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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Víctimas en congreso

Las asociaciones pierden todo su sentido si reproducen las divisiones de los partidos

El IV Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, clausurado ayer en Madrid, ha sido escenario de penosas expresiones de sectarismo que minan el prestigio que tuvo el movimiento de las víctimas y reducen su capacidad para influir en la opinión pública. Contrasta con el hecho de que el 81% de los votantes del PP y el 77% de los del PSOE consideran necesario un acuerdo entre ambos partidos en política antiterrorista, según una encuesta del año pasado. Y aunque en el congreso ha habido llamamientos a la unidad, han ido acompañados casi siempre de descalificaciones y emplazamientos destinados a obstaculizarla.

Las víctimas estuvieron ausentes del escenario público durante muchos años en los que, sin embargo, el terrorismo era la primera preocupación de los ciudadanos. Hasta su recuerdo incomodaba, especialmente en el País Vasco, pese a que muchos de los crímenes de ETA se cometían en nombre de los habitantes de ese territorio, según reconoció hace 11 meses el lehendakari Ibarretxe. Esa situación, que puede explicar ciertas exageraciones compensatorias posteriores, cambió en los años noventa. Pero sería reiterar el desprecio y tratarlas como a menores de edad dejar de señalar que el protagonismo actual del movimiento de víctimas toma a veces formas lamentables.

Esa influencia es inseparable de su papel como movimiento suprapartidista; si se limita a reproducir y aun ampliar las divergencias existentes entre los partidos, deja de cumplir su función: para dividir ya están los elementos más sectarios de los partidos. El escoramiento de la principal asociación de víctimas, la AVT, en clara resonancia con el PP, ha hecho desistir a otros colectivos de víctimas de participar en el congreso y que muchos ciudadanos lo hayan visto como un acto partidista, que no iba con ellos.

Ayer, Rajoy se comprometió ante los asistentes a recomponer el consenso antiterrorista si es elegido presidente. Lo hizo en un discurso muy crítico con la política antiterrorista de Zapatero, en el que mezcló reproches razonables con simplezas demagógicas, como la contraposición entre la derrota de ETA y el final dialogado; haciendo eco al presidente de la AVT, Alcaraz, que había acusado a Zapatero de haberse "rendido" ante ETA.

Alcaraz también llamó "cobarde" a Zapatero por no participar en el congreso, al que había sido invitado. Tal como estaba organizado y se ha desarrollado (incluyendo un insidioso llamamiento a votar al PP por parte de Aznar), el presidente tenía razones para temer que le prepararan una encerrona como la que padeció hace dos años, en el anterior congreso, Gregorio Peces-Barba, entonces comisionado para las Víctimas. En ese sentido, se comprende la ausencia, pero es posible que la distancia se deba en parte a que el Gobierno subestimó en su momento la importancia de una política (no sólo asistencial) en relación con las víctimas. Algo que deberá remediarse tras las elecciones.

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