha. Yo les doy lo que opina Fulanito, el otro y el de más allá, que es lo que hago yo para formar mi opinión. No se trata de decir éstos son muy malos y éstos muy buenos.

Creo que le queda una para aprobar Periodismo. Teoría e Historia de la Imagen, nada menos. Pero para no tener el título no me ha ido tan mal, ¿no?

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Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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