De cañas en el convento
La patronal cervecera recurre a monjas para probar las ventajas del lúpulo
"Sí, nosotras nos prestamos a hacer ese bien a la humanidad", confirmó ayer por teléfono la hermana Almerinda Álvarez desde el convento cisterciense de Santa María La Real, en el municipio leonés de Gradefes. Ella es una de las 50 monjas de clausura, con una media de 68 años, que ha colaborado en la elaboración de un estudio que concluye que el consumo moderado de cerveza, una bebida rica en antioxidantes, puede disminuir los factores de riesgo cardiovascular y evitar la oxidación de las células. Y es que el lúpulo, uno de los ingredientes imprescindibles en la elaboración de esta bebida, influye positivamente en el metabolismo oxidativo y reduce los niveles de colesterol total y triglicéridos.
El estudio concluye que la ingesta moderada baja el colesterol y aumenta la defensa antioxidante
La labor de campo se ha llevado a cabo en tres conventos cistercienses de la provincia de León: Santa María La Real, Santa María de Carrizo y San Miguel de las Dueñas. Los autores del informe contactaron con las monjas gracias a que uno de ellos es familiar de una de las internas. Pero ¿por qué eligieron a un grupo de religiosas? "Nos dijeron que tenían que ser personas responsables, que cumplieran un horario ordenado y llevaran una dieta equilibrada", explicó la hermana Álvarez, quien, como el resto de compañeras, ha participado en esta experiencia de manera desinteresada.
Así que durante un mes, las 50 monjas seleccionadas comieron como tienen costumbre, comprometiéndose a no beber ni gota de alcohol, algo que en realidad, según aseguraron, no hacen nunca, a fin de estar "limpias". Transcurrido este tiempo, los investigadores añadieron a la dieta de las religiosas 500 mililitros de cerveza al día, eso sí, sin alcohol, durante 45 días. Luego estuvieron seis meses sin probar la cerveza. Tras este periodo de descanso, ingirieron dos cápsulas de lúpulo (400 miligramos) diarias durante un mes, según detalló la doctora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, Victoria Valls, una de las autoras del estudio, durante la presentación de sus resultados en San Sebastián.
El trabajo, bautizado El lúpulo contenido en la cerveza, su efecto antioxidante en un grupo controlado de población, ha sido elaborado por la citada universidad y la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA). Su financiación ha corrido a cargo del Centro de Información Cerveza y Salud, promovido por la Asociación de Cerveceros de España, pero con un comité científico "independiente".
Tras casi dos años de investigación, los resultados han sido positivos, ya que sus autores han comprobado que la ingesta moderada de cerveza -en realidad da igual que sea sin alcohol o con él, negra o rubia-, en el contexto de una dieta equilibrada y por parte de adultos sanos, reduce el daño oxidativo y aumenta la defensa antioxidante. "El proceso de envejecimiento es causa o consecuencia de problemas cardiovasculares, trastornos neurológicos, procesos inflamatorios, hipertensión, diabetes, cáncer, etcétera, cuya base común es la oxidación celular", recordó Valls.
Ella y su equipo han constatado también que los niveles de colesterol total bajaron un 6% en aquellas religiosas que tenían niveles altos, superiores a 240 miligramos por decilitro de sangre. Y el nivel de LDL , denominado vulgarmente colesterol malo, descendió hasta un 8%, un dato de "gran interés", dado que "esta lipoproteína es un importante factor de riesgo en los procesos ateroscleróticos".
Ajena a porcentajes y términos médicos, la hermana Almerinda insistía ayer una y otra vez en que "si se puede hacer algún bien a la humanidad...".
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