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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Futuro controvertido

En las dos últimas semanas se han sucedido diversos informes relevantes sobre la situación de la economía española y sus perspectivas. Si todos coinciden en destacar su buen comportamiento en los últimos años, no ocurre lo mismo a la hora de anticipar su crecimiento en los próximos años. El banco Morgan Stanley y la OCDE prevén una pronunciada desaceleración a partir de 2008, mientras que el FMI y la generalidad de las instituciones públicas y privadas españolas consideran que esa desaceleración será moderada.

Lo que en esencia subyace en las distintas estimaciones es la desigual valoración acerca del desenlace de la excepcional bonanza inmobiliaria que ha registrado la economía española en los últimos años. Para los primeros, la continuidad de elevaciones de los tipos de interés por el Banco Central Europeo (BCE) provocará un deterioro adicional de la situación financiera de las familias españolas, altamente endeudadas y con unas rentas salariales que no crecen de forma significativa, que además del debilitamiento de la demanda de viviendas hará lo propio con otros bienes y servicios. La morosidad bancaria crecería y la financiación del conjunto de la economía se resentiría. Dada la excesiva dependencia que el crecimiento económico español mantiene de la demanda interna, el enfriamiento de ésta provocaría una contracción significativa del PIB, fundamentalmente a partir de 2008. La OCDE reduce la tasa de crecimiento para el año que viene hasta el 2,7%, desde el 3,6% que anticipa para el actual. Morgan Stanley no descarta que a esa desaceleración le suceda una recesión en toda regla en 2009.

El ejercicio que hace el FMI, además de más detallado, es más consecuente con los indicadores recientes. Sin descartar esa posibilidad de ajuste brusco en la situación financiera de las familias y empresas, el organismo internacional anticipa una transición más ordenada a un crecimiento menos dependiente del consumo de las familias, más apoyado en la inversión en equipo y en el menor drenaje del sector exterior, beneficiario de la expansión que seguirán registrando las economías de la eurozona.

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La composición del crecimiento del primer trimestre de este año apoya esa presunción. Aun cuando esa tasa de expansión del 4,1% del PIB en estos primeros tres meses dé paso a variaciones más moderadas, todo apunta a que el buen comportamiento de otros componentes de la inversión distintos a la construcción residencial puede continuar, compensando parcialmente la transición del sector inmobiliario a ritmos más sostenibles. El muy destacado saneamiento de las finanzas públicas y un robusto sistema financiero serán poderosos amortiguadores del debilitamiento de la construcción residencial. Son también elementos diferenciales frente a otras economías que pudieron exhibir en el pasado una situación similar a la española.

Que el horizonte se ajuste en mayor medida a esa desaceleración ordenada exigirá que la política económica esté atenta a esos riesgos y, en todo caso, que no cese en estimular la inversión en conocimiento y la modernización de las instituciones.

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