Un trago goloso

El glamour del vino sigue creando afinidades electivas. En este caso ha conquistado el corazón y la cartera del grupo hotelero Foxá. Su proyecto agroalimentario incluye una bodega, una almazara y una vinagrería, tres mosqueteros gastronómicos bien avenidos, que se complementan perfectamente a la hora decisiva de la comercialización. El asesoramiento técnico de la bodega, creada en el año 2000, corre a cargo del pluriempleado enólogo Ignacio de Miguel, lo que es garantía de calidad. Su crianza de 2003 tiene el sello inconfundible del autor, una mezcla de maestría técnica y rentable visión comercial.

Un tinto al gusto Parker, si es que ese gusto todavía existe. Por eso, lo primero que se aprecia en la nariz es una buena carga frutal, de tonalidades agridulces, envuelta en una ligera evocación de cedro. Dentro de la suave calidez hay destellos de frescura, como si la baya ácida conviviera con la golosa madurez de la fruta. Todo esto resulta aún más evidente en el trago, goloso y largo, donde se expresa, nítido, el juego de especias patinando sus taninos. Al final hay un regusto amable al que le vendría bien un poco más de carácter.