Material inflamable
El progreso existe. En las relaciones entre poder y literatura siempre se pasa de quemar a los escritores a quemar sus obras. No obstante, si estos días entra usted en una librería, verá un buen puñado de libros salvados de la quema.
- Amor. Desde que Truffaut llevó al cine Fahrenheit 451, la novela de Bradbury, nadie ignora que ésa es la temperatura a la que arde el papel. No es pues causal que uno de los títulos elegidos por la editorial 451 para estrenarse se deba a Menis Kumandareas, uno de los grandes del realismo social griego y, lo han adivinado, perseguido por la dictadura de los coroneles. El libro en cuestión es La señora Kula, que narra el idilio entre una mujer madura y un veinteañero con el que coincide a diario en el metro. La novela es corta y absorbente. Ideal para un par de trayectos largos. Si su vagón se detiene en un túnel, mire a quién tiene enfrente.
- Humor. "Pasar de estar malhumorado a que se rían de uno porque lo está y a prohibir que se rían del mal humor es una conocidísima evolución de la tiranía". Lo dice J. M. Coetzee en Contra la censura (Debate). En él, el premio Nobel de 2003 habla de la relación entre la pulsión censora y su aplicación a casos de racismo, misoginia y homofobia. La blasfemia, todo un filón, queda fuera. El autor de Desgracia, que concluye que cuando se recurre a la censura siempre es peor el remedio que la enfermedad, recuerda también que "en Estados que se toman en serio su papel censor, los censores superan en número a los escritores y se gasta más dinero en vigilar las artes que en promoverlas". Poca gente, en efecto, tan interesada por la poesía como los dictadores.
- Dolor. Sin mirar para otro lado, ahí está el caso de Agustín Gómez Arcos (1939-1998), un almeriense que, huyendo de la censura franquista, se exilió en París y terminó escribiendo en francés. Y ahí está El niño pan (Cabaret Voltaire), traducida ahora al castellano. La novela cuenta la dolorosa historia de una familia de rojos que malvive pasando hambre durante la posguerra en un pueblo andaluz. Y pensar que para Franco, PAN llegó a ser, en alguna campaña, el acrónimo de Primer Alimento Necesario. Claro que también a lo suyo lo llamaban Régimen.
- Sudor. Uno de los géneros a los que Coetzee dedica algunas de sus páginas más inteligentes es también uno de los más resbaladizos, la pornografía. Aunque su inteligencia llega algo tarde: Internet ha vuelto "irrelevante" la cuestión de la censura. Es lo que dicen el novelista Andrés Barba (de 32 años) y el crítico de arte Javier Montes (de 31) en La ceremonia del porno (Premio Anagrama de Ensayo). Ni pornófilo ni pornófobo, el libro apoya sus argumentos sobre la censura con un dato: los países con legislación más restrictiva respecto a la pornografía -entre otros, Turquía e Irán (en color o en blanco y negro)- son también aquéllos en los que la palabra sex es, proporcionalmente, la más solicitada por los usuarios de Google Trends. Como predijo Milo Manara, basta un clic.
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