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Reportaje:55º Festival de Cine de San Sebastián

De la barbarie talibán a la banalidad

Hana Makhmalbaf presenta 'Buda explotó por vergüenza', y Manuel Poirier, 'La maison'

Ángel S. Harguindey

El certamen inicia el inevitable punto de montaña rusa de toda selección: si con Cronenberg se alcanzó, de momento, la cota más alta, dignamente arropada por Bollaín y Broomfield, con La maison, del francés Manuel Poirier, el descenso a la banalidad alcanzó niveles que la paciencia del espectador espera resulten difícilmente igualables. La tierna historia de Buda explotó por vergüenza, de la iraní Hana Makhmalbaf, permitió al festival remontar el vuelo.

No se entiende qué hace el estupendo actor Sergi López en unos 95 minutos tan anodinos
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La ventaja de leer los press-book antes de ver la película es que el espectador puede hacerse una idea de lo que desea contar el realizador. La desventaja de leerlos después de ver la película es que se comprueba la enorme distancia que hay en ocasiones entre los deseos y la realidad. Poirier presenta una historia tan anodina que cuesta creer que haya sido posible llevarla a la pantalla, contando además con un estupendo actor protagonista, Sergi López, del que no se entiende qué hace en esos 95 minutos tan insustanciales. El realizador explica que "tenía el deseo de hablar sobre la fragilidad de los encuentros, de los vínculos, de la existencia", desde la convicción de que "uno es el resultado de lo que ha sido su infancia, de lo que hacen nuestras debilidades, nuestros deseos, nuestras convicciones, nuestras emociones...". En resumen: La maison es un enorme deseo insatisfecho realizado por alguien que debió de tener una infancia totalmente insípida.

Buda explotó por vergüenza, en cambio, es una encantadora película de una directora de 18 años de edad, realizada con unos escasísimos medios y una delicada sensibilidad. El filme comienza con el documento cinematográfico de la destrucción de las colosales estatuas de Buda en Bamiyán, en el centro de Afganistán, en febrero de 2001, y concluye con las mismas imágenes de la barbarie talibán. Entre unas y otras se desarrolla una sencilla historia protagonizada por niños afganos, habitantes de las cuevas de sus alrededores: una niña (Nikbakht Noruz), estimulada por su vecino y amigo, emprende una larga epopeya para comprar un cuaderno con el que poder asistir a la escuela. La elemental crueldad de los niños y la insolidaria actitud de las niñas permiten valorar el talento de la directora, al mismo tiempo que demuestra la enorme diferencia que debe de haber entre su infancia y la de Manuel Poirier.

Hana Makhmalbaf, ayer en San Sebastián.
Hana Makhmalbaf, ayer en San Sebastián.JESÚS URIARTE
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