Maltratados y encerrados en un centro de enfermos mentales
Dos internos confiesan al juez las vejaciones en una residencia
Dos de los internos de una residencia de enfermos mentales clausurada en septiembre de 2005 en L'Eliana (Valencia) admiten en su declaración que fueron maltratados, encerrados, que no les limpiaban, y que les escondían cuando venía la inspección. Las dos personas responsables del centro estuvieron en prisión provisional por estos hechos y salieron en libertad bajo fianza.
Rosa Pérez Sancho, de 47 años, y Natividad R. B., de 31 años, están acusadas de posible trato vejatorio y malos tratos físicos y psíquicos a una decena de enfermos mentales, algunos ancianos, en una residencia que regentaron en L'Eliana. Era un chalé conocido como Santa María de La Cañada, en el que empezaron a trabajar en 2000 con personas mayores con el pretexto de que eran familiares.
La Guardia Civil, cuando practicó la detención de ambas y trasladó los hechos al juzgado, apuntó que en el chalé existía un zulo y que los internos habían sido víctimas de golpes, les ataban y escondían. El centro estaba tutelado por la Generalitat valenciana, que cerró las dependencias al conocer los hechos. La Administración nunca detectó el sótano de los supuestos horrores a pesar de haber enviado, en varias ocasiones, inspectores a dicho centro. Una alfombra y una mesita en un pasillo tapaban la trampilla de acceso al zulo.
Los internos que entonces estaban en la residencia fueron dispersados, de alguno de ellos se hizo cargo su propia familia. Las declaraciones ante el juez han sido muy complejas. En un principio, ninguno de los internos reconocía los hechos y disculpaba como podía las señales físicas de golpes o la desnutrición. Pero el juzgado ha recibido ya dos de las declaraciones que tuvo que gestionar por exhorto. En ellas, ambas víctimas relatan que efectivamente recibieron golpes, estuvieron atados, no les daban de comer, no les limpiaban, dormían, no recibían cuidados, les amenazaban, les insultaban, les castigaban y no podían decir nada porque cuando venía la inspección los escondían en un habitáculo minúsculo del sótano imperceptible.
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