El misterio olmeca, medio sumergido
Entre los damnificados de los aguaceros, unos colosos de piedra, silenciosos testigos del pasado mesoamericano: las grandes cabezas monolíticas de los misteriosos olmecas. Las inundaciones han medio cubierto varias de estas gigantescas esculturas, símbolo de los que se ha dado en llamar los sumerios de América. Las imágenes nos muestran esas impresionantes cabezas de rostros y narices achatados, de labios gruesos y poderosa frente, cabezas que han resistido impertérritas al paso del tiempo, protegidas precariamente contra los elementos y transformada su mirada intemporal en lo que parece una mueca de miedo. Estos monumentos que comparten hoy el drama de la población de Tabasco son mudos testigos del inicio de las grandes culturas de Mesoamérica y su pérdida o deterioro significaría una tragedia para el patrimonio mundial. Los olmecas, grandes talladores de piedra (desde las cabezas de basalto de tres metros a figuritas de jade), están considerados la gran influencia formativa de la América central precolombina (excepto quizá de los mayas). Levantaron grandes centros ceremoniales como La Venta y Tres Zapotes y su edad de oro se sitúa a inicios del primer milenio antes de Cristo. Desaparecieron fundiéndose, se cree, con otras poblaciones y ahora sus inveterados vestigios amenazan disolverse bajo el copioso llanto del dios de la lluvia.
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