Miles de palestinos huyen de Gaza
Egipto autoriza la apertura temporal de Rafah después de que Hamás destruyera el paso
Voy a comprar medicinas para mi hija diabética", explica una mujer sacudiendo unas cajas vacías mientras sube a uno de los vehículos que abarrotados de gente se dirigían hacia el paso fronterizo de Rafah, a tan sólo 42 kilómetros de la capital.
El conductor de un taxi, el joven Wasim, ha tenido el tiempo justo de hacer las maletas y despedirse de su familia. Regresó de vacaciones a Gaza el pasado junio. Desde entonces, el cierre de fronteras le ha impedido regresar a El Cairo donde cursa estudios de Medicina en la Universidad Siete de Octubre. "¡Gracias a Dios!", repite una y otra vez.
Camiones, coches y bicicletas de toda la franja forman una caótica caravana Mubarak permite el paso "pacífico y temporal" de los palestinos por Rafah
A la altura de Jan Yunis, el tráfico empieza a ser denso. Los niños, sucios y descalzos, han abandonado los lúgubres callejones en los que crecen y aplauden a la interminable y caótica caravana de camiones, carretas tiradas por burros, bicicletas y un sinfín de automóviles llegados de todos los puntos de la franja mediterránea. El ambiente es festivo por primera vez en meses. "¡Libertad para Palestina!", gritan unos pequeños haciendo el símbolo de la victoria. Detrás de ellos, en las paredes, innumerables fotografías de mártires presiden la escena.
Fueron unos encapuchados de Hamás los que en la madrugada de ayer colocaron explosivos en el muro que separa la población palestina de Rafah de la egipcia del mismo nombre. Antes de 1967 ambas formaban un único núcleo urbano. La docena de brechas abiertas ayer en el muro las volvía a unir de nuevo. "¿Cuánto cuesta este libro?", pregunta un grupo de beduinos egipcios a un librero palestino de Rafah. Muchos egipcios pasean por entre las ruinas del bombardeado campo de refugiados de esta población al sur de la franja. Gaza es demasiado cara para ellos, pero Egipto sigue siendo asequible para aquellos palestinos que todavía tienen unas monedas.
Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Gaza, unas 350.000 personas cruzaron ayer la frontera en ambas direcciones, la mayoría regresaba a casa cargada hasta los topes con productos que escasean desde hace meses en el mercado, principalmente combustible, cigarrillos, medicinas o ganado. "¡Chocolate, dulces!", grita un avispado adolescente que ha montado un chiringuito junto a una de las brechas. Tres niños se acercan y compran una chocolatina. La abren. La parten en pedazos iguales y sonríen. Están felices. Su padre, Hamzeh, explica que perdió su empleo hace meses. Desde que Hamás asumió la Administración de la franja en junio, Israel ha recortado la entrada de mercancías de manera drástica. Desde el pasado jueves han sido prácticamente cero los camiones que han obtenido permiso para cruzar el paso comercial de Karni. La falta de materia prima ha dejado sin empleo a más de 80.000 padres de familia.
Abriéndose paso entre el alambre de espinos, Hala no puede contener un llanto sonoro al abrazar por fin a su marido. "Este es tu hijo Nidal", le muestra emocionada. El bebé se llama Lucha, en árabe, y nació mientras el padre se encontraba atrapado en el lado egipcio de la frontera. Junto a ellos un hombre trata de abrirse paso empujando a un enfermo en una silla de ruedas. Según Hamás, desde junio ya son 78 los pacientes que han fallecido esperando el permiso de Israel para ser trasladados a hospitales fuera de la franja.
Los policías egipcios observan la escena. El presidente Hosni Mubarak, presionado por los países árabes, ha permitido el paso "pacífico y temporal" de los palestinos por Rafah. La situación ha emponzoñado la relación con Israel, que ve en la falta de control del paso la puerta de entrada de miles de armas que luego se volverán en su contra.
Jawad se para y pregunta a los policías egipcios si piensan cerrar la frontera pronto. No hay respuesta. "De todos modos, yo no pienso regresar", dice. "No tengo nada que perder. Nos han desposeído de todo. Y a mí todavía me quedan sueños que cumplir".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.