La maestra de Al Gore
Rachel Carson, una pionera en ecología que nació hace 100 años pero sigue de actualidad, que no dudó en enfrentarse a las todopoderosas químicas por el dañino DDT, y ahora, hasta Al Gore la reconoce como su maestra en medio ambiente.
"En estas aguas profundas es donde pesca el cachalote; su presa son los calamares de aguas profundas, incluyendo el calamar gigante, Architeuthis, que lleva una hondura pelágica de 450 metros o más. Sobre la cabeza del cachalote se observan frecuentemente señales formadas por surcos que dibujan un gran número de cicatrices circulares hechas por las ventosas que guarnecen los tentáculos de este calamar. Con estos datos podemos imaginar los combates que tienen lugar en las tinieblas de las aguas profundas entre estos dos enormes animales: el cachalote, con su cuerpo de 70 toneladas; el calamar, con el suyo de más de 10 metros de largo, armado de sus retorcidos tentáculos prensores que hacen que la longitud del animal sobrepase los 15 metros".
A pesar de su aspecto inofensivo de ama de casa, se enfrentó a los gigantes químicos que fabrican plaguicidas
En 1951 ya logró imaginar las interacciones entre humanos y océanos, tan de moda hoy por el cambio climático
Las multinacionales invirtieron una fortuna para desacreditarla. La llamaron histérica, fanática y comunista
Esta vívida descripción, que concuerda con las investigaciones más actuales sobre el mar profundo, fue realizada en 1951, y pertenece a la segunda obra de Rachel Carson, El mar que nos rodea: un auténtico best seller que estuvo durante 39 semanas en el primer lugar de las listas de los libros más vendidos del diario The New York Times -permanecería 86 semanas en total- y que se tradujo a 30 idiomas (la editorial Destino lo publica ahora en España coincidiendo con el centenario del nacimiento de la autora). La forma en que está narrado este clásico sobre el mar -un estilo que combina la literatura, la poesía y la ciencia de una manera que no se había visto desde los escritos de Darwin- convirtió a Carson en una de las escritoras sobre naturaleza más populares de EE UU. La obra casi parece un tratado de anticipación sobre cuestiones oceánicas que por entonces eran poco conocidas. Baste como ejemplo: hace más de medio siglo eran escasos los conocimientos y descripciones que se tenían de la vida del calamar gigante y su relación con los cachalotes, sus depredadores naturales. "Es un detalle notable, la forma en que expone lo que por entonces eran rumores", indica a EPS Nancy Gift, directora del Instituto Rachel Carson de la Universidad de Chatham, en Pittsburgh (EE UU).
Sus amigos más cercanos la llamaban Ray; Raquel Carson era una mujer pequeña, de nariz aguileña y pelo rizado castaño, de carácter educado aunque reservado, amante de la observación de las aves y magnetizada por los misterios del mar. Su aspecto inofensivo, que recuerda al de las típicas amas de casa de clase media norteamericana que dejaban las tartas en el alféizar de la ventana para que se enfriasen, contrasta con una perseverancia -decía que escribía lentamente, sin prisas, y que se refugiaba en la noche para no verse interrumpida- que la convertiría, una década después del éxito de El mar que nos rodea, en un símbolo para el ecologismo moderno. Con la publicación de su última obra, Silent spring (Primavera silenciosa), en 1962, en la que denunciaba los daños indiscriminados de los pesticidas al medio ambiente, Carson se convirtió en el epicentro de una desigual batalla contra gigantes químicos todopoderosos como Monsanto o American Cyanamid: David contra varios Goliats. Su mensaje caló hondamente en el público: el cuerpo humano no es una barrera para los contaminantes que nos rodean. A la postre, y gracias al eco de su obra, lograría -ocho años después de su muerte en 1964- que las multinacionales hincasen sus rodillas con la histórica prohibición del insecticida DDT en 1972. Al Gore, ex vicepresidente de EE UU y la figura pública más relevante en cuanto al cambio climático, asegura que el movimiento conservacionista y la conciencia ecológica en Estados Unidos serían impensables sin la herencia dejada por Carson.
Nacida en 1907 en la localidad de Springdale (Pensilvania), Carson empezó a publicar sus cuentos cuando apenas tenía 10 años en una popular revista para niños. La postal de su adolescencia podría resumirse en una chica tímida que enviaba poesías a los periódicos locales y que centraba sus intereses en la literatura. Su madre, María McLean (que se convertiría en su mayor admiradora), la describía como "una niña tímida a la que le gustaba el aire libre y el canto de los pájaros". Carson se enroló en cursos sobre composición literaria en el Colegio para Mujeres de Pensilvania, y, en un momento dado, quedó fascinada por la biología. No sería una sorpresa, dado lo atraída que se sentía por la naturaleza, que se licenciara con los más altos honores en Zoología por la Universidad de John Hopkins.
Los biógrafos señalan que dentro de ella convivían dos fuerzas que explotarían más adelante: su talento innato como escritora y su carrera como bióloga, cuando prosiguió sus estudios en oceanografía en el prestigioso Instituto de Woods Hole, mientras se ganaba la vida dando clases de zoología en Maryland. "Claro que ha habido escritores sobre la naturaleza antes que ella, desde luego, y científicos que estudiaban el mar", reflexiona Nancy Gift. "Lo que creo que resulta pionero cuando se habla de Rachel Carson es que leía literatura científica y ella lo transformaba en algo lírico y hermoso".
Hay una anécdota que sucedería poco después de la publicación de El mar que nos rodea (en el año de su publicación vendió 200.000 ejemplares en tapa dura) e ilustra bien su carácter. Carson recibió una llamada para dar una conferencia en el hotel Astor ante unas 1.500 personas. Su carácter tímido tendría que enfrentarse inesperadamente a la llamada del público que tan bien había acogido su obra, y por ello consultó a su agente, Marie Rodell, sobre qué hacer. El consejo: lo mejor era que se concentrara en escribir. Contra pronóstico, Carson decidió aceptar el reto. Rompió el hielo como conferenciante y mostró al público unas grabaciones que demostraban que el mar no era exactamente ese mundo silencioso que Cousteau mostraría en su histórica película un año más tarde. Como escribió en su obra: "Se ha comprobado que el mar no es un lugar completamente silencioso. Diversos estudios, observaciones y experimentos efectuados con hidrófonos y otros procedimientos acústicos para descubrir los submarinos, han probado que en las cercanías de las líneas de la costa de la mayor parte del mundo hay una extraordinaria algarabía producida por peces, crustáceos, marsopas y otros animales aún no determinados".
Carson detalló además el misterio de los sonidos abisales: "Cuando la tripulación del Atlantis lanzó un hidrófono en las aguas profundas próximas a las Bermudas, este aparato registró sonidos extraños parecidos a maullidos, chillidos y gemidos fantasmales, cuyo origen no ha podido averiguarse". Misterio que aún perdura hoy.
El reconocimiento del público tardó en llegar. Antes de la publicación de El mar que nos rodea, Carson se había estrenado literariamente con una obra, Under the Sea-Wind, en 1941 -su obra favorita- que pasó prácticamente inadvertida, y en la que ya reflejaba su pasión por los océanos. Los orígenes de esta obra hay que situarlos en los tiempos en los que ella empezó a colaborar con la Oficina de Pesca del Gobierno de EE UU para escribir algunos programas de radio de contenido científico. Era 1935; poco después, Carson conseguiría un empleo como bióloga marina en esta institución pública.
La década de los cuarenta fue claramente de siembra. La antigua Oficina de Pesca pasó a llamarse Servicio de Pesca y Vida Salvaje (Fish and Wildlife Service), y Carson se convirtió en la editora jefa de las publicaciones gubernamentales. Como a veces sucede en las carreras de los escritores con talento, la publicación en 1951 de El mar que nos rodea marcó un antes y un después en la vida de Carson. Este libro sí le reportó reconocimiento instantáneo: ganó el Premio al Libro Nacional (National Book Award) por la mejor obra de no ficción, y la Medalla John Burroughs. Sin embargo, durante varios años, su agente había movido el material sin mucho éxito para publicarlo como una serie. Fue rechazado por 15 publicaciones, incluyendo revistas tan prestigiosas como National Geographic.
"Lo que me parece más interesante de El mar que nos rodea es la manera en la que proporciona una perspectiva tan amplia de cómo los océanos afectan a la vida de los humanos, y al mismo tiempo logra convertirlos en algo hermoso y atractivo por sí mismo", dice Nancy Gift. En este sentido, existen varios capítulos que considera anticipatorios. Carson dedica un espacio generoso a explicar algunos fenómenos extraños observados en los mares. Es el caso de una ola monstruosa de treinta metros de altura observada cerca del cabo de Buena Esperanza por el explorador francés Dumont d'Urville en el siglo XIX, hecho al que un siglo después no se le daba credibilidad: "Es cuestión muy debatida la altura máxima que puedan alcanzar las olas tormentosas; la mayor parte de los manuales hablan de veinte metros, pero hay marineros que se obstinan en afirmar que existen olas mucho más altas. (...) Sin embargo, ha sido registrada una ola gigante que, a causa del método de medida utilizado, parece que no puede dudarse de sus dimensiones. En febrero de 1933, el barco estadounidense Ramapo, mientras iba de Manila a San Diego, navegó durante siete días con un tiempo tormentoso. (...) El 6 de febrero, el temporal alcanzó la intensidad máxima, vientos de 68 nudos. (...) Mientras estaba en el puente observando durante las primeras horas de aquel día, uno de los oficiales del Ramapo vio, a la luz de la luna, que una gran ola se levantaba por la popa a un nivel superior al de una de las gazas de hierro del puesto de vigía del palo mayor. El Ramapo estaba de tal modo que toda su quilla y su popa se encontraban en el seno de la ola. (...) Cálculos matemáticos sencillos, basados en las dimensiones del barco, dieron la altura de la ola. Era de 34 metros". La existencia de estas olas gigantes fue confirmada definitivamente mediante observaciones de satélites en 2001.
El éxito de su primer 'best seller' permitió a Carson dejar de trabajar para el Gobierno y dedicarse a la literatura. Se construyó una casa en un pedazo de tierra que adquirió en la costa de Maine, y se compró un microscopio de calidad. Quienes la conocían hablaban de ella retratándola como una mujer tímida que parecía encontrar la felicidad con el sonido de sus aves favoritas, el fumarel negro y el tordo rojizo, cuyo canto, con notas muy nasales, era descrito por Carson como una llamada "mística y sobrecogedora". Desde luego, no parecía el tipo de persona con desmedidos intereses materiales. Sin embargo, con la publicación de su última obra, Silent spring, en 1962, Carson se colocó en el centro del huracán. El impacto público del libro fue notorio. El titular de la crítica literaria de The New York Times lo resumía así: "Hay veneno a nuestro alrededor". La mayoría de los expertos en medio ambiente y algunos políticos, como el ex vicepresidente Al Gore, no dudan en afirmar que esta última obra de Carson -murió dos años después, en 1964- abrió el camino a la prohibición del DDT en EE UU en 1972, e impulsó la creación de la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA). Es más, con el tiempo, Carson se convirtió en una de las figuras americanas más influyentes del siglo XX.
¿Tenía ambiciones a este respecto? ¿Qué ocurrió en la vida de una mujer tímida fascinada por el canto de los pájaros como para decidirse a escribir una obra que haría temblar los cimientos de las grandes multinacionales químicas norteamericanas? Para la escritora Linda Lear, que ha elaborado la más extensa biografía de Carson, el momento crítico que marcó un antes y un después en su trayectoria pudo ocurrir antes de su primer best seller, en 1945, con la detonación de la bomba atómica en Hiroshima. Por entonces, Carson seguía trabajando para el Gobierno, era una científica desconocida para el público, aunque mantenía contacto con la política y lo que ello significaba. "Creo que antes [de Hiroshima] ella era una romántica", comentó Lear al blog de Earth&Sky. "Creía que la naturaleza estaba fuera del alcance del temperamento humano. Fue la capacidad del hombre para destruir la Tierra lo que cambió ese paradigma".
Precisamente fue a principios de 1945 cuando Carson y un colega cercano, el ornitólogo Clarence Cottam, recibieron informes sobre los daños que el DDT estaba causando en Patuxent, un pueblo próximo a la casa que Carson tenía en Silver Spring. El DDT acababa de aterrizar en las casas norteamericanas y la agricultura: su uso civil, como suele suceder con muchos hallazgos, se trasladó desde el terreno militar, después de que las tropas lo usaran con gran éxito para acabar con los mosquitos transmisores de malaria en las islas del Pacífico, durante la II Guerra Mundial. Era una especie de compuesto milagroso: a diferencia de la mayoría de los insecticidas conocidos, el DDT acababa con centenares de especies de insectos de una sola vez, y, al mismo tiempo, era aparentemente inocuo para el ser humano. Carson ofreció un artículo a la revista Reader's Digest sobre una serie de ensayos que se estaban llevando a cabo para comprobar si el DDT era dañino, pero los editores rechazaron la idea, intuyendo seguramente la polémica que traería.
El paréntesis que se abre desde ese momento dura unos trece años. Carson ya es conocida como escritora de best sellers. En 1958 recibe una carta de unos amigos que poseen unas tierras en Duxbury (Massachusetts), un santuario de aves, en la que se informaba de los daños ocasionados por una campaña de erradicación de mosquitos con DDT y fuel. Fue el germen de Silent spring, libro que le llevaría una investigación de cuatro años y que fue entregado en serie en 1962 por la revista New Yorker hasta su publicación ese mismo año. La prestigiosa publicación ornitológica Audubon publicó extractos de la obra.
El primer capítulo de Silent spring comienza con la descripción de un pueblo norteamericano ficticio donde toda la naturaleza a su alrededor está abatida por una sábana de terrible silencio, debido a las fumigaciones indiscriminadas con DDT y otros insecticidas. La lírica y la ciencia de El mar que nos rodea se combinan aquí en un ataque demoledor al uso indiscriminado de pesticidas. "Cuanto más aprendía sobre los pesticidas, más pálida me quedaba", llegó a declarar Carson, que los bautizó como "biocidas".
El libro esparció por toda Norteamérica un reguero de pólvora que fue literalmente incendiando cada conciencia medioambiental. Pero incluso antes de publicarse, sufrió ataques durísimos por parte de la industria química, que orquestó una campaña contra Carson, gastándose más de 250.000 dólares de la época. New Yorker y Audubon recibieron notificaciones con sendas amenazas de denuncias. Al editor de Audubon, John Vosburgh, le fue comunicado por los abogados de la compañía Velsicol que la publicación de artículos con hechos "no probados" sobre productos de la compañía podría "poner en riesgo la seguridad financiera" de los empleados de la revista y sus familias. Carson recibió calificativos como "mujer histérica". Monsanto contraatacó con un panfleto en el que se relataba, siguiendo el estilo de la escritora, la vida de un pueblo literalmente infestado por los insectos. La compañía Montrose Chemical Corporation, uno de los fabricantes del DDT, indicó: "Carson no escribe como un científico, sino como una fanática defensora del culto al equilibrio de la naturaleza". Y un ex secretario de Agricultura, Ezra Taft Benson, manifestó públicamente: "Carson es probablemente una comunista".
Algunos medios como Time -revista que más tarde colocaría a Carson entre las 100 personas más influyentes del siglo- describieron en 1962 su libro como plagado de "errores y simplificaciones", en el que "muchas de las generalizaciones resultan claramente sin sentido". La revista Science, en cambio, publicó una crítica que, 45 años después, se lee de una forma más compensada: "Silent spring está soberbiamente escrito. La autora ha realizado un estudio exhaustivo de los hechos que hay tras el problema. Sin embargo, no se trata de una revisión judicial o un balance entre los perjuicios y beneficios". Su autor, I. L. Baldwin, director de la Comisión para el Control de las Plagas y la Naturaleza de la Academia Nacional de las Ciencias de EE UU, critica que Carson no hace ningún intento para mostrar "los muchos beneficios que los pesticidas han producido a la sociedad, y el número incontable de vidas que han salvado debido a la destrucción de los insectos que son vectores de enfermedades". Pero admite que la obra "puede estimular la investigación de nuevos métodos para el control de las plagas, la producción y el uso de pesticidas y un mayor cuidado para la protección del bienestar público".
Los ataques de la industria no hicieron mella en esta mujer tranquila; Carson se mantuvo firme. "Debemos tener control sobre las plagas", enfatizó. Insistió en que no estaba a favor de "dejar la naturaleza para los insectos", sino criticando "el uso indiscriminado de las fumigaciones". Carson moriría dos años después de la publicación de Silent spring, de cáncer de mama, enfermedad que muchos de sus correligionarios, incluidos Al Gore, no descartan que pueda estar ligada a determinadas toxinas en el entorno, incluido el DDT (si bien la relación establecida entre DDT e incidencia de cáncer en humanos no es concluyente, de acuerdo con la mayoría de los estudios, se sabe que induce tumores en animales).
En el centenario de su nacimiento, las reacciones en torno a la figura de Rachel Carson siguen produciéndose, tanto a favor como en contra. El eco está lejos de desaparecer. Mientras Al Gore reconoce la enorme influencia que tuvo en su particular cruzada ambiental (tenía una fotografía de Carson en su despacho de la Casa Blanca), el pasado mayo, el senador por Oklahoma Tom Coburn bloqueó una iniciativa para honrar la memoria de Carson. Su argumento: fue la responsable de la estigmatización de los pesticidas y la culpable de que el DDT se dejara de usar en ciertas zonas críticas afectadas de malaria, una enfermedad que mata entre uno y dos millones de personas cada año, la mayoría niños. El escritor de ciencia-ficción Michael Crichton es más taxativo. En su web afirma que la prohibición del DDT es "uno de los episodios más desgraciados de la historia del siglo XX en América", ya que "ha causado la muerte de decenas de millones de personas, la mayoría gente pobre".
Los libros de Carson no quedan, pues, anclados en el pasado. En El mar que nos rodea hay un capítulo especialmente sugerente donde se muestra la influencia que tienen las corrientes oceánicas y los mares en el clima de la Tierra: actúan como un termostato global. La palabra calentamiento global no aparece, aunque se hace referencia al aumento del nivel de los mares, un fenómeno cíclico que ha ocurrido en otras épocas geológicas. "Ella indicaba que el océano regula la temperatura de la Tierra, y que los cambios en el océano tienen un efecto enorme en la vida de las personas", dice Nancy Gift. "Lo que resulta extremadamente revelador, ahora que nos enfrentamos a un calentamiento global inducido por los humanos".
Para recordar los 100 años de su nacimiento, la editorial Destino publica 'El mar que nos rodea' el 12 de septiembre.
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