El tempo de la melancolía
La directora Paz Encina presenta su película 'La hamaca paraguaya' en el Festival Cines del Sur de Granada
"Mi mamá me mandó estudiar guitarra antes de aprender a leer, y al principio fue mi forma de pensamiento: blancas, negras, corcheas... Mi primera enseñanza fue que existía la nota silencio, que siempre me creaba algo mágico". Con esta educación, Paz Encina (Asunción, Paraguay, 1971) disfrutó de una sensibilidad diferente al resto de los niños.
La joven directora paraguaya aún parece una niña. Sorprendida y humilde, pero una niña que ha crecido para plasmar su personal universo en la película La hamaca paraguaya, un poético relato que compite en el Festival Cines del Sur de Granada y que se estrena hoy en los cines.
El resultado de esta personalísima apuesta destila pasión por unos diálogos primitivos, preñados de metáforas, y donde los sonidos de la naturaleza se escuchan tanto como las voces de los personajes. "De pequeña, si escribía la palabra muerte luego quería silencio. Por eso escribí el guión como una partitura", explica Encina mientras juguetea con las palabras. Su primer filme cuenta cómo un matrimonio anciano de campesinos paraguayos espera el regreso de su hijo, que partió para luchar contra Bolivia en la guerra del Chaco durante los años treinta.
"De pequeña, si escribía la palabra muerte luego quería silencio. Por eso escribí el guión como una partitura"
"He querido reflejar lo que todos vivimos: algo tan sencillo y tan complejo como es salir adelante"
Encina abrió brecha en su país tras tres décadas de silencio. La última película paraguaya rodada en 35 milímetros se rodó en los años setenta, bajo la prolongada dictadura de Alfredo Stroessner. Un año después de su estreno, la directora sigue sorprendida por la cálida acogida del filme. Filmó esta historia en guaraní, la lengua de los pueblos indígenas. Con sólo 58 páginas de guión y una gran economía de planos (apenas supera la quincena) que justifica por su mirada. "Tengo fascinación por la contemplación. Un paraguayo se puede quedar horas y horas... Nosotros somos así, el tiempo en Paraguay tiene otra estructura", confiesa.
La película transmite el tempo del campo: sus ruidos, olores, la lluvia, el calor, la dependencia del clima de sus protagonistas y sus incertidumbres: "Mi país es el más melancólico de todos. ¿Qué añoran? No saben, sencillamente necesitan añorar", explica sobre la saudade que respira la historia.
Su debut en el largometraje tiene sello de calidad: la bendición de la crítica en el Festival de Cannes de 2006, que la premió con el Premio Fipresci de la sección Una cierta mirada. "Cannes fue muy mágico y enorme. Estaba emocionada, tensa, y asustada. Cuando vi la sala tan, tan grande y que se llenaba... la reacción fue preciosa y muy linda, la crítica mimó la película", recuerda.
Esta semana, Paz Encina está en su salsa. Un mejunje de historias de calidad llamado Cines del Sur, donde compite con directores que admira, como el turco Nuri Bilge Ceylan. "Es un remanso entre muchos festivales donde me pregunté: ¿Qué hace Hamaca compitiendo con esas películas? Me emocionó saber que aquí está tan cuidada", apunta.
El Festival Cines del Sur es un novedoso certamen que ha apostado por la mirada de directores asiáticos, africanos y suramericanos, representantes del Sur geopolítico, tan ignorado en las salas europeas. De momento, la conexión con esta ciudad universitaria funciona, y los espectadores han respondido a la llamada siempre peliaguda del cine en versión original.
En La hamaca paraguaya, su pareja protagonista combina un optimismo utópico con un pesimismo realista. Pero rodado desde la distancia, sin apenas primeros planos. "La cámara no se acerca a los personajes por respeto a los dos ancianos que padecen un dolor muy fuerte, al que le tengo un gran respeto", explica la directora. ¿Y qué pretendió con esta película? "Reflejar lo que todos vivimos: algo tan sencillo y a la vez tan complejo como es salir adelante".
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