Desgarradora parsimonia

Un plano general estático, lejanísimo, en el que dos ancianos cuyos rostros apenas pueden vislumbrarse discuten sobre los insistentes ladridos de su perra y sobre la probabilidad de lluvia ocupa los 15 primeros minutos de película. La directora paraguaya Paz Encina pone las cartas sobre la mesa desde el inicio de su ópera prima, La hamaca paraguaya, premio de la Fipresci en el Festival de Cannes de 2006: no estamos ante una película convencional apta para el gran público; delante tenemos un muy interesante ejercicio de estilo cercano al Andréi Tarkovski de Sacrificio, mediante el cual se parte de una inquietante lejanía para lograr llegar a una dolorosa cercanía.

Encina pretende contar la apesadumbrada espera de unos padres que aguardan el regreso de su hijo desde la guerra (quizá cualquier contienda, aunque en este caso se centre en la Guerra del Chaco, que libraron Bolivia y Paraguay entre 1932 y 1935), y lo hace por medio de planos generales fijos y de conversaciones del pasado que se escuchan en off de forma retrospectiva.

Todo ello con un ritmo tan pausado como necesario, para que la parsimonia temporal provoque en el espectador la nerviosa sensación de expectativa.

Así, cuando llega la lluvia y la perra deja por fin de ladrar, la metáfora termina por adquirir su desgarradora eficacia.