Con el paso cambiado
"Un flirteo es un romance a ritmo acelerado. Un romance es un flirteo a ritmo lento". Esta didáctica y rotunda frase de Billy Wilder resume a la perfección el carácter casi diabólico de uno de los elementos más difíciles de ejercitar en una comedia: el ritmo. Una sentencia que inevitablemente se incrusta en la mente casi con cada situación de la película La caja, debut en el largometraje de Juan Carlos Falcón, inspirado en la novela Nos dejaron el muerto, del escritor canario Víctor Ramírez.
En clave de comedia negra, aunque con algún elemento dramático, e incluso romántico, la película narra una situación casi única (el periodo de velorio de un despreciable del que todo hijo de vecino quiere vengarse, aunque sea metido en un ataúd), en un escenario casi exclusivo (el salón de la casa donde yace el cadáver); una historia donde las situaciones creadas casi siempre son prometedoras. Sin embargo, éstas no acaban de fluir casi en ningún momento. Puede que en el guión, adaptado por Falcón, los enigmas y su resolución, los enfrentamientos entre personajes y los dobles sentidos de las frases tuviesen cierta inspiración, pero la puesta en escena (con planos muy generales sin apenas movimiento) anda continuamente estancada, el montaje no baila al son de las réplicas, ciertos diálogos no son lo rápidos que quizá deberían. Es como si Robert Bresson se hubiese puesto a filmar un guión de Luis García Berlanga. Con toda probabilidad, hubiese salido una película elegante, sencilla y muy austera, pero en modo alguno descacharrante, agilísima, malintencionada y procaz, que era lo que pedía a gritos La caja.
LA CAJA
Dirección: Juan Carlos Falcón. Intérpretes: Ángela Molina, Elvira Mínguez, María Galiana, Antonia San Juan. Género: comedia. España, 2006. Duración: 107 minutos.
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