Por un futuro innovador
Basta con repasar los principales indicadores socioeconómicos de los países más avanzados para comprobar la relación directa entre conocimiento y desarrollo. Hoy la investigación científica y la innovación son palancas básicas para impulsar el crecimiento económico y el bienestar.
La ciencia nos da la respuesta a muchos de los desafíos del mundo contemporáneo, nos permite interpretar el pasado y construir el futuro. Además, la buena salud de nuestra economía reside en buena medida en nuestra capacidad de ser más productivos y competitivos. Lejanos ya, por fortuna, los días en los que nuestra ventaja comercial se basaba en bajos salarios y largas jornadas laborales, la innovación ha pasado a ser el principal factor competitivo.
Debemos mirar alto y lejos, compararnos con Estocolmo o Île de France
Crear conocimiento y movilizarlo, transformarlo en innovación, ésa es sin duda la clave del éxito. En los últimos 20 años España ha incrementado de forma significativa su producción científica, hasta alcanzar el noveno lugar mundial si consideramos el número de artículos publicados por nuestra comunidad investigadora. Sin embargo, a la hora de analizar otras dimensiones relevantes, como el impacto de lo publicado o las patentes generadas, aparecen luces y sombras.
Pero ni España es un todo homogéneo ni Europa lo es. El Estado autonómico ha contribuido incomparablemente a la mejora de la educación y la investigación científica en nuestro país, a una mayor cohesión y vertebración territorial en un nuevo contexto: la sociedad del conocimiento. También ha permitido a cada comunidad autónoma desarrollar políticas propias en las que la emulación entre regiones ha actuado como vector de progreso.
Según el diccionario de la Real Academia Española, emular significa imitar las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas. Para hacerlo hay que mirar a otro y, sobre todo, hay que decidir cómo y a quién se mira. Porque uno puede observar al vecino de reojo o mirar alto y lejos; confrontar o cooperar; envidiar o admirar.
La Comunidad de Madrid tiene el privilegio de contar con la mayor densidad científica de España. Tenemos el mayor número de universitarios y una de cada cuatro personas dedicadas a tareas de I+D en España se encuentra en Madrid. A las universidades y otros centros dependientes de la administración autonómica se suman un buen número de organismos públicos estatales de investigación. A pesar de ello, los indicadores muestran un notable déficit en innovación. Tomando como referencia el número de patentes europeas registradas en el período 2001-2005, en relación con el número de habitantes de cada comunidad autónoma, nuestra región ocupa el quinto lugar, tras Navarra, Cataluña, País Vasco y Aragón.
¿Y si miramos un poco más lejos? El tablero regional europeo de la innovación elaborado por el Maastricht Economic and social Research and training centre on Innovation and Technology (MERIT) coloca a la Comunidad de Madrid en un decepcionante trigésimo primer puesto. Por delante encontramos nada menos que 12 regiones alemanas.
El Gobierno de España ha situado la I+D+i en el centro de sus prioridades, con inversiones que nos están permitiendo avanzar con paso firme y decidido hacia la convergencia europea y que están teniendo una especial repercusión en regiones como la madrileña, que se beneficia del tamaño de su sistema científico-tecnológico.
Pero, mientras los gobiernos de algunas comunidades autónomas están sabiendo aprovechar este impulso, otros, como el de Madrid, pierden el tiempo confrontando y mirando de reojo al resto de regiones españolas, en una permanente comparación en la que el éxito legítimo de las otras, bien se disimula, bien se presenta como un agravio a los madrileños.
Si queremos hacer de nuestro país, de sus comunidades, una potencia del conocimiento, si queremos un futuro innovador para España, debemos mirar alto y lejos y, a la vez, saber estar cerca de las personas, de sus necesidades y sus inquietudes; debemos tener ambición, compararnos con los mejores para aprender de ellos y del camino que han seguido hasta llegar al lugar que hoy ocupan, de regiones como las de Estocolmo, Oberbayern, Etela-Suomi o Île de France.
Estamos claramente ante uno de los retos más importantes para nuestro país. Por eso es sorprendente y preocupante que la propuesta realizada desde el Partido Socialista de Madrid de alcanzar un pacto regional en materia de Universidad e I+D+i suscitara un descriptible entusiasmo en la Presidenta de la Comunidad de Madrid. La respuesta de Esperanza Aguirre ha quedado bien reflejada en el proyecto de Presupuestos Generales de la Comunidad para 2008: ni un euro más para investigación científica y tecnológica.
Nos merecemos un futuro innovador, también en la Comunidad de Madrid. Y sólo apuestas regionales sólidas harán que ese futuro innovador sea el de todos.
Tomás Gómez Franco es secretario General del Partido Socialista de Madrid (PSM).
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