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El arca aún sigue perdida

La novela de un aspirante a Indiana Jones reaviva el enigma de una de las grandes leyendas de la antigüedad

Jacinto Antón

El Vaticano, arqueólogos, terroristas, la CIA, los israelíes, la prensa, un empresario misterioso protegido por mercenarios de Blackwater... Todos van detrás del objeto de la antigüedad más popular, el Arca de la Alianza -la célebre arca perdida de Indiana Jones-, en la nueva novela de Juan Gómez-Jurado, Contrato con Dios (El Andén). El libro, un thriller arqueológico entretenido y con hechuras de best seller, vuelve a poner sobre el tapete la legendaria arca, sobre cuyo destino se han elaborado tantas teorías y fábulas.

La Biblia sostiene que a los filisteos les provocó hemorroides

Gómez-Jurado reconoce que el origen de su novela está en una inveterada pasión por el filme de Spielberg. "Lo vi 26 veces seguidas durante una enfermedad, me sé diálogos de memoria y me sigue flipando como el no va más de la aventura". El autor de la exitosa El espía de Dios -medio millón de ejemplares vendidos en todo el mundo- ha introducido guiños a En busca del arca perdida en su libro: el arqueólogo principal se llama Forrester, como el malogrado competidor de Indiana Jones cuyo esqueleto aparece empalado en una trampa en la escena inicial de la película.

Mencionada únicamente en la Biblia, aunque con profusión, la primera vez en Éxodo, 25, el Arca de la Alianza o del testimonio era, según el texto religioso, el mueble sagrado donde se guardaban las tablas de la ley, hechas de piedra.

El arca, cuyo diseño, según la Biblia, se lo dictó pormenorizadamente el propio Dios a Moisés, estaba hecha de madera de acacia recubierta de oro puro por dentro y por fuera. Incluía unas barras para portarla y sobre ella figuraban dos querubines de oro batido. La Biblia da el nombre de su constructor: Besalel, de la tribu de Judá, recomendado por Yahvé mismo, que ya es recomendación.

El único indicio claro de que pudiera ser empleada como arma (el motivo por el que la quieren los nazis en la película de Spielberg) lo ofrece el libro de Josué. Durante el ataque a Jericó se la hace dar una vuelta alrededor de la ciudad, pero en realidad no se precisa si el milagroso derrumbe de las murallas se produce por su causa o por el sonido de las trompetas.

Que era un objeto al menos peligroso lo sugiere la historia del pobre Oza, hijo de Abinadab: cuando David trasladó el arca a Jerusalén, Oza la tocó y cayó muerto en el acto (II Samuel, 6). Más difícil de valorar es el que durante el tiempo que la retuvieron en su poder, tras capturarla en batalla y colocarla en el templo de Dagón, a los filisteos les provocara hemorroides (I Samuel, 5).

De existir -no hay que esperar de la Biblia en general verdad histórica, no era ésa su función-, el arca seguramente se perdió, fundida o destruida, en tiempo de Nabucodonosor II, durante la destrucción del Templo de Salomón en el 586 antes de Jesucristo.

No obstante, no puede descartarse absolutamente que por azares del destino el arca se hubiera preservado, así que a los amantes de Raiders of the lost ark les queda un resquicio de esperanza. Dónde habría ido a parar es la pregunta del millón. Las teorías abundan: en una cámara secreta bajo el monte del Templo (la Explanada de las Mezquitas) en Jerusalén, en una iglesia de Aksum (Etiopía), en una cueva en el monte Nebo en Jordania, en Qumram, en diversos puntos de Egipto como en Tanis (llevada por el faraón Sheshonq tras su campaña en Palestina: la hipótesis Indiana Jones) o en el Valle de los Reyes (una disparatada opinión la coloca en la mismísima tumba de Tutankamón y la identifica con el arcón portátil del ajuar del rey niño)...

Gómez-Jurado se inclina en su libro por la tesis jordana. Allí envía a sus personajes, encabezados por un sacerdote ex agente de la CIA y una periodista española lesbiana. El autor descarta que el arca tuviera poderes sobrenaturales. "El único poder sobrenatural en el mundo es Ronaldinho", dice demostrando estar más al corriente de arqueología bíblica que de fútbol.

Gómez-Jurado cree que el arca sigue existiendo por una razón sentimental: "Lo bello no debe morir, el arca es demasiado hermosa para imaginarla desguazada en un mercado babilónico". Pero confía en que no aparezca: "Podría montar un lío en Oriente Medio impresionante, por su valor simbólico. De hecho, me han dicho que las agencias de seguridad de EE UU tienen un protocolo de actuación por si el arca es hallada, una eventualidad que se cree podría desencadenar la III Guerra Mundial". Visto ello, es una suerte que el arca siga perdida, o acaso, como testimoniaría Indy, en un almacén del Pentágono, en un anónimo cajón con el número de serie 9906753...

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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