Asturias cae por la pendiente
El Principado es la única comunidad que pierde población. Su tasa de mortalidad es la más alta, y la de natalidad, la más baja, sin que la escasa inmigración pueda equilibrar este desajuste
La aldea asturiana de Brañaseca es un puñado de casas agarradas a la ladera de un monte muy verde y muy azotado por el viento. La mayoría están abandonadas, al igual que las que se ven en la ladera de enfrente. Por la cuesta, empinada como la curva del declive demográfico de esta comarca al oeste del Principado, sube Manolo, de 55 años, en busca del potro que le han matado los lobos la noche anterior. Alguien ha visto el cadáver no lejos de la aldea. "Hay cada vez más lobos por aquí", dice. Y cada vez menos gente, como indica la escuela cerrada. El hijo de Manolo, que le acompaña en la búsqueda, es el último que tuvo Brañaseca. Tiene 17 años. Por esas laderas empinadas se va la gente y la vida.
La escena es familiar en muchas zonas de la España rural y periférica. Pero Asturias es la comunidad española con la más elevada tasa de mortalidad y la menor tasa de natalidad. En un país que en 2006 alcanzó los 45 millones de habitantes, según anunció el INE esta semana, Asturias, con algo más de un millón de almas, es la única que retrocede en cuanto a población, perdiendo unos 2.200 ciudadanos con respecto al año anterior. La escasa inmigración no logró equilibrar el desajuste vegetativo.
Pero en las zonas alejadas del centro de la comunidad -como la comarca de Brañaseca, Valle del Ese-Entrecabos- el balance es más duro del que refleja el conjunto de la región. Aquí en una decada se han perdido unos 8.000 habitantes. Uno de cada tres de los 40.000 que quedan tiene más de 65 años, el doble de la media nacional.
"España está demográficamente partida en dos. Madrid y la zona mediterránea crecen, los demás sufren. Asturias es la primera en un grupo de comunidades que padecen problemas parecidos", subraya Ramiro Lomba, director de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales. El fenómeno es común, pero el Principado destaca, como consecuencia de las crisis que han afectado en las últimas décadas a sus principales sectores productivos: minería, siderurgia, carbón, pesca. Todo lo que creaba empleo en Asturias ha sufrido crisis. Eso, en una tierra muy bella pero con una orografía dura. Como las laderas de Brañaseca.
La ganadería, otro sector tradicionalmente fuerte, también tiene problemas, y no sólo por los lobos. Amalio Fernández, de 45 años, y su familia están entre aquellos que resisten, en Santa Marina, un pueblo en la misma comarca de Brañaseca pero más cerca del mar. La familia Fernández tiene 87 vacas, 53 de ellas, lecheras. "En este pueblo había 35 explotaciones ganaderas. Han ido desapareciendo una a una y ahora quedan tres. Más grandes, pero sólo tres", dice Amalio en la cocina de su casa, rodeado por su mujer, una de sus dos hijas y los abuelos.
Por un lado están las dificultades causadas por las cuotas lecheras de la UE. Por el otro, sobre todo, unas nuevas generaciones que no quieren ordeñar leche a las siete de la mañana y a las siete de la tarde todos los días del año. Como las hijas de Amalio.
"La dinámica demográfica asturiana es, en parte, un problema de expectativas", observa Jaime Rabanal, consejero de Economía del Gobierno de Vicente Areces. "Los jóvenes quieren estudiar. Tenemos unas nuevas generaciones bien formadas, una universidad potente... Pero Asturias es un mercado laboral relativamente pequeño, con una capacidad de absorción limitada de trabajadores con cierta formación". Muchos jóvenes se van. "La paradoja es que por otra parte aquí se crea empleo", prosigue. "Después de años de sufrimiento, el paro asturiano ya está en línea con la media española. La renta per cápita converge con la nacional. Pero hay empleos que se crean y que las empresas cubren con muchísima dificultad. Por eso queremos trabajar estrechamente con el sector empresarial, para intentar ajustar más el sistema formativo al mercado laboral".
Ese es un paso quizá necesario pero no suficiente para retener la vida en los entornos rurales. "Para eso hacen falta proyectos que se ajusten a las condiciones y a los recursos locales. No hay tierras sin futuro. Sólo tierras sin proyecto", comenta en su despacho Francisco González, presidente de la Red Asturiana de Desarrollo Rural, un ente que gestiona fondos UE destinados a la promoción de la actividad económica en esas zonas. González, que también es alcalde de Cudillero, parece un coronel cuya principal preocupación es retener a la tropa. Cree que la solución no puede llegar de fuera.
"Cada comarca tiene sus características. Hay que trabajar como cirujanos, repartir con equilibrio los servicios públicos en el territorio, aprovechar sus recursos específicos", reflexiona. "Nos vendría bien un poco de discriminación fiscal positiva, y que se reconociera más la función de utilidad colectiva que desempeñan ganaderos y agricultores. Sería importante contar con más capacidad de acción a nivel local", dice.
El secretario general de la patronal asturiana, Alberto González, observa con cierta "preocupación" la caída demográfica en cuestión. "Durante años se ha invertido demasiada energía en proteger a quienes ya tenían un empleo, y demasiado poca en dinamizar el entorno económico. Ahora las cosas van mejor, pero todavía pagamos el precio de esa decisión, de los retrasos en la reconversión", comenta. "Hay que tener muy claro lo que Asturias es y puede ser. No podremos quizá convertirnos en un centro de vanguardia de I+D. Pero podemos seguir construyendo un tejido empresarial sano y dinámico, en una tierra bella y con calidad de vida. Atraer gente aquí gracias a esas cualidades, reequilibrando la salida de aquellos que se van buscando lo que Asturias no les puede ofrecer". Atraer o retener gente. Para mantener lejos los lobos.
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