Evaluar para mejorar
La publicación del informe PISA 2006 ha puesto a la educación escolar en el primer plano de la actualidad; y, en general, en términos negativos e incluso catastrofistas. El País Vasco se sitúa en la media de los países de la OCDE en las tres competencias evaluadas: ciencias, matemáticas y comprensión lectora. En términos de proceso, se ha avanzado en ciencias, se ha producido un retroceso, estadísticamente no significativo, en lectura y no ha habido avance ni retroceso en matemáticas. En cuanto a equidad, un alto porcentaje de alumnos alcanza los niveles medio y medio-alto y son pocos los que alcanzan la excelencia y los que se sitúan en los niveles inferiores. Estos resultados se pueden calificar como medianos, porque se sitúan en la media internacional y porque, en su denotación más peyorativa, muestran que con estas bases no nos podemos plantear retos de envergadura para la mejora individual y colectiva.
Hay que analizar ahora si las condiciones lingüísticas perjudican o no la adquisición de las competencias básicas
Aunque sea difícil sustraerse a la tentación, con los resultados de esta evaluación no se puede establecer un ranking entre los diferentes países, dadas la diversidad y complejidad de factores que inciden en la educación y las diferentes circunstancias y trayectorias de cada uno. La comparación sólo sirve de referente para reconocer los puntos fuertes y débiles de nuestro sistema educativo y para analizar las estructuras y las prácticas de los países de mayor éxito, y ver si, aplicadas al nuestro, nos conducen al objetivo de mejorarlo.
Lo más relevante de PISA, desde mi punto de vista, es que en este programa no evalúan los conocimientos adquiridos en las distintas materias del currículo al finalizar la enseñanza obligatoria, sino las "competencias" que ha adquirido el alumnado para afrontar los grandes retos de su vida de adulto: desarrollarse como personas autónomas y responsables, convivir en sociedad, ejercer de forma activa su ciudadanía, integrarse en el ámbito laboral y continuar su aprendizaje a lo largo de toda la vida. Esto supone un cambio radical en la orientación de la enseñanza básica: su objetivo no es el saber por el saber, sino que todos los alumnos y alumnas estén en condiciones de decidir y actuar con mejor criterio y mayores posibilidades de éxito en su vida.
El nuevo currículo vasco, siguiendo la propuesta del Parlamento Europeo y de acuerdo con la Ley Orgánica de Educación, se sitúa en esta línea, como lo habían planteado tanto las ikastolas y las escuelas cristianas como la enseñanza pública. Se proponen las ocho competencias que se han de adquirir y desarrollar hasta el final de la ESO. Abarcan los aspectos básicos del saber y de la persona y constituyen un referente para la enseñanza y la evaluación: competencia en comunicación lingüística, matemática, cultura humanística y artística, cultura científica, tecnológica y de la salud, tratamiento de la información y competencia digital, social y ciudadana, para aprender a aprender y para la autonomía e iniciativa personal.
El aprendizaje de las competencias requiere una enseñanza con un enfoque funcional, menos académico y magistral que el habitual en nuestras aulas, una didáctica que cuente con un papel activo de los alumnos y alumnas y facilite la interacción en equipos de trabajo y una evaluación cuidada de los niveles competenciales adquiridos con el fin de reorientar el proceso de enseñanza-aprendizaje. La enseñanza escolar no puede limitarse a aportar al alumnado información, unos pocos conocimientos y algunas destrezas, sino que ha de proponerse que sepa hacerse preguntas, contrastar sus conocimientos y buscar las informaciones necesarias para dar con la respuesta; que sepa analizar un hecho, una situación, una conducta sin prejuicios ni simplismos, que diseñe y desarrolle un proyecto, que tome decisiones razonadas y justas. Ha de aprender a pasar de forma autónoma, con las habilidades y estrategias adecuadas, de la información al conocimiento y del conocimiento a la acción, bajo la dirección de unos valores. Todos somos responsables de que los chicos y chicas vean que así actúan los adultos en la vida real, que ese es el camino por el que merece la pena avanzar.
De los resultados de PISA 2006, el que más preocupa es el retroceso en comprensión lectora, básica para el desarrollo de las demás competencias. La lectura exige entra en competición con medios tan accesibles y fáciles como la televisión, el teléfono móvil e Internet. Sin despreciar estos nuevos canales de comunicación, la lectura tiene un papel indispensable en la educación y todos podemos y debemos contribuir a que los chicos y chicas lean, desarrollen su comprensión lectora y el gusto por la lectura. Es responsabilidad del profesorado incluir la lectura en las actividades didácticas de todas las materias. Y, sobre todo, los padres y madres tienen la responsabilidad de motivarles a la lectura facilitándoles libros, leyendo juntos...
Al hilo de que los alumnos escolarizados en modelo D contestaron las pruebas de PISA en castellano, cuando ésta es su lengua familiar, ha surgido el debate sobre el uso de las lenguas en la enseñanza y, en concreto, si, en la enseñanza en euskera, se perjudica el desarrollo de la competencia lingüística de este alumnado.
Como advierten sus promotores, PISA ofrece datos sobre el nivel competencial del alumnado, sin prejuzgar cómo lo ha alcanzado. Es lógico que se ponga al alumnado en las mejores condiciones para que demuestren el nivel real de competencias en ciencias o en matemáticas (la comprensión lectora se realiza en castellano). Ahora hay que analizar los resultados, si las condiciones lingüísticas perjudican o no la adquisición de las competencias básicas, si por ello baja el porcentaje de alumnos en el nivel de excelencia y aumenta en los niveles más bajos. Siempre teniendo en cuenta que la sociedad vasca quiere ser bilingüe y encarga a la escuela que asegure el aprendizaje del euskera a quienes no lo tienen como lengua familiar y, al mismo tiempo, quiere una enseñanza de calidad que sea la base de su progreso y bienestar.
Quienes sólo tienen contacto con el euskera en el ámbito escolar, desarrollan una competencia desigual en euskera: pueden alcanzar un nivel alto para la información, la más utilizada en la enseñanza, pero bajo en otros aspectos importantes para la comunicación. El entorno familiar y social contribuyen al desarrollo de la competencia lingüística en castellano, que, en una medida, se transfiere al euskera y a otras lenguas. Lógicamente la aportación del entorno depende de la riqueza y calidad lingüística y cultural, por lo que no hay que actuar de la misma manera en todos los casos y es aconsejable el uso del castellano, aunque esté escolarizado en euskera, cuando el alumnado encuentre una especial dificultad o necesite expresar sus emociones. Como habrá que ampliar los ámbitos de uso del euskera para que en esta lengua la competencia sea plena.
Luis Otano Garde es ex director del Instituto de Desarrollo Curricular y Formación del Profesorado del País Vasco.
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