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Reportaje:

"Israel se ríe de los supervivientes, nos trata como basura"

Olmert rectifica y promete más ayuda para los judíos que sufrieron el Holocausto

Naiara Galarraga Gortázar

No habrá café para todos. El primer ministro israelí, Ehud Olmert, dio marcha atrás en su reunión ayer con los representantes de los cerca de 240.000 supervivientes del Holocausto que viven en el Estado judío. Queda desechada la propuesta, que muchos consideran insultante, de dar 83 shekels (14 euros) a los que estuvieron en los campos nazis, y también a los refugiados del Holocausto, sobre todo originarios de la ex URSS que nunca vivieron bajo la ocupación nazi. Las primeras subvenciones serán para quienes sobrevivieron a los campos de exterminio y no reciben un shekel del Gobierno.

Cuatro horas duró el encuentro, aunque no llegaron a debatir cuantías. Pero el primer ministro aseguró que habrá acuerdo para el próximo día 19. Los supervivientes esperan que así sea porque promesas han oído muchas. Ambas partes acordaron que los prioritarios son quienes salieron con vida de los campos de exterminio, seguidos de quienes viven bajo el umbral de la pobreza y los originarios de la Unión Soviética que llegaron hace más de 20 años. Esto deja fuera a los que arribaron en la gran inmigración judía desde la ex URSS a Israel en los noventa.

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Olmert se había jactado durante meses de que por fin se iba a hacer justicia con estos ancianos y por eso los afectados no daban crédito cuando presentó las ayudas. Consideraron los 83 shekels "un insulto, una burla" y convocaron una manifestación en Jerusalén, donde se vieron un uniforme de rayas y varias estrellas amarillas. Miles de jóvenes acompañaron a decenas de supervivientes en lo que denominaron "la marcha de la vida", tomando el nombre de un programa que cada año lleva a jóvenes a Auschwitz "para que aprendan las lecciones del Holocausto".

Jenny Rozenstein (Chernoviz-Bukovina, hoy Ucrania, 1935) no acudió a Jerusalén, pero por fuerza mayor. Su precaria salud le mantiene en un pequeño apartamento de Tel Aviv. A los seis años, fue recluida en el gueto de Modilov Podolsk. Allí vio cómo un oficial nazi decapitaba a su hermana con un hacha.

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El Estado judío, adonde llegó en 1950, no ha resultado el paraíso que esperaba. "Israel es mi país, pero se ríe de los supervivientes, nos trata como basura. Si estuvieran orgullosos de nosotros, la situación sería otra".

Un documental emitido por la televisión israelí el día del Holocausto, el pasado abril, sostenía que Israel es el país occidental donde peor viven los supervivientes. Jenny suspira por las ayudas que reciben quienes residen en Alemania. "Allí les pagan todo", asegura.

Esta mujer flaca, 45 kilos, llega a fin de mes a muy duras penas. Cobra 270 euros mensuales de las compensaciones que Alemania paga a los supervivientes del Holocausto nazi. Del Gobierno israelí recibe su jubilación -fue peluquera- y la pensión de viudedad: 2.447 shekels (415 euros). "Con eso pago el alquiler, la luz, los dos teléfonos [tiene un móvil], la mutua médica, los medicamentos, el oculista, el psicólogo... y a veces no tengo qué comer". Su menú de ayer era una sopa de pollo que burbujeaba en la minúscula cocina.

El Holocausto, que desempeñó un papel fundamental en la creación del Estado judío, en 1948, es un símbolo siempre presente en Israel. Una vez al año, el día de la Shoa, el país entero se paraliza literalmente durante dos minutos para recordar a los seis millones de judíos asesinados por los nazis y la primera visita de cualquier mandatario extranjero es el Museo de la Shoa (así se llama en hebreo) en Jerusalén.

Muchos han criticado a Olmert por querer jugar a Papa Noel y contentar a todos. También levantó ampollas al decir que tras la manifestación de los supervivientes se ocultaban "motivaciones políticas". Y además agregó: "Deberían estar avergonzados. Mi familia escapó de los nazis. ¿Por qué me atacan?".

"Estoy muy desilusionada con los israelíes y no soy yo sola, somos miles", dice Rozenstein. Muy habladora, pasa de la jovialidad a la tristeza en un segundo. Ahora está dispuesta a relatar su amarga experiencia, pero hasta 1997 no salió una palabra de su boca sobre aquellos años.

Una de las tareas que le encargaron, cuando aún no levantaba un palmo del suelo, fue separar dientes postizos de oro. Vio morir a su hermana, su abuela, una tía y varios primos. "Un vigilante me rompió los dientes con un palo, me lanzó varios perros, me quemó toda la cara con un cigarrillo... Y me disparó en la rodilla". Jenny se levanta la pernera del pantalón y ahí están la cicatriz y el agujero. "Me hizo otras cosas que me avergüenza contar". Añade que cuando los rusos la liberaron "parecía Frankenstein".

La diputada laborista Colette Avital, presidenta del lobby de los supervivientes en la Kneset, que calificó la primera propuesta de "broma", declaró tras salir de la reunión: "Tengo la impresión de que se ha ordenado al Ministerio de Finanzas que trate a los supervivientes de manera digna y justa".

A eso aspiran la señora Rozenstein y los miles de israelíes que salieron con vida de la barbarie nazi. Pero se muestra cautelosa. "Sólo le creeré [a Olmert] cuando tenga la ayuda. Entonces, diré: ya he sobrevivido".

El primer ministro, Ehud Olmert, en una reunión en Jerusalén con supervivientes del Holocausto.
El primer ministro, Ehud Olmert, en una reunión en Jerusalén con supervivientes del Holocausto.AP

Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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