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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Visita excepcional

La breve visita de Condoleezza Rice a Madrid indica que las relaciones entre España y Estados Unidos no están plenamente normalizadas. No porque ambos Gobiernos discrepen sobre el método a seguir para tratar con Cuba o la política respecto a Afganistán, sino por el propio ruido provocado por la presencia en la capital española de la secretaria de Estado de EE UU, por primera vez tras tres años de Gobierno de Zapatero y desde la precipitada retirada española de Irak. Aunque haya sido un gesto positivo y dirigido a la normalización que en esta gira previa a la cumbre del G 8 Rice haya pasado por Madrid, las relaciones entre dos socios y aliados merecen un trato más natural, que no se ha dado en esta visita, demasiado tiempo retrasada.

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No es previsible ni que Zapatero viaje a Washington ni que Bush lo haga a Madrid en el tiempo que le queda a éste en la Casa Blanca. Lamentablemente, ninguno de ellos parece tener interés, pese a que vayan bien, en términos muy generales, las relaciones entre ambos países. El hecho de que EE UU mantenga la venta a la Armada española de misiles de crucero Tomahawk convierte a España en el segundo aliado (tras el Reino Unido) en comprar este tipo de armamento, aunque se mantenga bajo un cierto control americano.

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EE UU tiene dudas sobre la fiabilidad del compromiso español de mantener sus tropas y ayuda en Afganistán a cualquier precio. Rice puede hablar de "obligación conjunta", pero tiene razón Moratinos cuando considera que hay que impulsar una "estrategia global" en Afganistán que tome en cuenta otros ángulos, más allá del militar, pues en estos momentos no hay algo parecido a tal estrategia y, lo que es peor, es una guerra que se está perdiendo.

Venezuela ha quedado atrás como elemento de disputa entre España y EE UU, tras los excesos de Chávez y la mayor prudencia del Gobierno de Zapatero. Cuba se erige ahora como elemento de discordia, aunque más por el método que por el objetivo compartido de que se instaure la democracia en la isla. Es discutible la actual política española de buscar un diálogo privilegiado con las autoridades cubanas, dejando a la disidencia en un segundo plano. Pero también habrá que juzgarla por sus resultados en términos de excarcelación de presos políticos y de la evolución de la isla ante una eventual transición, económica y política.

De lo que cabe poca duda es de que la política de bloqueo a Cuba seguida desde hace décadas por Washington, no sólo no ha producido resultado alguno, sino que ha resultado contraproducente. EE UU no tiene que dar lecciones al respecto, y sin embargo, la capacidad española de interlocución en Cuba puede resultarle útil. Pero si sólo fuera Cuba el motivo de discordia, las relaciones entre España y EE UU serían modélicas.

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